Nº 4 - Octubre 2016

Esta es la historia de un grupo de hombres que de pronto
cumplieron un sueño que sólo unos pocos se habían atrevido a
soñar. En realidad, la construcción de la hazaña forma parte de
una sucesión de jugadores y técnicos que dejaron la piel durante
años para que el Futsal lograra hacerse un nombre dentro del deporte
argentino y, a su vez, para que Argentina pisara fuerte en
una disciplina totalmente polarizada por dos grandes potencias
mundiales: España y Brasil.
De la mano de Diego Giustozzi, el conjunto albiceleste dejó
su sello marcado. Más allá del típico exitismo argento, estos jugadores
encandilaron a propios y extraños por su convicción y su
estilo de juego. Justo cuando el caos institucional de la AFA se
lleva puesto todo a su paso, estos pibes lograron abstraerse y
construir su propia burbuja de ensueño.
También coronaron su meta levantando la Copa del Mundo
en Colombia porque nunca se los escuchó hablar en singular:
siempre en plural. Fueron un equipo, tan simple y complicado como
eso. Ojalá la revolución celeste y blanca haya llegado para
quedarse. Con juego, con trabajo y mucha hambre de gloria.
La emoción se cimienta en una verdadera hazaña sin precedentes,
que a partir de ahora marcará el camino para ir en busca
de más. ¿Qué más se puede pedir?, se preguntarán algunos. El
impulso no sólo se mide en títulos: ahora la meta es que el Futsal
llegue a los Juegos Olímpicos. La historia continuará.
Macarena Álvarez Kelly
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