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-Como quieras. –dijo ella sin ningún temor ni consideración a<br />
lo duro de mi advertencia.<br />
-¡Vos y tu amiguito no saben con quien se metieron! –<br />
expresé entre dientes apretados como que tenía bronca y buscaba<br />
venganza.<br />
-Sí, con un manda <strong>parte</strong>. –dijo muy suelta de lengua y puso<br />
los pies sobre el tablero.<br />
-¡Baja esos pies de ahí! –hube de gritar con vos agria y grave<br />
y así lo entendió porque los bajo enseguida.<br />
Bruscamente detuve el auto en medio de la ruta donde no<br />
pasaba ni el loro.<br />
-¡Baja de inmediato! –ordené y le apunté con el arma la cara.<br />
-¿Me vas a matar acá? –preguntó viéndome sin miedo.<br />
-¡Sí, abajo! –afirmé sin dejar de apuntarle.<br />
-Para matar se necesitan agallas. –sostuvo ella sin que se le<br />
moviese un pelo y encima mascaba chiclé.<br />
-Mira. Te lo diré una…<br />
No sé cómo sucedió pero el arma se disparó sola y la bala<br />
no la tocó, pero le pasó rosando la nariz y salió por la ventanilla<br />
abierta hacia el campo. Ella quedó pálida del susto y yo me estremecí<br />
de pie a cabeza. Nos miramos un lapso de tiempo como<br />
diciéndonos ¿Qué fue lo que ocurrió?<br />
-Yo no quise… -traté de decir.<br />
-¡Asesino! –me gritó a la cara. -¡Casi me matas! ¡Loco de<br />
mierda!<br />
-Se disparó sola. –confesé la verdad.<br />
-¡Si, claro! –dijo y se bajó del auto muy ofuscada que le dio<br />
soberano portazo al Falcón y por esa sola acción merecía que<br />
le desarrajara un tiro.<br />
Furiosamente arranqué y me fui. Hice unos cuantos kilómetros<br />
y el corazón no dejaba de latir a descontrol. No podía dejar<br />
de pensar que si la bala le daba en la cara, no solamente la<br />
mataba, sino que hubiese sido de mí y de mi Falcón. Habría<br />
sangre por todas <strong>parte</strong>s.<br />
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