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MAYO - LiahonaSud

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si nos volvemos a El. Después de todo, este es uno delos temas básicos de las Escrituras.Yo tuve una experiencia por medio de la cualaprendí la importancia de dirigirnos al Señor para pedirleayuda. Sucedió en enero de 1952, durante elconflicto de Corea. Mi batallón había estado disparandola artillería por varias horas. Al fin cesó elfuego y nos acostamos en los refugios para descansar.A los pocos minutos me quedé profundamente dormido.De pronto desperté; de pie, junto a mí,estaba un empleado del correo que me entregó unacarta de mi obispo en la que éste me decía que mipadre se había sometido a una operación quirúrgica,tenía cáncer en todo el vientre y no esperaban queviviera más de dos semanas; también me decía quehabían hecho los arreglos necesarios para que yo viajaraa casa de regreso a los Estados Unidos, y que mepusiera en contacto con la Cruz Roja.Tal como el obispo me lo indicaba, llevé la carta ala Cruz Roja, donde confirmaron la gravedad de mipadre. Pero cuando terminaron todos los trámites,papá ya había fallecido. Entonces me dijeron quecomo él ya había muerto, no había razón para quefuera a casa.Cuando regresé a la unidad, el batallón estaba enplena acción de combate. Yo me encontraba enojado,amargado y profundamente apesadumbrado.Desesperado, me escabullí hacia una pequeña arboleda,me puse de rodillas y le pedí al Señor que mequitara aquellos terribles sentimientos que se habíanapoderado de mí. Pronto sentí en el pecho una gransensación de paz, como jamás había sentido en mivida, que se expandió por todo mi cuerpo y medio la seguridad de que todo saldría bien.Esa experiencia me ayudó mucho cuando, veinteaños después, mi esposa y yo nos encontrábamos enla sala de emergencias del hospital de la ciudaddonde vivíamos. Habíamos estado esperando por variashoras mientras los médicos atendían a nuestrahija de dieciséis años, que había tenido un accidenteautomovilístico y estaba en estado de gravedad. Elobispo y el presidente de estaca, con sus respectivasesposas, estaban con nosotros.Por fin un doctor salió de la sala de rayos X, y convoz entrecortada nos informó que nuestra hija teníala columna vertebral quebrada y que nunca más podríavolver a caminar. Mi esposa y yo nos abrazamosy ella exclamó llorando: "¡No puede ser, no puedeser!" Nuestros amigos lloraron con nosotros.Más tarde, camino a casa, no hacíamos más quepensar cómo se lo íbamos a decir a nuestra hija, ynos preguntamos si no habría sido mejor que nuestroPadre Celestial se la hubiera llevado. Unas horas despuésregresamos al hospital. Al inclinarme hacia mihija para explicarle su condición, no podía contenerlas lágrimas.Ella abrió los ojos, me tendió los brazos y me dijo:"No llores, papá. Mira: Tengo los brazos, tengo elcorazón, tengo la mente y toda la eternidad para corretear".¡Qué gran bendición es ser miembros de la Iglesiade Cristo! Las Escrituras y el evangelio nos brindanel conocimiento, la comprensión y la ayuda que necesitamospara enfrentarnos con las crisis de la vida;tenemos líderes que nos apoyan y nos bendicen emocional,temporal y espiritualmente. Pero lo más importantees que, por medio del Espíritu Santo, nuestroPadre Celestial nos consuela y nos conforma. Elnos ama tanto que permitió que su Hijo Unigénitosufriera la muerte por nuestros pecados, a fin de quepodamos regresar a su presencia. (Véase Juan3:14-17.) Cuando necesitamos ayuda, podemos confiaren Dios y en su Hijo. DA. LaVar Thornock es presidente del departamento de religión de laUniversidad Brigham Young en Hawaii.A unqueen esta vida tengamos que padecerla injusticia y el infortunio,el Señor espera que no nos hundamos enla desesperación.34bibliotecasud.blogspot.com

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