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Viene <strong>de</strong> página 3/<br />
el pensamiento <strong>de</strong> Weil sostiene que la situación<br />
<strong>de</strong> la <strong>de</strong>sdicha supone un punto <strong>de</strong> partida<br />
esencialmente fecundo para que el ser humano<br />
sea consciente <strong>de</strong> su “ser en el mundo”, es <strong>de</strong>cir,<br />
<strong>de</strong> su situación existencialmente carenciada,<br />
precaria, marginada, pero por ello mismo<br />
llamada a comprometerse con la posibilidad <strong>de</strong><br />
transformar esa realidad.<br />
En sus escritos, Weil no sostiene en modo alguno<br />
que el sufrimiento pueda ser sólo material o<br />
sólo espiritual. Pues tal separación, cuyas raíces<br />
epistemológicas pue<strong>de</strong>n rastrearse hasta la<br />
filosofía platónica que separa el mundo material<br />
<strong>de</strong>l mundo <strong>de</strong> las i<strong>de</strong>as, supone falsear <strong>de</strong> raíz la<br />
naturaleza <strong>de</strong>l mundo humano. El ser humano<br />
es al mismo tiempo entidad material, corpórea,<br />
y entidad espiritual, trascen<strong>de</strong>nte. De ahí, que<br />
el sufrimiento <strong>de</strong>l espíritu encuentre siempre un<br />
asi<strong>de</strong>ro material, y que el sufrimiento corporal,<br />
mucho más patente, sea un medio <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sdicha<br />
<strong>de</strong>l espíritu.<br />
Sin embargo, la <strong>de</strong>sdicha encuentra en Weil<br />
una asunción positiva. En consonancia con los<br />
planteamientos <strong>de</strong> la mística cristiana tradicional<br />
–como los <strong>de</strong>l maestro Eckhart o los <strong>de</strong> San Juan<br />
<strong>de</strong> la Cruz-, la <strong>de</strong>sdicha, por más que suponga la<br />
patencia <strong>de</strong> la “noche oscura” <strong>de</strong>l mundo a la que<br />
se enfrenta el alma <strong>de</strong>l creyente, es el punto <strong>de</strong><br />
partida para la búsqueda <strong>de</strong> la divinidad y <strong>de</strong> la<br />
trascen<strong>de</strong>ncia. Es en esa oscuridad <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sdicha<br />
en don<strong>de</strong> al ser humano le es posible ver la luz<br />
<strong>de</strong> la trascen<strong>de</strong>ncia como esperanza y, con ello,<br />
empren<strong>de</strong>r su búsqueda que es la búsqueda <strong>de</strong> la<br />
re<strong>de</strong>nción.<br />
A manera <strong>de</strong> conclusión<br />
Como se ha tratado <strong>de</strong> mostrar, la obra <strong>de</strong><br />
Simone Weil posee varios elementos que pue<strong>de</strong>n<br />
ser aprovechados en la actualidad tanto por la<br />
ciencia social crítica, como por la filosofía y por<br />
las comunida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> fe. Ello obe<strong>de</strong>ce no sólo a<br />
que el mundo, la realidad y el ser humano, siguen<br />
enfrentados a cuestiones que ya la misma Weil<br />
problematizó, sino también porque algunos <strong>de</strong><br />
sus puntos <strong>de</strong> vista, algunos <strong>de</strong> sus hallazgos,<br />
pue<strong>de</strong>n aportar a la asunción crítica y humanista<br />
<strong>de</strong> la política, <strong>de</strong>l conocimiento y <strong>de</strong> la fe.<br />
Esto significa, entre otras cosas, que estos<br />
ámbitos <strong>de</strong> la praxis humana tengan como<br />
principio y como finalidad la dignidad <strong>de</strong>l ser<br />
humano, es <strong>de</strong>cir, que esta dignidad sea el centro<br />
a partir <strong>de</strong>l cual se estructuren y funcionen. Sólo<br />
la asunción <strong>de</strong> la dignidad <strong>de</strong>l ser humano, que<br />
se vuelve crítica en la situación <strong>de</strong>l sufrimiento y<br />
la <strong>de</strong>sdicha, pue<strong>de</strong> hacer asequible la experiencia<br />
<strong>de</strong> la divinidad; es <strong>de</strong>cir, sólo por el compromiso<br />
radical <strong>de</strong>l ser humano con sus semejantes es que<br />
éste pue<strong>de</strong> dar cuenta <strong>de</strong> la trascen<strong>de</strong>ncia en y<br />
hacia Dios, casi in<strong>de</strong>pendientemente <strong>de</strong> que este<br />
dios sea el dios cristiano o no.<br />
La vida <strong>de</strong> Simone Weil es testimonio <strong>de</strong> que<br />
el compromiso cristiano es, antes que nada, un<br />
compromiso ético con la humanidad. Y no con<br />
cualquier humanidad sino <strong>de</strong> forma prioritaria<br />
con aquella parte <strong>de</strong> la humanidad que sufre,<br />
que vive en la <strong>de</strong>sdicha y que, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> ahí, busca<br />
las posibilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> emanciparse y <strong>de</strong> realizarse<br />
como seres humanos. Este compromiso es radical<br />
también porque no escatima esfuerzos físicos,<br />
corporales, incluso a costa <strong>de</strong> la propia vida, para<br />
hacer patente que la opción preferencial <strong>de</strong> la fe<br />
<strong>de</strong>be situarse materialmente con aquellos que<br />
sufren.<br />
| Cuento |<br />
(Viernes <strong>de</strong> Lázaro: 23 <strong>de</strong> <strong>marzo</strong> <strong>de</strong><br />
2007)<br />
«Venía entonces <strong>de</strong>l pueblo un caminito<br />
entre la viña, entre los olivares; bajaba<br />
y subía<br />
por los barrancos, se perdía en una<br />
revuelta y,<br />
<strong>de</strong> pronto, otra vez la alegría tan buena<br />
<strong>de</strong>l camino.»<br />
Gabriel Miró, Años y leguas.<br />
JULIO CÉSAR ORELLANA<br />
RIVERA,<br />
Escritor<br />
Volví mis pasos a la casa<br />
<strong>de</strong>l tío Isabel, antes <strong>de</strong><br />
mi abuela Petrona. El<br />
camino empedrado,<br />
lleno <strong>de</strong> polvo. Cualquier<br />
vehículo maleducado le <strong>de</strong>ja a uno cara<br />
<strong>de</strong> payaso. Abordando un pick up podría<br />
haber abreviado la distancia, pero opté<br />
por estirar las piernas. Quería observar<br />
<strong>de</strong>tenidamente el paisaje rústico que la<br />
Naturaleza me ofrecía y succionar con<br />
mis fosas nasales ese aire cien por ciento<br />
puro, que sólo en el campo transita<br />
y generoso, ofrece al transeúnte. La<br />
nostalgia, como un tumbo me revuelca<br />
los sesos y recuerdo con más odio que<br />
alegría los sinsabores y amores pasados.<br />
El tigüilote <strong>de</strong> ramaje triste y fruto<br />
blanquecino que simula fruto <strong>de</strong> la vid. El<br />
camposanto a mi flanco izquierdo, cuya<br />
existencia era inconcebible por aquellos<br />
años pero que, misericordioso supo dar<br />
refugio perpetuo a mi excompañero <strong>de</strong><br />
escuela, Mariano Martínez, víctima <strong>de</strong>l<br />
terremoto <strong>de</strong>l diez <strong>de</strong> octubre y <strong>de</strong> los<br />
malditos escombros <strong>de</strong>l Rubén Darío.<br />
La clínica a mi flanco <strong>de</strong>recho no sé si<br />
da consultas como antes, sólo un día<br />
a la semana. Pronto me encuentro con<br />
un tramo pavimentado, mísero diría yo,<br />
para los tres kilómetros <strong>de</strong> calle <strong>de</strong>snuda<br />
y polvorienta que continúan y parecen<br />
no tener fin; me sorpren<strong>de</strong> ver unos<br />
quinientos metros más a<strong>de</strong>lante una valla<br />
anunciando el proyecto: «Empedrado y<br />
concreteado <strong>de</strong> calle Los Copinoles,<br />
cantón Valle Nuevo”, cuyo costo es<br />
superior a los doce mil dólares. Y la<br />
muletilla: «Tus impuestos invertidos en<br />
buenas obras.» Y la interrogante cae <strong>de</strong><br />
sopetón: ¿Quién, con dinero ajeno va<br />
a invertir en buenas obras? Realmente<br />
da pena y pienso que esos fondos sólo<br />
sirvieron para engordar los bolsillos <strong>de</strong>l<br />
funcionario <strong>de</strong> turno.<br />
Mis huellas siguen mi marcha. Observo<br />
cómo la vieja ceiba, más vieja aún,<br />
espera mis pasos. Veo hacia abajo y<br />
sobre el camino payaso <strong>de</strong> estos días<br />
<strong>de</strong> canícula, me miran (y se miran) con<br />
ojos domésticos un gallo y un perro,<br />
como preguntándose por la i<strong>de</strong>ntidad<br />
<strong>de</strong>l transeúnte. En mi andar, el vecino<br />
más próximo es un conacaste centenario<br />
<strong>de</strong> raíces enormes que parecen lagartos<br />
asoleándose. Un cerco <strong>de</strong> púas divi<strong>de</strong><br />
esta parcela con la <strong>de</strong> don Ezequiel, un<br />
hombre alto y chele, cuya arma más<br />
po<strong>de</strong>rosa no era el voto sino una hoja<br />
Viernes <strong>de</strong><br />
Cuaresma<br />
negro<br />
larga y <strong>de</strong>lgada parienta <strong>de</strong> la espada samurái.<br />
A un lado y a otro <strong>de</strong>l camino encuentro<br />
iglesias <strong>de</strong> distintas <strong>de</strong>nominaciones en franca<br />
competencia por ganar ovejas <strong>de</strong>scarriadas (o<br />
<strong>de</strong>scarriladas); a la ermita <strong>de</strong> Nuestra Señora<br />
<strong>de</strong> Fátima ya la sacaron <strong>de</strong>l camino, y por lo<br />
que percibo compite con pocas almas.<br />
Me aproximo a la casa <strong>de</strong> la niña Reyes y <strong>de</strong><br />
don Gerardo: ambos eran dueños <strong>de</strong> varios<br />
miles <strong>de</strong> colones, una tienda, tierras, ganado<br />
vacuno y <strong>de</strong> un hijo bastante zonzo con cara<br />
y nombre <strong>de</strong> apóstol: Felipe. La niña Reyes,<br />
don Gerardo y Porfirio (otro <strong>de</strong> los conocidos),<br />
eran los Rockefeller <strong>de</strong>l Valle Nuevo. De la<br />
mamá y <strong>de</strong>l papá <strong>de</strong> Felipe me cuentan que<br />
se fueron <strong>de</strong> viaje para el cementerio, y <strong>de</strong>l<br />
hijo que, habiéndose integrado a la Guardia<br />
Nacional, un día sacó a punta <strong>de</strong> pistola a<br />
varios ladrones que intentaron hurtar en la<br />
tiendita. Para proteger ese triunvirato <strong>de</strong><br />
sociedad que se llama «tienda» colocó material<br />
explosivo en los contornos <strong>de</strong> la vivienda,<br />
pero en el manipuleo, uno <strong>de</strong> ellos le salpicó<br />
el cuerpo <strong>de</strong> esquirlas, y muy molesto porque<br />
la bomba explotó en un momento inoportuno,<br />
agarró sus maletas y fue él quien primero se<br />
marchó a la ciudad <strong>de</strong> los calvos. De Porfirio<br />
nada pregunté.<br />
Seguí avanzando, y esta vez encontré a mi<br />
<strong>de</strong>recha la casa <strong>de</strong> Isabel, una chica <strong>de</strong> la cual<br />
me enamoré perdidamente y hasta le escribí<br />
diciéndole que era mi consuelo y mi refugio,<br />
que sin ella no podía vivir; pero como al reo<br />
que <strong>de</strong> nada le sirve su propia confesión quedé<br />
con<strong>de</strong>nado a la soledad, porque su novio se<br />
llamaba Fernando, un tipo feo, bigotudo,<br />
con cabello <strong>de</strong> puerco espín, mayor que<br />
mis catorce años <strong>de</strong> vida y con un grado<br />
académico <strong>de</strong> igual tenor. Esto me lo<br />
contestó con una caligrafía que pareciera<br />
haberla escrito con los pies.<br />
Otro avance, otro rótulo. Proyecto:<br />
«Reconstrucción <strong>de</strong> tramo calle Los<br />
Copinoles, cantones Valle Nuevo —<br />
Planes <strong>de</strong> Las Delicias.» ¡Qué barbaridad!<br />
La misma chambonada, pero esta vez<br />
el doble <strong>de</strong> pavimentación y el treinta y<br />
ocho punto setenta y uno <strong>de</strong> incremento<br />
porcentual en el monto respecto al primer<br />
proyecto. Esta vez la muletilla es más<br />
sugestiva: «Manos a la obra por nuestra<br />
comunidad.» Pero alguien con dos <strong>de</strong>dos<br />
<strong>de</strong> frente pue<strong>de</strong> reflexionar que a esa<br />
«gran» obra le quedó chiquito el milagro.<br />
Más a<strong>de</strong>lante la casa <strong>de</strong>l tío Isabel<br />
lindando con el terreno patronímico <strong>de</strong><br />
los Baires, antes habitada por Consuelo, la<br />
niña Fina, Jorge, la Nuria, Ovidio, Wil y el<br />
chele Villo. Hoy la casa ya no es una fiesta:<br />
unos se fueron para San Salvador, otros<br />
para el país <strong>de</strong>l «Gran Hermano;» otros<br />
se quedaron, como el chele Villo, único<br />
morador <strong>de</strong> la casa solariega y la niña Fina<br />
que se arraigó al sepulcro.<br />
Subo la cortísima pendiente <strong>de</strong> la casa<br />
familiar. Me reciben miradas distintas,<br />
<strong>de</strong> perros distintos que ni aún conociendo<br />
el alfabeto me ayuda a <strong>de</strong>scifrar el<br />
nombre que cada uno lleva en su ánima.<br />
La geografía es distinta, los árboles que<br />
<strong>de</strong>coran el paisaje campestre, también.<br />
El mamonero <strong>de</strong> tupido follaje prodiga<br />
frondosa sombra en estos días <strong>de</strong> intenso<br />
calor. Los tamarindos que pequeños<br />
<strong>de</strong>jé, ahora son adultos y <strong>de</strong> sus ramas<br />
cuelgan con abundancia el ácido fruto que<br />
apetitosamente requieren en su mesa las<br />
amas <strong>de</strong> casa; el jocotal <strong>de</strong>snudo <strong>de</strong> hojas<br />
y los anonáceos ya no existen.<br />
En lugar <strong>de</strong> una sola edificación encuentro<br />
tres. Saludo primero a la niña Tancho<br />
y a otras personas que están en el patio;<br />
sigo hacia el corredor e idéntico gesto<br />
me acompaña. Echo una mirada al cuarto<br />
principal, y <strong>de</strong> reojo veo que mi tío aún no<br />
se levanta: una sábana blanca lo envuelve<br />
<strong>de</strong> pies a cabeza. Pregunto por mis otras<br />
primas y me señalan el patio, exactamente<br />
hacia el lado contrario <strong>de</strong> la niña Tancho.<br />
Aparecen a mi vista, Elsa, la mayor <strong>de</strong>l<br />
clan Rivera–Navarro, muy avejentada<br />
por cierto, para la edad que calza; Mayra<br />
tiene exceso alimenticio en su rostro y<br />
Tita, <strong>de</strong> disminuida estatura, está pareja <strong>de</strong><br />
gordura.<br />
El tema <strong>de</strong>l día es uno, pero <strong>de</strong> este se<br />
<strong>de</strong>rivan otros. Conversamos también <strong>de</strong><br />
asuntos baladíes, pero luego, sin querer,<br />
caemos en la plática que dio pie a la<br />
interactuación <strong>de</strong>l verbo.<br />
— ¿Ya lo viste? — me preguntó Elsa.<br />
— No — le respondí.<br />
Y ambos nos levantamos <strong>de</strong> sendos troncos<br />
<strong>de</strong> conacaste que <strong>de</strong> silla utilizábamos.<br />
Cada uno orientó sus pasos hacia el<br />
corredor y luego al cuarto principal.<br />
Elsa le <strong>de</strong>scubrió el rostro hasta la altura<br />
<strong>de</strong>l pecho: estaba sereno, muerto, como<br />
haciéndose el dormido.<br />
...Y sobre mi hombro lloró amargamente.<br />
Antiguo Cuzcatlán, abril 6 <strong>de</strong> 2007<br />
(Viernes Santo, 1: 27 a.m.)<br />
4 TRESMIL Sábado <strong>10</strong> / <strong>marzo</strong> / <strong>2018</strong>