Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
FOTOS: CORTESÍA DE JOEL DE CARTERET<br />
—¿Cómo te vas a sentir si no la encuentras?<br />
¿Podrás seguir con tu vida?<br />
Joel hizo una pausa, co<strong>mi</strong>ó un bocado<br />
de su ensalada, la <strong>mi</strong>ró a los ojos<br />
y le explicó:<br />
—Sé a qué te refieres, mamá, y lo<br />
entiendo. Pero tengo que hacerlo:<br />
averiguar quién soy y de dónde vengo.<br />
Pocas semanas después, Joel llamó<br />
a Julie <strong>mi</strong>entras esperaba el vuelo a<br />
Manila para empezar su travesía.<br />
—Estoy a punto de despegar, mamá.<br />
Deséame suerte.<br />
Pese a sus escasas esperanzas de<br />
que lograra su cometido, esta contestó<br />
al borde del llanto:<br />
—Te amo, Joel. Buena suerte.<br />
Pasados años de incertidumbre y<br />
angustiosas semanas de buscar a una<br />
mujer que apenas podía recordar,<br />
en un país cuyo idioma ignoraba, está<br />
seguro de que ha encontrado, en<br />
cierto modo, una aguja en el pajar.<br />
Gracias a una persona desconocida<br />
y bien intencionada, está a punto de<br />
reunirse con su <strong>madre</strong> biológica.<br />
TREINTA AÑOS ANTES, la mañana del<br />
25 de julio de 1985, Linda Rio vio que<br />
su hijo de cinco años dormía profundamente<br />
en su modesta casa en<br />
Ciudad Quezón, a las afueras de Gran<br />
Manila, Filipinas. Lo dejaré dor<strong>mi</strong>r,<br />
pensó <strong>mi</strong>entras notaba la contracción<br />
de su di<strong>mi</strong>nuto pecho al respirar.<br />
La <strong>madre</strong> soltera tomó su bolso y se<br />
fue a la fábrica de ropa cercana en la<br />
que laboraba, dejando al pequeño en<br />
compañía de su pareja.<br />
Una foto de Joel, a los cinco años, tomada<br />
al llegar al orfanato. Dieciocho meses<br />
después sería adoptado.<br />
Una hora más tarde, el niño despertó,<br />
saltó de la cama y buscó a su<br />
“Ma”. Recorrió toda la casa y empezó a<br />
asustarse, pues no daba con ella. Era<br />
algo inusual: a diario abordaban los<br />
coloridos vehículos de transporte público,<br />
llamados yipnis, e iban juntos a<br />
donde trabajaba.<br />
Cuando se dio cuenta de que ella<br />
se había ido, salió disparado a la calle<br />
para alcanzarla. Esquivó a extraños,<br />
perros callejeros, yipnis y ca<strong>mi</strong>ones<br />
de reparto que transitaban por la<br />
bulliciosa calle. No estaba a la vista.<br />
Empezó a llorar conforme deambulaba<br />
por los concurridos callejones de<br />
Ciudad Quezón. ¡Ma!, se decía a sí<br />
<strong>mi</strong>smo. ¿Dónde estás?<br />
Al poco tiempo llegó al inmenso y<br />
abarrotado mercado Muñoz, donde