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-Muy bien. –respondió y echó la carnada. –Mira, traje pastelitos<br />
para el mate. Veamos si encontramos un lugarcito por ahí.<br />
-Bueno, yo… - yo no sabía cómo negarme, en mi cuna solamente<br />
me enseñaron a ser respetuoso y amable con la gente y<br />
más con una mujer por ser el género débil y opuesto, por eso<br />
admití y dije que sería por un ratito.<br />
Buscamos un lugar más espaciado por ahí, yo la seguía a<br />
ella. De atrás se veía bronceada. Era recta de espalda y tenía<br />
la cola redondita como dos tomates y no era que se diga una<br />
gran cola. Lo que me daba escalofrío y mucho, eran sus piernitas<br />
largas y finas. Encima media un metro setenta como yo. Si<br />
tuviese que definir que me gustaba de ella, diría sus cabellos<br />
lacios, sus ojos azules y su sonrisa que era espléndida, después...<br />
después no había más nada para destacar.<br />
Nos sentamos en la arena y mientras ella hablaba, yo me<br />
entretenía mirando la gente, sobre todo la femenina que abundaba<br />
para todos los gustos.<br />
Al mediodía ya se hacía imposible estar ahí sin que alguien<br />
te pisase o tocase. Decidí alzar vuelo y ella preguntó por qué:<br />
-Hay mucha gente.<br />
-Sí, tienes razón. –acordó y se puso el short, la remera, juntó<br />
sus cosas en un bolso y me siguió como un perrito faldero.<br />
-¿A dónde vas? –pregunté cuando hice unos cuantos metros.<br />
-A cualquier lado. –respondió con una carita de pena que me<br />
clavó cierta culpabilidad.<br />
Para sacarme esa espina hube de proponer:<br />
-¿Quieres comer pizza?<br />
-¡Me encanta la pizza! –y se le iluminó la cara, la sonrisa y<br />
sus ojos azules de mar. Y ahí mismo me dije que no tenía nada<br />
que perder y que en esta ciudad nadie me conocía.<br />
Yo devoré cinco porciones y ella tan sólo una. Por eso estaba<br />
tan esquelética.<br />
-¿Tienes familia? –preguntó en un momento dado.<br />
-Sí, mis padres y el Falcón. –me salió Falcón de la nada.<br />
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