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El Conflicto de los Siglos

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<strong>El</strong> lucero <strong>de</strong> la reforma 81<br />

Como el sagrado libro apelaba a la razón, logró <strong>de</strong>spertar a <strong>los</strong><br />

hombres <strong>de</strong> su pasiva sumisión a <strong>los</strong> dogmas papales. En lugar <strong>de</strong><br />

estos, Wiclef enseñaba las doctrinas distintivas <strong>de</strong>l protestantismo:<br />

la salvación por medio <strong>de</strong> la fe en Cristo y la infalibilidad única <strong>de</strong><br />

las Sagradas Escrituras. Los predicadores que él enviaba ponían en<br />

circulación la Biblia junto con <strong>los</strong> escritos <strong>de</strong>l reformador, y con tan<br />

buen éxito, que la nueva fe fue aceptada por casi la mitad <strong>de</strong>l pueblo<br />

inglés.<br />

La aparición <strong>de</strong> las Santas Escrituras llenó <strong>de</strong> profundo <strong>de</strong>saliento<br />

a las autorida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la iglesia. Estas tenían que hacer frente ahora<br />

a un agente más po<strong>de</strong>roso que Wiclef: una fuerza contra la cual<br />

todas sus armas servirían <strong>de</strong> poco. No había ley en aquel tiempo<br />

que prohibiese en Inglaterra la lectura <strong>de</strong> la Biblia, porque jamás<br />

se había hecho una versión en el idioma <strong>de</strong>l pueblo. Tales leyes<br />

se dictaron poco <strong>de</strong>spués y fueron puestas en vigor <strong>de</strong>l modo más<br />

riguroso; pero, entretanto, y a pesar <strong>de</strong> <strong>los</strong> esfuerzos <strong>de</strong>l clero, hubo<br />

oportunidad para que la Palabra <strong>de</strong> Dios circulara por algún tiempo.<br />

Nuevamente <strong>los</strong> caudil<strong>los</strong> papales quisieron imponer silencio al<br />

reformador. Le citaron ante tres tribunales sucesivos, para juzgarlo,<br />

pero sin resultado alguno. Primero un sínodo <strong>de</strong> obispos <strong>de</strong>claró que<br />

sus escritos eran heréticos, y logrando atraer a sus miras al joven rey<br />

Ricardo II, obtuvo un <strong>de</strong>creto real que con<strong>de</strong>naba a prisión a todos<br />

<strong>los</strong> que sostuviesen las doctrinas con<strong>de</strong>nadas.<br />

Wiclef apeló <strong>de</strong> esa sentencia <strong>de</strong>l sínodo al parlamento; sin temor<br />

alguno <strong>de</strong>mandó al clero ante el concilio nacional y exigió que se reformaran<br />

<strong>los</strong> enormes abusos sancionados por la iglesia. Con notable<br />

don <strong>de</strong> persuasión <strong>de</strong>scribió las usurpaciones y las corrupciones <strong>de</strong><br />

la se<strong>de</strong> papal, y sus enemigos quedaron confundidos. Los amigos y<br />

partidarios <strong>de</strong> Wiclef se habían visto obligados a ce<strong>de</strong>r, y se esperaba<br />

confiadamente que el mismo reformador al llegar a la vejez y verse [85]<br />

solo y sin amigos, se inclinaría ante la autoridad combinada <strong>de</strong> la<br />

corona y <strong>de</strong> la mitra. Mas en vez <strong>de</strong> esto, <strong>los</strong> papistas se vieron <strong>de</strong>rrotados.<br />

Entusiasmado por las elocuentes interpelaciones <strong>de</strong> Wiclef,<br />

el parlamento revocó el edicto <strong>de</strong> persecución y el reformador se vio<br />

nuevamente libre.<br />

Por tercera vez le citaron para formarle juicio, y esta vez ante<br />

el más alto tribunal eclesiástico <strong>de</strong>l reino. En esta corte suprema no<br />

podía haber favoritismo para la herejía; en ella <strong>de</strong>bía asegurarse el

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