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400 años de fecundidad

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PEQUEÑA NOVELA SOBRE UN TALLER DE NOVELA<br />

clases. Otros se habrán ido porque se<br />

dieron cuenta <strong>de</strong> que para apren<strong>de</strong>r a<br />

escribir se necesita, sobre todo,<br />

escribir, lo que normalmente supone<br />

trabajo intelectual extenuante y<br />

mucha hora nalga. Otros se van<br />

porque les caíste mal. Otros porque ya<br />

se dieron cuenta <strong>de</strong> que lo que tú<br />

pue<strong>de</strong>s aportar es muy poco, que tu<br />

método no tiene rigor académico,<br />

porque cómo es posible que aún no<br />

hayas leído a tal o cual, o que lo hayas<br />

leído tan mal, o que no lo encuentres<br />

valioso.<br />

Se supone que estás ahí para<br />

orientarlos. Algo intentas. Les señalas<br />

sus adjetivos exce<strong>de</strong>ntes. Trazas una<br />

línea roja sobre la frase innecesaria.<br />

Circulas las palabras repetidas. Les<br />

colocas acentos, comas, les quitas las<br />

comillas “arbitrarias.” Les dices las<br />

reglas <strong>de</strong>l juego: “No existe tal cosa<br />

como la crítica constructiva. La crítica<br />

es <strong>de</strong>moledora o no es crítica. Así que<br />

si alguien tiene problemas <strong>de</strong> autoestima,<br />

acuda a su psicoterapeuta <strong>de</strong><br />

confianza porque aquí se trata <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>spedazar sus textos.” Te miran<br />

inseguros: tal vez no fue tan buena<br />

i<strong>de</strong>a entrar a tu curso.<br />

A diferencia <strong>de</strong>l habla, la escritura<br />

es antinatural. El habla evolucionó<br />

con la especie, es una facultad innata<br />

al ser humano, no así la palabra<br />

escrita. Aprendimos a hablar inconscientes<br />

<strong>de</strong> estarlo haciendo. Para<br />

escribir tuvimos que asistir a la<br />

escuela. Un texto complejo que pue<strong>de</strong><br />

leerse fluidamente es resultado <strong>de</strong><br />

infinidad <strong>de</strong> correcciones. Cada nueva<br />

palabra involucra un titubeo. El oficio<br />

se consigue no sólo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>años</strong> <strong>de</strong><br />

batallar en el teclado <strong>de</strong> la computadora,<br />

sino sobre todo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>años</strong><br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>vorar un libro tras otro.<br />

Les <strong>de</strong>smenuzas sus textos. Por lo<br />

común, su principal <strong>de</strong>fecto es la prisa<br />

por <strong>de</strong>cirlo todo. Quieren que el<br />

conflicto aparezca en el primer<br />

párrafo. Temen que el lector se aburra<br />

antes <strong>de</strong> terminar la primera cuartilla.<br />

Confiesas que leíste con profundo<br />

aburrimiento esa página, pero que el<br />

aburrimiento no proviene <strong>de</strong> la falta<br />

<strong>de</strong> conflicto, sino <strong>de</strong> la torpeza al<br />

elaborarlo. Les dices: “Este capítulo<br />

<strong>de</strong> cinco páginas fácilmente <strong>de</strong>be<br />

crecer a unas treinta o cuarenta.” Eso<br />

los <strong>de</strong>sanima, tener que escribir tanto.<br />

Otros <strong>de</strong>fectos comunes: el achatamiento<br />

<strong>de</strong> los personajes, su inacción,<br />

sus diálogos que parecen extraídos <strong>de</strong><br />

una telenovela:<br />

—Pero Natalia, ya no <strong>de</strong>bes estar<br />

triste por lo <strong>de</strong> tu padre. Murió hace<br />

dos <strong>años</strong> —dice el personaje en un<br />

intento <strong>de</strong> hacerle enten<strong>de</strong>r al lector<br />

que el padre <strong>de</strong> Natalia murió y por lo<br />

tanto eso le ha <strong>de</strong>senca<strong>de</strong>nado una<br />

<strong>de</strong>presión que ya le ha durado dos<br />

<strong>años</strong>; diálogos que nadie diría jamás.<br />

(Natalia y Valentina son los<br />

nombres más comunes, por razones<br />

inexplicables, <strong>de</strong> los personajes<br />

femeninos.)<br />

Admitamos que ya tampoco lees<br />

libros. La última novela que pudiste<br />

terminar fue Ciudad <strong>de</strong> Dios <strong>de</strong> Paulo<br />

Lins, y eso porque te lo pidieron para<br />

un programa <strong>de</strong> televisión que analiza<br />

y compara obras literarias con su<br />

adaptación cinematográfica. Leíste la<br />

novela, viste la película y peroraste<br />

durante veinte minutos ante las<br />

cámaras <strong>de</strong> una productora estatal.<br />

¿Ahora qué lees? Artículos <strong>de</strong><br />

periódico a las cuatro <strong>de</strong> la mañana,<br />

cuando no te queda más remedio que<br />

A diferencia <strong>de</strong>l<br />

habla, la escritura<br />

es antinatural.<br />

El habla evolucionó<br />

con la especie, es<br />

una facultad innata<br />

al ser humano, no<br />

así la palabra<br />

escrita. Aprendimos<br />

a hablar<br />

inconscientes <strong>de</strong><br />

estarlo haciendo.<br />

Para escribir<br />

tuvimos que asistir<br />

a la escuela.<br />

Un texto complejo<br />

que pue<strong>de</strong> leerse<br />

fluidamente<br />

es resultado<br />

<strong>de</strong> infinidad <strong>de</strong><br />

correcciones.<br />

Cada nueva palabra<br />

involucra un titubeo.<br />

El oficio se consigue<br />

no sólo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

<strong>años</strong> <strong>de</strong> batallar en<br />

el teclado <strong>de</strong> la<br />

computadora, sino<br />

sobre todo <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> <strong>años</strong> <strong>de</strong> <strong>de</strong>vorar<br />

un libro tras otro.<br />

entretener tu insomnio, los textos que<br />

te mandan para que los edites en la<br />

revisita don<strong>de</strong> trabajas, los capítulos<br />

tambaleantes <strong>de</strong> tus alumnos cada<br />

sábado, los time-line <strong>de</strong> Facebook y<br />

Twitter. Te la pasas leyendo basura.<br />

Eso no evita que tu casa rebose <strong>de</strong><br />

libros, viejos amigos momificados por<br />

el polvo, promesas <strong>de</strong> que ahora sí<br />

leerás, separadores <strong>de</strong> página señalando<br />

el punto don<strong>de</strong> suspendiste la<br />

lectura hace seis, siete <strong>años</strong>. Siempre<br />

que empiezas un libro lo abandonas,<br />

te quedas dormido, te <strong>de</strong>cepciona,<br />

pero te <strong>de</strong>cepcionas más a ti mismo,<br />

¿dón<strong>de</strong> quedaste, lector <strong>de</strong>smedido?,<br />

¿qué te asesinó?<br />

No sólo tú no lees, casi ninguno <strong>de</strong><br />

los asistentes a tu taller lo hace; por<br />

eso los ejemplos que pones para que<br />

entiendan <strong>de</strong> qué les estás hablando,<br />

suelen recaer en la narrativa<br />

cinematográfica. Mala señal citar la<br />

película como ejemplo para escribir<br />

un libro. Por muy bueno que sea el<br />

filme, por más fiel la adaptación, por<br />

más polisémicas que sean la imagen,<br />

la música, las actuaciones, la<br />

concreción <strong>de</strong> los espacios, los<br />

vestuarios y los personajes, el lenguaje<br />

cinematográfico es otro lenguaje,<br />

tiene otros recursos y no es <strong>de</strong> mucha<br />

utilidad cuando se quieren discutir las<br />

muy diversas posibilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong><br />

evocación <strong>de</strong> la palabra escrita, los<br />

entrecruzamientos <strong>de</strong> significados, la<br />

artesanía <strong>de</strong> elegir el sinónimo justo.<br />

Para eso les propones libros que<br />

leíste cuando fuiste lector. Libros que<br />

te marcaron, <strong>de</strong> los que recuerdas las<br />

generalida<strong>de</strong>s y, con algo <strong>de</strong> suerte,<br />

alguna frase, pero que no vuelves a<br />

leer porque cuando lo intentas te<br />

quedas dormido.<br />

Un día, una antigua compañera <strong>de</strong><br />

tu preparatoria, a la que no has visto y<br />

con quien no has hablado en veinticinco<br />

<strong>años</strong>, te manda un mensaje por<br />

Facebook: “¡Estás saliendo en la tele!”<br />

No sabes <strong>de</strong> qué te está hablando. Te<br />

dice que estás hablando <strong>de</strong> un libro y<br />

<strong>de</strong> una película. Te cuesta trabajo<br />

recordar que hace meses te pusiste un<br />

saco <strong>de</strong> pana y te sentaste bajo los<br />

reflectores <strong>de</strong> un foro televisivo frente<br />

a un conductor solemne. Festejas que<br />

ese programa, que pensaste que nadie<br />

vería, te dé la oportunidad <strong>de</strong> invitarla<br />

a <strong>de</strong>sayunar.<br />

—Te volviste escritor, qué interesante<br />

—te dice y pone un emoji feliz.<br />

Si supiera... Pero no le dices nada,<br />

<strong>de</strong>jas que lo crea, como <strong>de</strong>jas que tus<br />

alumnos lo crean también en cada<br />

curso.<br />

Te preguntas si tus alumnos sentirán<br />

hacia los <strong>de</strong>más lo que tú sentiste hace<br />

veinticinco <strong>años</strong>, cuando entraste a un<br />

taller por vez primera y creías que<br />

todos los que estaban ahí serían<br />

escritores famosos algún día. Ninguno<br />

lo fue, pero entonces no importaba:<br />

tú estabas ahí y sentías que así sería.<br />

Llegaste a guardar las fotocopias <strong>de</strong><br />

sus escritos, creyendo que en el futuro<br />

tendrían algún valor. Las perdiste en<br />

una mudanza. Te preguntas si<br />

sentirán envidia entre ellos, si acaso<br />

no son un microcosmos <strong>de</strong> lo que pasa<br />

afuera. Te preguntas qué ven <strong>de</strong> ti, si<br />

acaso ya se dieron cuenta que eres un<br />

frau<strong>de</strong>.<br />

Al final <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los cursos, uno <strong>de</strong><br />

los asistentes se acercó con un libro en<br />

la mano.<br />

—Es para ti— te dijo.<br />

Había sido uno <strong>de</strong> los más<br />

<strong>de</strong>stacados <strong>de</strong>l grupo. Había llevado el<br />

inicio <strong>de</strong> una novela <strong>de</strong> ciencia ficción<br />

tremendamente compleja, sobre todo<br />

bien escrita. Eso no es común.<br />

Cuarenta páginas y presumir que las<br />

había redactado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> cero en dos<br />

semanas hablaba no sólo <strong>de</strong> talento,<br />

sino <strong>de</strong> oficio. Por eso también te<br />

sorprendió <strong>de</strong> inicio el ejemplar que tu<br />

alumno te extendía. Habías visto la<br />

tapa en los libreros <strong>de</strong> las cajas <strong>de</strong> los<br />

restaurantes Vips, mientras hacías fila<br />

para pagar tu comida. Un best seller. Te<br />

pareció una <strong>de</strong>safortunada selección<br />

literaria para alguien que escribía tan<br />

bien y que a lo largo <strong>de</strong>l curso <strong>de</strong>mostró<br />

leer indiscriminada y metódicamente<br />

a todo tipo <strong>de</strong> autores. Comenzaste a<br />

estirar los músculos faciales para<br />

sonreír con fingido agrado por el mal<br />

regalo, cuando aclaró:<br />

—Yo lo escribí.<br />

Tu sonrisa se congeló. Viste el<br />

nombre <strong>de</strong>l autor, viste su foto en la<br />

solapa, viste el cintillo que anunciaba<br />

las <strong>de</strong>cenas <strong>de</strong> miles <strong>de</strong> ejemplares<br />

vendidos.<br />

—Ese fue mi primer libro —dijo—.<br />

Ya voy en el quinto.<br />

—¿Publicado?<br />

Asintió. Con tu cara aún contraída<br />

en una mueca que ya no era sonrisa,<br />

le escuchaste <strong>de</strong>cir que vivía <strong>de</strong> los<br />

libros que escribía.<br />

Hace quince <strong>años</strong>, cuando ganaste<br />

un premio por tu primera novela,<br />

creíste que ibas a mantenerte<br />

escribiendo literatura. Aún no<br />

cumplías los treinta <strong>años</strong>,<br />

prácticamente no conocías a ningún<br />

escritor verda<strong>de</strong>ro, es <strong>de</strong>cir, al menos<br />

uno que publicara muchos libros. Tu<br />

imagen <strong>de</strong> cómo vivían los autores<br />

estaba más bien alimentada por el<br />

cine y la televisión anglosajonas. Un<br />

gran <strong>de</strong>partamento en Manhattan,<br />

una hermosa morena, martini en<br />

mano, que llevaba sólo tu camisa<br />

encima, a<strong>de</strong>lantos millonarios por tu<br />

próximo libro, aun sabiendo que<br />

aquello era el primer mundo, y aquí la<br />

escala es uno a diez; creías que<br />

mínimamente podrías acomodarte<br />

en una mo<strong>de</strong>sta clase media si<br />

publicabas un libro al año. La<br />

realidad mostró ser bastante más<br />

indiferente hacia tu producción<br />

literaria. Ese primer libro ganó un<br />

premio y se publicó, pero nunca se<br />

distribuyó, por lo que casi nadie supo<br />

<strong>de</strong> su existencia. Luego no<br />

encontraste editorial para publicar el<br />

segundo y el tercero sino hasta diez<br />

<strong>años</strong> <strong>de</strong>spués, cuando prácticamente<br />

habías <strong>de</strong>sistido <strong>de</strong> escribir. En<br />

cualquier caso, ambas novelas<br />

estuvieron unas semanas en las<br />

mesas <strong>de</strong> noveda<strong>de</strong>s sin que casi<br />

nadie las notara. Para entonces ya no<br />

te <strong>de</strong>cepcionaba, ni te sorprendía<br />

saber que las regalías por la venta <strong>de</strong><br />

tus libros serían insignificantes. El<br />

sueño <strong>de</strong> vivir <strong>de</strong> tus libros había sido<br />

eso: una ilusión <strong>de</strong> juventud.<br />

Ahora tenías en las manos un<br />

thriller prehispánico (por bautizar <strong>de</strong><br />

algún modo al género), un éxito <strong>de</strong><br />

ventas, y sonriendo frente a ti un<br />

autor más joven que tú que sí vivía <strong>de</strong><br />

sus libros. Eso que sentiste po<strong>de</strong>mos<br />

llamarlo envidia.<br />

—Tu curso me gustó mucho<br />

—dijo—, nunca había tomado uno.<br />

—¿De verdad? —dices incrédulo—.<br />

¡Pero ya llevas cinco libros, has<br />

publicado más que yo, vives <strong>de</strong> esto…!<br />

—Pero los escribí sin saber qué era<br />

escribir, nunca había tomado cursos,<br />

me ha servido <strong>de</strong> mucho, gracias <strong>de</strong><br />

verdad.<br />

De eso han pasado unos cuatro<br />

<strong>años</strong>. En ese lapso, él ha publicado<br />

cinco o seis libros más. Tú, en<br />

cambio, has iniciado unas cuatro<br />

novelas y las has abandonado por ahí<br />

en la página treinta. En cambio, has<br />

dado una docena <strong>de</strong> cursos <strong>de</strong> cómo<br />

escribir una novela. Eres un<br />

frau<strong>de</strong>. W<br />

Felipe Soto toViterboesnovelista<br />

es (El <strong>de</strong>monio <strong>de</strong> la simetría, 2000;<br />

Verloso, 2009 y Conspiración <strong>de</strong> las<br />

cosas, 2012), edita revistas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace<br />

20 <strong>años</strong> y es profesor <strong>de</strong> literatura<br />

y periodismo.<br />

MARZO-ABRIL DE 2016 23

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