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Edición 10 de marzo de 2018

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Viene <strong>de</strong> página 3/<br />

el pensamiento <strong>de</strong> Weil sostiene que la situación<br />

<strong>de</strong> la <strong>de</strong>sdicha supone un punto <strong>de</strong> partida<br />

esencialmente fecundo para que el ser humano<br />

sea consciente <strong>de</strong> su “ser en el mundo”, es <strong>de</strong>cir,<br />

<strong>de</strong> su situación existencialmente carenciada,<br />

precaria, marginada, pero por ello mismo<br />

llamada a comprometerse con la posibilidad <strong>de</strong><br />

transformar esa realidad.<br />

En sus escritos, Weil no sostiene en modo alguno<br />

que el sufrimiento pueda ser sólo material o<br />

sólo espiritual. Pues tal separación, cuyas raíces<br />

epistemológicas pue<strong>de</strong>n rastrearse hasta la<br />

filosofía platónica que separa el mundo material<br />

<strong>de</strong>l mundo <strong>de</strong> las i<strong>de</strong>as, supone falsear <strong>de</strong> raíz la<br />

naturaleza <strong>de</strong>l mundo humano. El ser humano<br />

es al mismo tiempo entidad material, corpórea,<br />

y entidad espiritual, trascen<strong>de</strong>nte. De ahí, que<br />

el sufrimiento <strong>de</strong>l espíritu encuentre siempre un<br />

asi<strong>de</strong>ro material, y que el sufrimiento corporal,<br />

mucho más patente, sea un medio <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sdicha<br />

<strong>de</strong>l espíritu.<br />

Sin embargo, la <strong>de</strong>sdicha encuentra en Weil<br />

una asunción positiva. En consonancia con los<br />

planteamientos <strong>de</strong> la mística cristiana tradicional<br />

–como los <strong>de</strong>l maestro Eckhart o los <strong>de</strong> San Juan<br />

<strong>de</strong> la Cruz-, la <strong>de</strong>sdicha, por más que suponga la<br />

patencia <strong>de</strong> la “noche oscura” <strong>de</strong>l mundo a la que<br />

se enfrenta el alma <strong>de</strong>l creyente, es el punto <strong>de</strong><br />

partida para la búsqueda <strong>de</strong> la divinidad y <strong>de</strong> la<br />

trascen<strong>de</strong>ncia. Es en esa oscuridad <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sdicha<br />

en don<strong>de</strong> al ser humano le es posible ver la luz<br />

<strong>de</strong> la trascen<strong>de</strong>ncia como esperanza y, con ello,<br />

empren<strong>de</strong>r su búsqueda que es la búsqueda <strong>de</strong> la<br />

re<strong>de</strong>nción.<br />

A manera <strong>de</strong> conclusión<br />

Como se ha tratado <strong>de</strong> mostrar, la obra <strong>de</strong><br />

Simone Weil posee varios elementos que pue<strong>de</strong>n<br />

ser aprovechados en la actualidad tanto por la<br />

ciencia social crítica, como por la filosofía y por<br />

las comunida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> fe. Ello obe<strong>de</strong>ce no sólo a<br />

que el mundo, la realidad y el ser humano, siguen<br />

enfrentados a cuestiones que ya la misma Weil<br />

problematizó, sino también porque algunos <strong>de</strong><br />

sus puntos <strong>de</strong> vista, algunos <strong>de</strong> sus hallazgos,<br />

pue<strong>de</strong>n aportar a la asunción crítica y humanista<br />

<strong>de</strong> la política, <strong>de</strong>l conocimiento y <strong>de</strong> la fe.<br />

Esto significa, entre otras cosas, que estos<br />

ámbitos <strong>de</strong> la praxis humana tengan como<br />

principio y como finalidad la dignidad <strong>de</strong>l ser<br />

humano, es <strong>de</strong>cir, que esta dignidad sea el centro<br />

a partir <strong>de</strong>l cual se estructuren y funcionen. Sólo<br />

la asunción <strong>de</strong> la dignidad <strong>de</strong>l ser humano, que<br />

se vuelve crítica en la situación <strong>de</strong>l sufrimiento y<br />

la <strong>de</strong>sdicha, pue<strong>de</strong> hacer asequible la experiencia<br />

<strong>de</strong> la divinidad; es <strong>de</strong>cir, sólo por el compromiso<br />

radical <strong>de</strong>l ser humano con sus semejantes es que<br />

éste pue<strong>de</strong> dar cuenta <strong>de</strong> la trascen<strong>de</strong>ncia en y<br />

hacia Dios, casi in<strong>de</strong>pendientemente <strong>de</strong> que este<br />

dios sea el dios cristiano o no.<br />

La vida <strong>de</strong> Simone Weil es testimonio <strong>de</strong> que<br />

el compromiso cristiano es, antes que nada, un<br />

compromiso ético con la humanidad. Y no con<br />

cualquier humanidad sino <strong>de</strong> forma prioritaria<br />

con aquella parte <strong>de</strong> la humanidad que sufre,<br />

que vive en la <strong>de</strong>sdicha y que, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> ahí, busca<br />

las posibilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> emanciparse y <strong>de</strong> realizarse<br />

como seres humanos. Este compromiso es radical<br />

también porque no escatima esfuerzos físicos,<br />

corporales, incluso a costa <strong>de</strong> la propia vida, para<br />

hacer patente que la opción preferencial <strong>de</strong> la fe<br />

<strong>de</strong>be situarse materialmente con aquellos que<br />

sufren.<br />

| Cuento |<br />

(Viernes <strong>de</strong> Lázaro: 23 <strong>de</strong> <strong>marzo</strong> <strong>de</strong><br />

2007)<br />

«Venía entonces <strong>de</strong>l pueblo un caminito<br />

entre la viña, entre los olivares; bajaba<br />

y subía<br />

por los barrancos, se perdía en una<br />

revuelta y,<br />

<strong>de</strong> pronto, otra vez la alegría tan buena<br />

<strong>de</strong>l camino.»<br />

Gabriel Miró, Años y leguas.<br />

JULIO CÉSAR ORELLANA<br />

RIVERA,<br />

Escritor<br />

Volví mis pasos a la casa<br />

<strong>de</strong>l tío Isabel, antes <strong>de</strong><br />

mi abuela Petrona. El<br />

camino empedrado,<br />

lleno <strong>de</strong> polvo. Cualquier<br />

vehículo maleducado le <strong>de</strong>ja a uno cara<br />

<strong>de</strong> payaso. Abordando un pick up podría<br />

haber abreviado la distancia, pero opté<br />

por estirar las piernas. Quería observar<br />

<strong>de</strong>tenidamente el paisaje rústico que la<br />

Naturaleza me ofrecía y succionar con<br />

mis fosas nasales ese aire cien por ciento<br />

puro, que sólo en el campo transita<br />

y generoso, ofrece al transeúnte. La<br />

nostalgia, como un tumbo me revuelca<br />

los sesos y recuerdo con más odio que<br />

alegría los sinsabores y amores pasados.<br />

El tigüilote <strong>de</strong> ramaje triste y fruto<br />

blanquecino que simula fruto <strong>de</strong> la vid. El<br />

camposanto a mi flanco izquierdo, cuya<br />

existencia era inconcebible por aquellos<br />

años pero que, misericordioso supo dar<br />

refugio perpetuo a mi excompañero <strong>de</strong><br />

escuela, Mariano Martínez, víctima <strong>de</strong>l<br />

terremoto <strong>de</strong>l diez <strong>de</strong> octubre y <strong>de</strong> los<br />

malditos escombros <strong>de</strong>l Rubén Darío.<br />

La clínica a mi flanco <strong>de</strong>recho no sé si<br />

da consultas como antes, sólo un día<br />

a la semana. Pronto me encuentro con<br />

un tramo pavimentado, mísero diría yo,<br />

para los tres kilómetros <strong>de</strong> calle <strong>de</strong>snuda<br />

y polvorienta que continúan y parecen<br />

no tener fin; me sorpren<strong>de</strong> ver unos<br />

quinientos metros más a<strong>de</strong>lante una valla<br />

anunciando el proyecto: «Empedrado y<br />

concreteado <strong>de</strong> calle Los Copinoles,<br />

cantón Valle Nuevo”, cuyo costo es<br />

superior a los doce mil dólares. Y la<br />

muletilla: «Tus impuestos invertidos en<br />

buenas obras.» Y la interrogante cae <strong>de</strong><br />

sopetón: ¿Quién, con dinero ajeno va<br />

a invertir en buenas obras? Realmente<br />

da pena y pienso que esos fondos sólo<br />

sirvieron para engordar los bolsillos <strong>de</strong>l<br />

funcionario <strong>de</strong> turno.<br />

Mis huellas siguen mi marcha. Observo<br />

cómo la vieja ceiba, más vieja aún,<br />

espera mis pasos. Veo hacia abajo y<br />

sobre el camino payaso <strong>de</strong> estos días<br />

<strong>de</strong> canícula, me miran (y se miran) con<br />

ojos domésticos un gallo y un perro,<br />

como preguntándose por la i<strong>de</strong>ntidad<br />

<strong>de</strong>l transeúnte. En mi andar, el vecino<br />

más próximo es un conacaste centenario<br />

<strong>de</strong> raíces enormes que parecen lagartos<br />

asoleándose. Un cerco <strong>de</strong> púas divi<strong>de</strong><br />

esta parcela con la <strong>de</strong> don Ezequiel, un<br />

hombre alto y chele, cuya arma más<br />

po<strong>de</strong>rosa no era el voto sino una hoja<br />

Viernes <strong>de</strong><br />

Cuaresma<br />

negro<br />

larga y <strong>de</strong>lgada parienta <strong>de</strong> la espada samurái.<br />

A un lado y a otro <strong>de</strong>l camino encuentro<br />

iglesias <strong>de</strong> distintas <strong>de</strong>nominaciones en franca<br />

competencia por ganar ovejas <strong>de</strong>scarriadas (o<br />

<strong>de</strong>scarriladas); a la ermita <strong>de</strong> Nuestra Señora<br />

<strong>de</strong> Fátima ya la sacaron <strong>de</strong>l camino, y por lo<br />

que percibo compite con pocas almas.<br />

Me aproximo a la casa <strong>de</strong> la niña Reyes y <strong>de</strong><br />

don Gerardo: ambos eran dueños <strong>de</strong> varios<br />

miles <strong>de</strong> colones, una tienda, tierras, ganado<br />

vacuno y <strong>de</strong> un hijo bastante zonzo con cara<br />

y nombre <strong>de</strong> apóstol: Felipe. La niña Reyes,<br />

don Gerardo y Porfirio (otro <strong>de</strong> los conocidos),<br />

eran los Rockefeller <strong>de</strong>l Valle Nuevo. De la<br />

mamá y <strong>de</strong>l papá <strong>de</strong> Felipe me cuentan que<br />

se fueron <strong>de</strong> viaje para el cementerio, y <strong>de</strong>l<br />

hijo que, habiéndose integrado a la Guardia<br />

Nacional, un día sacó a punta <strong>de</strong> pistola a<br />

varios ladrones que intentaron hurtar en la<br />

tiendita. Para proteger ese triunvirato <strong>de</strong><br />

sociedad que se llama «tienda» colocó material<br />

explosivo en los contornos <strong>de</strong> la vivienda,<br />

pero en el manipuleo, uno <strong>de</strong> ellos le salpicó<br />

el cuerpo <strong>de</strong> esquirlas, y muy molesto porque<br />

la bomba explotó en un momento inoportuno,<br />

agarró sus maletas y fue él quien primero se<br />

marchó a la ciudad <strong>de</strong> los calvos. De Porfirio<br />

nada pregunté.<br />

Seguí avanzando, y esta vez encontré a mi<br />

<strong>de</strong>recha la casa <strong>de</strong> Isabel, una chica <strong>de</strong> la cual<br />

me enamoré perdidamente y hasta le escribí<br />

diciéndole que era mi consuelo y mi refugio,<br />

que sin ella no podía vivir; pero como al reo<br />

que <strong>de</strong> nada le sirve su propia confesión quedé<br />

con<strong>de</strong>nado a la soledad, porque su novio se<br />

llamaba Fernando, un tipo feo, bigotudo,<br />

con cabello <strong>de</strong> puerco espín, mayor que<br />

mis catorce años <strong>de</strong> vida y con un grado<br />

académico <strong>de</strong> igual tenor. Esto me lo<br />

contestó con una caligrafía que pareciera<br />

haberla escrito con los pies.<br />

Otro avance, otro rótulo. Proyecto:<br />

«Reconstrucción <strong>de</strong> tramo calle Los<br />

Copinoles, cantones Valle Nuevo —<br />

Planes <strong>de</strong> Las Delicias.» ¡Qué barbaridad!<br />

La misma chambonada, pero esta vez<br />

el doble <strong>de</strong> pavimentación y el treinta y<br />

ocho punto setenta y uno <strong>de</strong> incremento<br />

porcentual en el monto respecto al primer<br />

proyecto. Esta vez la muletilla es más<br />

sugestiva: «Manos a la obra por nuestra<br />

comunidad.» Pero alguien con dos <strong>de</strong>dos<br />

<strong>de</strong> frente pue<strong>de</strong> reflexionar que a esa<br />

«gran» obra le quedó chiquito el milagro.<br />

Más a<strong>de</strong>lante la casa <strong>de</strong>l tío Isabel<br />

lindando con el terreno patronímico <strong>de</strong><br />

los Baires, antes habitada por Consuelo, la<br />

niña Fina, Jorge, la Nuria, Ovidio, Wil y el<br />

chele Villo. Hoy la casa ya no es una fiesta:<br />

unos se fueron para San Salvador, otros<br />

para el país <strong>de</strong>l «Gran Hermano;» otros<br />

se quedaron, como el chele Villo, único<br />

morador <strong>de</strong> la casa solariega y la niña Fina<br />

que se arraigó al sepulcro.<br />

Subo la cortísima pendiente <strong>de</strong> la casa<br />

familiar. Me reciben miradas distintas,<br />

<strong>de</strong> perros distintos que ni aún conociendo<br />

el alfabeto me ayuda a <strong>de</strong>scifrar el<br />

nombre que cada uno lleva en su ánima.<br />

La geografía es distinta, los árboles que<br />

<strong>de</strong>coran el paisaje campestre, también.<br />

El mamonero <strong>de</strong> tupido follaje prodiga<br />

frondosa sombra en estos días <strong>de</strong> intenso<br />

calor. Los tamarindos que pequeños<br />

<strong>de</strong>jé, ahora son adultos y <strong>de</strong> sus ramas<br />

cuelgan con abundancia el ácido fruto que<br />

apetitosamente requieren en su mesa las<br />

amas <strong>de</strong> casa; el jocotal <strong>de</strong>snudo <strong>de</strong> hojas<br />

y los anonáceos ya no existen.<br />

En lugar <strong>de</strong> una sola edificación encuentro<br />

tres. Saludo primero a la niña Tancho<br />

y a otras personas que están en el patio;<br />

sigo hacia el corredor e idéntico gesto<br />

me acompaña. Echo una mirada al cuarto<br />

principal, y <strong>de</strong> reojo veo que mi tío aún no<br />

se levanta: una sábana blanca lo envuelve<br />

<strong>de</strong> pies a cabeza. Pregunto por mis otras<br />

primas y me señalan el patio, exactamente<br />

hacia el lado contrario <strong>de</strong> la niña Tancho.<br />

Aparecen a mi vista, Elsa, la mayor <strong>de</strong>l<br />

clan Rivera–Navarro, muy avejentada<br />

por cierto, para la edad que calza; Mayra<br />

tiene exceso alimenticio en su rostro y<br />

Tita, <strong>de</strong> disminuida estatura, está pareja <strong>de</strong><br />

gordura.<br />

El tema <strong>de</strong>l día es uno, pero <strong>de</strong> este se<br />

<strong>de</strong>rivan otros. Conversamos también <strong>de</strong><br />

asuntos baladíes, pero luego, sin querer,<br />

caemos en la plática que dio pie a la<br />

interactuación <strong>de</strong>l verbo.<br />

— ¿Ya lo viste? — me preguntó Elsa.<br />

— No — le respondí.<br />

Y ambos nos levantamos <strong>de</strong> sendos troncos<br />

<strong>de</strong> conacaste que <strong>de</strong> silla utilizábamos.<br />

Cada uno orientó sus pasos hacia el<br />

corredor y luego al cuarto principal.<br />

Elsa le <strong>de</strong>scubrió el rostro hasta la altura<br />

<strong>de</strong>l pecho: estaba sereno, muerto, como<br />

haciéndose el dormido.<br />

...Y sobre mi hombro lloró amargamente.<br />

Antiguo Cuzcatlán, abril 6 <strong>de</strong> 2007<br />

(Viernes Santo, 1: 27 a.m.)<br />

4 TRESMIL Sábado <strong>10</strong> / <strong>marzo</strong> / <strong>2018</strong>

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