Liahona 1996 Agosto - LiahonaSud

parecía que apenas se acababa de levantar.—¿Está Carlos? —le pregunté.Ella se quedó mirándome y se rascó la cabeza.—Creo que está en el patio detrás de la casa; puedesir a buscarlo, pero no golpees más la puerta.Le di las gracias y fui alrededor de la casa. Todoestaba bastante desordenado. A primera vista no vi anadie, pero luego divisé a Carlos sentado sobre una cajade madera, con aquella ridicula gorra y una pelota desinfladaa su lado. Lo llamé para que no fuera a pensar quelo estaba espiando.—¿A qué vienes?—preguntó.—Solamente vine para ver cómo estabas. Queríadesearte un feliz cumpleaños. Es tu cumpleaños, ¿no esverdad? —le pregunté.—Sí, es mi cumpleaños; yo iba a tener una fiesta muygrande... —se quedó callado y se mordió el labio—.Todavía la voy a tener, pero tal vez más adelante; mamáno se siente muy bien y papá aún no me envía mi bicicletade diez velocidades.Yo vacilé y luego le dije:—Mamá me hizo unapiñata para mi cumpleaños; voy a tener una fiesta endonde pensamos quebrarla.—Creo que también le voy a pedir a mamá que mehaga una piñata, cuando se sienta mejor.—No tiene qué hacerlo. ¿Por qué no vienes y celebramosnuestro cumpleaños juntos? No tiene caso que noshagan fiesta a los dos. Si tu mamá no se siente bien, loúnico que tienes que hacer es venir a mi casa y tendremosla fiesta juntos. Hasta te daría a ti el primer turnopara pegarle a mi cocodrilo morado.—¿De veras?—De veras —le dije conuna sonrisa—. Jamás hetenido una fiesta de cumpleañosdoble. Ven, vayamosa ayudarle a papá a colgar lapiñata del sauce.Salimos corriendo juntos yme di cuenta de que aquelsentimiento frío y vacíohabía desaparecido.bibliotecasus.blogspot.com