Excodra XXVIII: La amistad

veces sobran dedos. Esos que conocen todos nuestros secretos susurrados a
media voz en largas noches de ron, al borde de lágrimas de risas o de tristeza.
Pocos, es cierto. Tan buenos que superan todas nuestras expectativas cuando
desolados llamamos a su puerta. Valientes, indómitos, constantes, acuden y
comparten con entusiasmo la descarga de nuestros azares, desventuras,
confidencias.
Círculo de fuerza que protege la vulnerabilidad que esconde el alma tras su
forjada fortaleza. Con ellos estamos seguros, su generosidad aumenta nuestras
defensas, chute de valor que aniquila incertidumbres, el miedo, la soledad, la
apatía.
Las malas rachas llegan a todos los jugadores en el póquer de la vida. Los
buenos amigos saben consolar de la pérdida cuando entra una mala mano, y
estallan de gozo en la celebración cuando ganamos la partida.
Qué bueno saber que están, a las duras y a las maduras. En épocas de
abundancia y escasez. Ellos. Los únicos. Fundamentales a lo largo de los años.
No importa el tiempo transcurrido, se reconocen en una mirada. Lazos
permanentes se restablecen con una palabra. Todo sigue igual.
Círculo de fuerza que se cierra con un abrazo. Energía. Pura energía.
MB