hercules

hasta Londres, a los Himalayas o a los Alpes para encontrar
al Cristo.
Suponed que encontráramos a Cristo. ¿Cómo lo
reconoceríamos si nunca tuvimos ninguna experiencia
anterior ni ningún encuentro con él? ¿Cómo podemos
decidir acerca de un Cristo a quien no hemos visto antes?
Esto es sólo un desafío a nuestro intelecto. ¿No es
paradójico que intentemos reconocer a alguien que no
hemos visto antes? ¿Sabéis por qué llegamos hasta esta
dificultad? Esto se debe a que estamos meramente apegados
al nombre y a la forma. Aunque Cristo estuviera
presente y se llamara Pedro, no podríamos reconocerle.
Si no hemos visto a una persona antes e intentamos
verla entre las personas presentes en el momento,
estaremos realizando un ejercicio muy idiota. ¡Nunca
lo hagáis! No hay manera de verle de ese modo; pero si
hemos experimentado la energía de Cristo podemos
experimentar esa energía aunque se presente bajo una
forma diferente.
Cristo es como la Luz. A través de una antorcha o
de otro tipo de luz podemos ver la luz, pero no la forma
en que se nos presenta. La Luz se nos presenta en variedad
de formas. ¿No somos capaces de experimentar
la Luz sin tener en cuenta la forma? ¿Puedo yo decir
que esto no es luz porque nunca haya visto esta forma
de vela en India? Si digo que esto no es luz, no tengo
que deciros qué tipo de persona soy.
En ese estado nos encontramos cuando estamos con-
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