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El Conflicto de los Siglos

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362 <strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

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muchos <strong>los</strong> que no habían sido probados con respecto a la verdad <strong>de</strong>l<br />

advenimiento. Muchos se <strong>de</strong>jaron <strong>de</strong>scarriar por maridos, esposas,<br />

padres o hijos, y se les hizo creer que era pecado prestar siquiera<br />

oídos a las herejías enseñadas por <strong>los</strong> adventistas. Los ángeles recibieron<br />

or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> velar fielmente sobre esas almas, pues otra luz había<br />

<strong>de</strong> brillar aún sobre ellas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el trono <strong>de</strong> Dios.<br />

Los que habían aceptado el mensaje velaban por la venida <strong>de</strong> su<br />

Salvador con in<strong>de</strong>cible esperanza. <strong>El</strong> tiempo en que esperaban ir a<br />

su encuentro estaba próximo. Y a esa hora se acercaban con solemne<br />

calma. Descansaban en dulce comunión con Dios, y esto era para<br />

el<strong>los</strong> prenda segura <strong>de</strong> la paz que tendrían en la gloria veni<strong>de</strong>ra.<br />

Ninguno <strong>de</strong> <strong>los</strong> que abrigaron esa esperanza y esa confianza pudo<br />

olvidar aquellas horas tan preciosas <strong>de</strong> expectación. Pocas semanas<br />

antes <strong>de</strong>l tiempo <strong>de</strong>terminado <strong>de</strong>jaron <strong>de</strong> lado la mayor parte <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

negocios mundanos. Los creyentes sinceros examinaban cuidadosamente<br />

todos <strong>los</strong> pensamientos y emociones <strong>de</strong> sus corazones como<br />

si estuviesen en el lecho <strong>de</strong> muerte y como si tuviesen que cerrar<br />

pronto sus ojos a las cosas <strong>de</strong> este mundo. No se trataba <strong>de</strong> hacer<br />

“vestidos <strong>de</strong> ascensión” (véase el Apéndice), pero todos sentían la<br />

necesidad <strong>de</strong> una prueba interna <strong>de</strong> que estaban preparados para<br />

recibir al Salvador; sus vestiduras blancas eran la pureza <strong>de</strong>l alma, y<br />

un carácter purificado <strong>de</strong> pecado por la sangre expiatoria <strong>de</strong> Cristo.<br />

¡Ojalá hubiese aún entre el pueblo que profesa pertenecer a Dios<br />

el mismo espíritu para estudiar el corazón, y la misma fe sincera<br />

y <strong>de</strong>cidida! Si hubiesen seguido humillándose así ante el Señor y<br />

dirigiendo sus súplicas al trono <strong>de</strong> misericordia, poseerían una experiencia<br />

mucho más valiosa que la que poseen ahora. No se ora lo<br />

bastante, escasea la comprensión <strong>de</strong> la condición real <strong>de</strong>l pecado,<br />

y la falta <strong>de</strong> una fe viva <strong>de</strong>ja a muchos <strong>de</strong>stituidos <strong>de</strong> la gracia tan<br />

abundantemente provista por nuestro Re<strong>de</strong>ntor.<br />

Dios se propuso probar a su pueblo. Su mano cubrió el error<br />

cometido en el cálculo <strong>de</strong> <strong>los</strong> períodos proféticos. Los adventistas<br />

no <strong>de</strong>scubrieron el error, ni fue <strong>de</strong>scubierto tampoco por <strong>los</strong> más<br />

sabios <strong>de</strong> sus adversarios. Estos <strong>de</strong>cían: “Vuestro cálculo <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

períodos proféticos es correcto. Algún gran acontecimiento está a<br />

punto <strong>de</strong> realizarse; pero no es lo que predice Miller; es la conversión<br />

<strong>de</strong>l mundo, y no el segundo advenimiento <strong>de</strong> Cristo” (véase el<br />

Apéndice).

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