IAGO ASPAS

solicitaban jugadores para pruebas en el club
azulgrana y eso fue lo que le condujo hasta él.
“Hice unas pruebas, jugando partidos durante
una serie de sábados y, al final, Oriol Tort, que
era el responsable de la cantera, me llamó”.
Durante un tiempo Pablo Sanz albergó la
esperanza de alcanzar un puesto entre los mejores
del FC Barcelona y por ello luchó con
un denuedo comprensible. Tres temporadas
en el Barcelona Atlético en Segunda División
y una cesión al “Nastic” de Tarragona fueron
el preludio de un momento muy especial en
su vida y de una derivada Eque nadie podía
anticipar en aquellos momentos. Sanz desembarcó
en el Rayo Vallecano, procedente del
Barcelona Atlético en el mismo momento en
el que Julen Lopetegui lo hizo desde el F.C.
Barcelona. Esa casualidad marcaría mucho de
los rumbos de su vida. Incluso hoy.
El Rayo Vallecano de la temporada 1996/97
se abrió como una gran alternativa para Pablo
Sanz. Estaba en Madrid, pero no en el
primero, sino en el tercero. La vida no siempre
ofrece el primer nivel, aunque en Vallecas
”MI OBJETIVO NO
ES SER UN GRAN
ENTRENADOR,
NI EL MEJOR
SEGUNDO, SINO
QUE LO SEA
JULEN, QUE YA
ESTÁ ENTRE LOS
MEJORES DEL
MUNDO”.
viviera tiempos muy felices en lo deportivo
y, especialmente, en lo personal. Un día, una
periodista en prácticas en Tele K (la “tele”
del barrio), Ana Isabel Muela, fue a hacerle
una entrevista. Flechazo. No tardaron mucho
en casarse. Hoy son padres de dos hijos,
Hugo (11) y Leo (4). Ana Isabel sería, después
de aquellos pinitos en “Tele K”, colaboradora
en el programa de Ana Rosa Quintana
en Antena 3.
El Rayo durante siete años, y el CD Sabadell
y el Numancia durante uno cerraron el ciclo
de Pablo Sanz como jugador de fútbol. Había
sido media docena de veces internacional
“sub 18” con el inolvidable “Chus” Pereda en
una selección en la que coincidió, entre otros,
con Julen Guerrero, Javi de Pedro, Patri, Morales
y Javi Navarro. O sea: podía darse por
muy satisfecho. Había sido un medio centro
más que notable, con algunas de las maneras
que posteriormente señalarían a Sergio Busquets;
un futbolista con buen trato del balón
y una técnica más que notable, en los usos de
la escuela del F.C. Barcelona, pero tras pasar
por Soria había llegado el momento de cambiar
de rumbo. “Acabé mi carrera futbolística
más que satisfecho. El fútbol había sido mi
vida y disfrute en él de momentos muy grandes.
Conocía a tanta gente…”. Johan Cruyff
fue uno de los que conoció. El “Flaco” fue el
que le dio la ocasión de vestirse por primera
vez de azulgrana. Fue solo una, pero debió
saberle a gloria.
“No me hice entrenador por tener algo una
vez colgadas las botas”, me dice Pablo Sanz
cuando le pregunto si su nueva carrera fue
solo un acto rutinario, un algo así como ser
por ser. “El fútbol ha sido mi vida, reitero. Yo,
realmente creo que uno no puede acceder a un
puesto como el de entrenador sin sentirlo de
verdad y sin trabajar lo que requiere el cargo.
No vas a ser, en fin, entrenador por ser algo
en esta vida. Serlo conlleva mucho trabajo y
mucha dedicación”.
Consciente él de que estaba en situación
de responder a tales exigencias, Pablo Sanz
obtuvo el título. Dirigió al juvenil del Castelldefelds
en su debut y, después, fue segundo
de “Quique” Pérez en el primer equipo del
Cornellá (3ª División). Ahí le había llevado
su amigo Andrés Manzano, director técnico
del club entonces y aun ahora. Fue el segundo
de sus peldaños. El tercero de ellos, ser el
responsable de la selección catalana “sub 18”
durante dos años. Es en ese instante en el que
su vida profesional da un gran salto.
Un día, Pablo Sanz recibe una oferta tentadora.
“Me llamaron de Costa Rica para que
me hiciese cargo de la tardea de coordinador
de las selecciones menores y del equipo
olímpico “sub 23” que iba a disputar los
Juegos Olímpicos”. Pablo Sanz muestra un
recuerdo extraordinario por aquella época.
“Me encontré con una gran Federación, con
gente amabilísima, trabajadora, ilusionada y
preparada. Me encontré, en fin, con un ambiente
de lo más grato y me sirvió de mucho
en lo profesional y en lo personal”. Firmó
por tres años, pero después de dos el Oporto
(el Porto, dice él, utilizando el portugués) se
cruzó en su camino.
Julen Lopetegui y Pablo Sanz se habían hecho
muy buenos amigos en el Rayo Vallecano,
en el que permanecieron juntos cinco años.
La afinidad entre ambos fue tal que compartían
habitación en los desplazamientos, algo
inusual cuando se habla de guardametas, que
por norma casi solo suelen hacerlo con otros
porteros. Cosas del puesto, suponemos. O de
la especialidad. El caso es que esa especie de
tabú existente se rompió, naciendo unos lazos
fortísimos que hoy son más visibles que
nunca. Cuando Lopetegui se fue al Oporto
(o Porto) llamó a Sanz para que lo hiciera
con él. En la norteña ciudad de Portugal, ambos
se encontraron con lo que Pablo llama
“un ambiente muy exigente surgido de una
historia muy exigente y plagada de éxitos”.
“El Porto (Oporto) es como el Real Madrid
o el Barcelona en España. Un club “top”, que
cuenta con unas formidables instalaciones,
una tradición envidiable, una formidable afición…y,
naturalmente, una tremenda responsabilidad
por lo que suponen la institución y
sus seguidores”.
En Oporto, no obstante, las cosas no acabaron
saliendo como todos esperaban y después
de una campaña el sueño se fue al traste. Lo
que parecía un serio traspiés acabaría convirtiéndose,
sin embargo, en un golpe de fortuna.
La salida de Vicente del Bosque y de su grupo
de la RFEF les abrió a ambos un escenario en
el que probablemente los dos pensaron, pero,
quizás, también, como una alternativa no fácil
de concretar. Una vez confirmado, Pablo
Sanz se convierte en segundo de Julen Lopetegui,
es decir, en el segundo de los seleccionadores
nacionales de la RFEF. ¿Le resulta
fácil continuar así? ¿Qué debe hacer, en fin, el
ayudante del seleccionador responsable? ¿Es
un simple formulismo o algo más?
Pablo Sanz no tiene dudas al respecto y la
conclusión que obtengo, tras una charla de
casi hora y media, es que estamos ante un
entrenador que no goza de gran popularidad,
que pasará inadvertido por la calle y sobre el
”LA PRIMERA
MISIÓN DE UN
AYUDANTE ES
CONOCER A SU
SUPERIOR, SABER
POR DÓNDE
QUIERE IR, PERO,
TAMBIÉN, SER
SINCERO CON
ÉL, DICIÉNDOLE
LO QUE UNO
PIENSA EN LO
DEPORTIVO… Y EN
LO PERSONAL”.
que no se volcarán los focos, ni los flashes, ni,
mucho menos, las alfombras rojas, pero, no
nos equivoquemos, no ante un profesional de
perfil bajo. No lo es ni por lo que dice, ni por
lo que hace, en lo que cree firmemente. “La
misión de los que estamos con Julen es la de
hablar, la de opinar, la de aportar cosas, que
es, por otro lado, lo que hacemos. A Julen le
gusta trabajar en equipo”.
Pero, ¿significa eso que se comparten ideologías,
métodos de trabajo…? Es de suponer
que sí. “Naturalmente, afirma Pablo Sanz,
porque no cabe pensar en otra cosa. Podemos
discutir aspectos, pero en lo esencial la
filosofía de Julen es de la que participamos
todos los que formamos parte del grupo. Él
estuvo con Cruyff; yo estuve con Cruyff…
Tenemos esa influencia, la del buen trato del
balón, la del toque, la de las transiciones rápidas,
la de los contragolpes veloces, aunque,
fundamentalmente, lo que pretendemos
es tenerlo todo, dominar todas las facetas y
ser protagonistas del juego mediante el dominio
del balón”.
Le pregunto a Pablo si además de las
comprensibles y mencionadas afinidades
un “segundo” ha de ser dócil. No hay en el
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