Revista2018

INTERÉS TURÍSTICO NACIONAL
MÉRIDA I Semana Santa 2018
ARTÍCULOS
partir este año». De igual modo hace
constar la licencia que el monarca le
había concedido «p(ar)a poder llevar
dos Religiosos de su orden…y diez y
seis criados». De estos criados (no en
el sentido en que lo entendemos hoy),
dos eran parientes directos suyos: don
Fernando de Vera y Zúñiga, sobrino, y
don Diego de Vera y Alvarado, ambos
«naturales de Mérida».
Una vez cumplido el viaje en el
galeón, travesía que se nos antoja
fatigosa por la duración y condiciones
–emprendió viaje el 14 de agosto de
1629, llegando a su Iglesia el 6 de
junio de 1630–, tomó posesión del
Obispado el 26 de agosto de 1630,
aposentándose primero en sede
temporal y, a partir de 1632, en la que
habría de ser su residencia definitiva,
una casa señorial levantada en el siglo
XVI, con patio de piedra y ladrillo, en
la que excavaciones recientes han
sacado a la luz el escudo arzobispal
que campeó en su fachada. No
debió ser fácil el ministerio en tierras
peruanas, pues don Fernando
tuvo que intervenir en disputas de
tipo teológico, disciplina en la que
era muy versado, y protocolarias,
como la sostenida con el limeño
Fray Bernardino de Salinas, nieto
de conquistadores, al que acusó de
alborotador e irrespetuoso por haber
predicado desde el púlpito contra
los abusos de que eran víctimas los
indios, y reclamar la precedencia
en los oficios y en las gracias de los
españoles europeos frente a los
naturales, algo que en la mentalidad
aristocrática de nuestro protagonista
era poco menos que anatema.
Durante su etapa en el Virreinato, en
más de una ocasión se acordaría de
su ciudad natal, y quiso obsequiar
a la parroquia en la que en su niñez
y juventud asistiría con asiduidad
en compañía de sus familiares, con
un regalo de postín, con el que el
fervor eucarístico expresaba sus
sentimientos de adoración y gratitud
hacia Dios. La procedencia y el
comitente de tan preciado presente
para la Iglesia emeritense en general,
y para la de Santa María en particular,
nos ha sido dado a conocer merced
a una copia de mano del escribano
don Nicolás Díaz Cambero, fecha y
firmada en Mérida en 5 de octubre
de 1735, realizada para preservar su
contenido ya que el original estaba en
tan mal estado que corría el riesgo de
perderse. La transcripción dice así:
«Nos D. Fr. Fernando de Vera por la
gracia de Dios y de la Santa Sede
Apostólica Arzobispo-Obispo de
Cuzco, del Consejo de Su Majestad…
por la presente certificamos a todos
los que la presente vieren, que
habemos dado y entregado al Dr. D.
Juan Machado, presbítero de nuestro
Obispado, que está para hacer viaje
a los Reinos de España en la armada
de este año un cáliz y patena de oro
de Carabaya, quintado y marcado,
para que lo lleve a los dichos Reinos
de España y lo dé y lo entregue a la
iglesia mayor de la ciudad de Mérida
en honor del nombre para que con
él se diga misa en ella y para el
dicho afecto de entregarlo se dé a
Bernabé Moreno de Vargas, regidor
perpetuo de la dicha ciudad, de los
que nos otorgó recibo y fletamiento
en esta ciudad a 26 días del mes de
enero de este presente año ante José
Navarro, el cual caliz y patena de oro
pesan doscientos treinta y tres pesos
de oro, después de quintado, como
consta por el testimonio del quinto
que le entregamos, está consagrado
por nuestras manos y con él hemos
celebrado misa.
FIGURA 3: Pie del cáliz con detalle del escudo familiar. Foto C. de la Barrera Alvarado.
FIGURA 4: Cruz de Santiago grabada en el cáliz. Foto C. de la Barrera Alvarado.
19