hercules

Si ignoramos nuestro deber inmediato en nombre
de algo que todavía no conocemos, lo único que hacemos
es dejar de cumplir con nuestro deber. Ésta es la
encrucijada en que nos encontramos cada vez en la vida.
Si escuchamos las historias sobre los Iniciados, encontramos
que por un solo hombre bueno se salva también
a un millón de personas. Por salvar a una sola alma podemos
sacrificarlo todo. Si tenemos un deber inmediato
que aparentemente nos impide realizar el así denominado
trabajo espiritual, lo mejor es que nos ocupemos
de cumplir con él y dejar que lo otro espere. En
verdad no existe ningún trabajo que no sea espiritual.
Eso es lo que tenemos que aprender; de lo contrario,
debido a nuestro hacer las cosas excesivamente inclinados
hacia un lado, somos arrastrados excesivamente
hacia el otro con el tiempo. Si tiramos excesivamente
del péndulo del reloj hacia un extremo, éste oscila también
excesivamente hacia el otro extremo con el tiempo.
No podemos estar tirando y empujando todo el tiempo.
Cada vez que empujamos, se tira de nosotros y cada
vez que tiramos, se nos empuja. Por eso se dice que
después de toda actividad espiritual elevada viene una
calamidad. Claro está que nuestras calamidades son muy
pequeñas, como por ejemplo, que cuando regresemos a
casa nos encontremos con una carta desagradable de
nuestro jefe, o que cuando volvamos a casa, jubilosos,
después de terminado el seminario, nuestra media naranja
se queje de que nos ocupamos demasiado de una
sola mitad de la vida. En casa nos estarán esperando
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