VEREDICTO. ponen el ejemplo. juicios orales y públicos. Revista Especializada en el Nuevo Sistema de Justicia Penal

Donde se dan penas de cárcel la
casa de la comunidad o komérachi
opera como reclusorio, se trata de
un cuarto que muchas veces no tiene
puerta y cuando la tiene no tiene cerradura.
Sin embargo, el preso se queda
ahí por el tiempo que haya decidido
la comunidad y sus autoridades.
“Es una vergüenza para ellos estar en
el komérachi”, señala Jaime Enríquez.
La más terrible y vergonzosa pena
que puede recibir un rarámuri es la
expulsión. “Es una vergüenza tal que
llegan en ocasiones hasta el suicidio”,
asegura el titular de la Coordinación
Estatal de la Tarahumara.
Esta sentencia se aplica cuando la
persona cometió un delito que ellos
consideren grave o es reincidente.
Definitivamente, los tarahumaras
no llevan delitos graves a sus juicios
tradicionales, es muy posible que
esta regla se aplique desde tiempos
de los misioneros, señala Sariego
Rodríguez. Ellos los llaman delitos
de sangre. Por ejemplo, asesinatos,
lesiones graves y violaciones.
Cuando un indígena comete un
delito de sangre, el mismo gobernador
acude a las autoridades occidentales
a entregar al acusado, siempre
sin oponer resistencia, enfatiza Jaime
Enríquez.
“Existen muy pocos indígenas
prófugos de la justicia, la verdad es
que ellos mismos vienen y se entregan
a las autoridades. El indígena
es muy respetuoso de la vida de las
personas y de su cultura, de la vida
de sus hermanos porque para ellos
todos somos sus hermanos”, asegura
el coordinador estatal de la Tarahumara.
Platica Enríquez que antes, los rarámuri
emitían sentencias de azotes,
los desnudaban y apedreaban. Señala
que es muy posible que los gentiles
sigan manteniendo un poco estas
prácticas, sobre todo en los lugares
más alejados de la civilización
Alfredo Ramírez, enfatiza que
la entrega de los sujetos que cometen
delitos de sangre opera también
como una especie de expulsión, pues
el mismo pueblo no los quiere por
violentos.
>>>Cuando un
indígena comete un
delito de sangre el
mismo gobernador
acude a las
autoridades a
entregar al acusado
A diferencia de los mestizos que
buscan siempre darle la vuelta al
pago, los rarámuri cumplen cabalmente
con las sentencias que se emiten
en los juicios tradicionales; en
definitiva no existe el incumplimiento,
subraya Jaime Enríquez.
Dentro de los juicios tradicionales
existe el mayora, que es una especie
de juez especial para los problemas
familiares, encargado de juzgar a los
niños y problemas matrimoniales,
explica el doctor Juan Luis Sariego.
Tepehuanes
Para hablar del sistema de justicia
tepehuana se tiene que empezar por
mencionar que tiene todo un sistema
de gobierno propio y complejo, enfatiza
la antropóloga Aida Isela González
Díaz, directora de Alianza Sierra
Madre, A.C.
El sistema de gobierno y de justicia
de los ódami es muy similar al
de los tarahumares. También tienen
la figura del gobernador o kaigi y
sonoana kiakami (segundo gobernador).
Los juicios son orales, públicos
y la reparación del daño es una constante
en las sentencias.
Sin embargo, existe una diferencia
importante pues los ódami sí
tienen un Estado. El Moyi o Capitán
General es la autoridad máxima, está
por encima de los gobernadores.
Una figura interesante del sistema
de justicia tepehuana es el oigarra
biakami o defensor, quien opera
como defensor público y sin él es
imposible que se realice el juicio. En
este sistema existe además la figura
del gibadami o castigador, quien se
encarga de ejecutar los veredictos.
La antropóloga de Alianza Sierra
Madre, A. C. puntualiza que los tepehuanes,
igual que los tarahumaras,
están muy conscientes y respetan la
interacción de dos sistemas de justicia,
el tradicional y el occidental, por
ello no juzgan delitos graves, lo que
ellos llaman hechos de sangre.
Igual que en el sistema rarámuri,
los niños pueden ser enjuiciados solo
que con el permiso del papá.
Los juicios se desarrollan a partir
del 9 de septiembre hasta un día
antes del jueves de Corpus, esto relacionado
con la siembra y con festejos
sagrados, pues consideran que
los pleitos afectan la armonía y traen
tensiones.
Isela González considera que
los sistemas de gobierno de los pueblos
indígenas han persistido y han
recuperado formas de organización
propias, a pesar de varios siglos de
colonización y de la imposición de
un modelo político hegemónico en
este país.
Enfatiza que reconocer los gobiernos
indígenas y sus sistemas de
impartición de justicia sería verdaderamente
reconocer la pluriculturalidad
de la nación mexicana.
“Creo que al sistema judicial le
ayudaría muchísimo que los sistemas
de impartición indígena estuviesen
reconocidos, porque les descargaría
muchísimo trabajo, está demostrado
que tienen capacidad para gobernarse,
capacidad para impartir justicia
y en consecuencia, coadyuvar en el
orden social, entonces al sistema de
justicia mexicano le ayudaría a descargar
trabajo en delitos menores que
son los que ellos juzgan”, subraya.
La antropóloga criticó que aún
no se ha aprobado una ley integral
de los derechos indígenas, requisito
indispensable para el reconocimiento
de sus derechos.
“La única limitación que debería
haber para reconocer el sistema del
derecho indígena sería la violación a
los derechos humanos, pero eso debe
ser para cualquier cultura y cualquier
sociedad”, concluyó.
Revista Especializada en el Nuevo Sistema de Justicia Penal
VEREDICTO / Año 1 • Número 12
11