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INTERÉS TURÍSTICO NACIONAL<br />
MÉRIDA I Semana Santa 2018<br />
ARTÍCULOS<br />
EL ESCÁNDALO DEL SUFRIMIENTO,<br />
DEL MAL Y DE LA INJUSTICIA PONEN<br />
A PRUEBA LA FE DEL CREYENTE<br />
Puri Contreras López<br />
“¿Por qué prosperan los impíos y<br />
viven tranquilos los traidores?”.<br />
(Jer. 12, 1-3).<br />
La realidad del mal, del dolor, del<br />
sufrimiento, de la muerte y de la<br />
injusticia que parecen agredir y<br />
ensañarse con los justos, ha sido<br />
siempre una piedra de escándalo<br />
para el creyente. Siempre hemos<br />
oído los siguientes interrogantes:<br />
si Dios es bueno, ¿por qué existe<br />
el mal? Si Dios es Padre ¿cómo<br />
permite enfermedades horribles y<br />
la muerte de niños inocentes y de<br />
hombres buenos? Si Dios es justo<br />
¿porqué yo que me mato estudiando<br />
y escasamente apruebo y en cambio<br />
otros que no dan ni golpe y se<br />
comportan fatal tienen mejores notas<br />
y les va mejor que a mi?<br />
Son preguntas que la humanidad<br />
creyente e increyente se ha planteado<br />
desde siempre y a las que con suma<br />
dificultad somos capaces de dar<br />
respuesta.<br />
En el Antiguo Testamento, sobre todo<br />
en los libros sapienciales (Sabiduría,<br />
Job, Eclesiastés, eclesiástico y<br />
Proverbios) uno de los problemas<br />
fundamentalmente abordados es el<br />
de la retribución o recompensa según<br />
la conducta de cada individuo, a saber:<br />
la bondad o maldad de cada hombre<br />
tiene repercusión en el colectivo al<br />
que pertenezca y en la posteridad<br />
(descendientes). También los sabios<br />
reflexionaron sobre la retribución<br />
individual: según ellos cada persona<br />
recibe en vida la recompensa<br />
adecuada a su conducta, por lo tanto<br />
a los buenos tendría que irles bien<br />
y a los malos mal. Sin embargo la<br />
experiencia desmiente a diario este<br />
principio y el mismo profeta Jeremías,<br />
al respecto, se queja del escándalo<br />
que supone en tantas ocasiones la<br />
prosperidad de los malvados.<br />
El autor del Eclesiastés se hace<br />
eco del mismo problema y da un<br />
paso más: aunque el justo recibiera<br />
bienes, tal recompensa no sería<br />
proporcionada al esfuerzo del<br />
hombre por conseguirla, ni daría<br />
plena satisfacción a los anhelos<br />
profundos del ser humano que no<br />
pueden circunscribirse sólo al ámbito<br />
material y físico. En el fondo ambos<br />
libros se mueven dentro del concepto<br />
de la retribución en este mundo y no<br />
atisban nada más allá de la muerte.<br />
Este problema ―la recompensa del<br />
individuo más allá de la muerte―,<br />
no comienza a tener algún viso de<br />
solución hasta llegar a la luz de las<br />
nuevas ideas sobre la inmortalidad<br />
y la resurrección que hacen actos<br />
de presencia durante las guerras<br />
macabeas y encuentran su ulterior<br />
formulación en el libro de la Sabiduría<br />
(cf. Sb. capítulos 1 al 5). Pero como<br />
decimos la solución definitiva llegará<br />
ofrecida en la vida, pasión, muerte y<br />
resurrección de Jesucristo, el justo<br />
inocente condenado a muerte inicua.<br />
Hay personajes en el Antiguo<br />
Testamento que por su elección,<br />
actuar y sufrimiento, se nos muestran<br />
como ejemplo y a los que podríamos<br />
contemplar como imágenes<br />
imperfectas de lo que habría de<br />
ser la realidad de Cristo. Vamos a<br />
detenernos en uno de ellos porque en<br />
su vida el sufrimiento, el dolor y el mal<br />
que experimentó, le hicieron dirigirse<br />
a Dios para pedirle explicaciones del<br />
por qué de su situación. Se trata de<br />
Job.<br />
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