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Huellas en la medicina<br />

VMÑ<br />

participó, siendo parte de innumerables procedimientos quirúrgicos en los que compartía<br />

visiones con sus colegas cirujanos, manteniendo siempre una buena relación en la<br />

búsqueda de soluciones ante los desafíos que imponía cada caso. “Debe existir cierto grado<br />

de preparación en la anestesia y las transfusiones. Por ejemplo, en el caso de un enfermo<br />

grave o accidentado hay que sacarlo del shock, ponerlo en condiciones para que sea anestesiado”,<br />

precisa el Dr. Sobarzo, recordando sus días de turnos y pabellones.<br />

Hoy, cuando ha cumplido 5 años de jubilado, lo sorprenden los adelantos de los que ha<br />

podido ser testigo por las décadas de trabajo, como las complejas operaciones en el área<br />

de la neurocirugía y los trasplantes, a lo que se suman los cambios en la forma de preparar<br />

una intervención. “Antes se intensificaba la potencia de la anestesia, ahora se usan además<br />

relajantes musculares por lo que se logra en el paciente anestesiar y relajar”.<br />

Sin embargo, lo que no ha cambiado es su fraternal relación con la familia hospitalaria,<br />

que lo ha reconocido en distintos momentos de su trayectoria. “Desde que empecé<br />

a ejercer tengo muy buenos amigos doctores, además el personal me quería mucho;<br />

siempre me han demostrado su cariño y amistad”.<br />

Reconocimiento del Colegio Médico a sus 60 años<br />

de trayectoria médica.<br />

Una historia sorprendente<br />

“Siento un tremendo cariño por la profesión, me ha permitido<br />

salvar vidas en el pabellón y fuera de él”, precisa el Dr. Sobarzo<br />

recordando sus años de ejercicio en la medicina. Y en ellos hay una<br />

experiencia única, que como él dice es para una novela. Una ocasión<br />

en que su intuición médica se sobrepuso a todo diagnóstico<br />

y salvó una vida.<br />

Aquella vez el pabellón lo citaba para la intervención de una mujer<br />

que tenía un gran tumor uterino. Sin embargo, al Dr. Sobarzo le<br />

llamaba la atención el color y la forma del tumor. Por ello, cuando<br />

lo extrajeron no dudó en realizar una acción fuera de pronóstico.<br />

“Le pedí un bisturí a mi ayudante a cargo, realicé una incisión<br />

en el tumor y salió una guagua. Comencé a realizar maniobras de<br />

resucitación para que le llegara oxígeno a los pulmones. Nada al<br />

principio, pero insistí, insistí. De pronto la guagua se puso rosada<br />

y con el fonendo confirmé que tenía latidos. Lloró y certifiqué que<br />

estaba viva”, recuerda con emoción. “Esa es la más bonita de mis<br />

anécdotas. La más importante”.<br />

Unos años después lo visitó el matrimonio con el niño, que ya<br />

contaba con unos cinco años. “Me dijeron ´aquí está el niño que<br />

salvó´. Fue una emoción tan grande”. Luego pudo verlo otra vez,<br />

cuando ya comprendía quién era él y el rol tan importante que jugó<br />

en su vida, más bien, en el comienzo de su vida. “Pasó el tiempo y<br />

me lo trajeron de nuevo y el niño me miró con otros ojos, como si<br />

viera a Cristo”, señala enternecido. Hoy sabe que es taxista y vive<br />

en Chillán. Quizás más de alguna vez se han encontrado.<br />

Por ello, es categórico al momento de señalar lo que todo médico<br />

debe tener presente al ejercer su profesión. “No hay que<br />

perder nunca la idea que uno está comprometiéndose con vidas<br />

humanas. Siempre uno debe considerar primero al ser humano.<br />

Por ningún motivo correr un riesgo en el que se pierda una vida, la<br />

misión es disminuir o evitar los dolores”.<br />

El arte en la vida<br />

El Dr. Romilio Sobarzo decidió construir su historia<br />

profesional y personal en Chillán. Hoy vive con su<br />

hijo Aquiles en el corazón de la ciudad, destacando<br />

todas sus bondades, confirmando la convicción de<br />

su historia en estas tierras. “De Chillán me gusta la<br />

tranquilidad, la hermosura de sus plazas, la amabilidad<br />

de sus habitantes además de la simpatía y belleza de<br />

sus mujeres”, señala con una sonrisa innegable, que<br />

confirma su alegría, una de las características con las<br />

que se autodefine. “Soy un hombre alegre, un hombre<br />

normal, un poquito demasiado admirador de la figura<br />

femenina”.<br />

En su perfil también aparece la sensibilidad artística,<br />

que ha encontrado espacio en la ciudad, inspirando<br />

diversas obras. “De niño me gusta la pintura. Tengo<br />

cuadros en mi casa, inclusive me atreví a pintar una<br />

réplica de La Gioconda de Da Vinci. Tomé las medidas<br />

exactas de la obra que está en el Louvre”.<br />

Pero no sólo los pinceles transmiten su mirada, sino<br />

que además están las letras. “Me gusta la literatura,<br />

me fascina escribir cuentos”, comenta, recordando su<br />

participación en concursos literarios, en los que ha<br />

resultado galardonado. Una afición que posiblemente<br />

provenga de su padre, de quien heredó el nombre,<br />

pues era periodista y amante de los libros.<br />

Premiación en concurso literario<br />

Revista Vida Médica Ñuble Mayo 2017 N°4<br />

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