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DRAMA DE LA VIDA REAL<br />
Un anhelo llevó a Natalia<br />
Martínez al pico más alto<br />
de Canadá. Su determinación<br />
le salvaría la vida.
TERRENO<br />
FRÁGIL<br />
BRETT POPPLEWELL
SELECCIONES <br />
ERAN LAS 5 A. M. DEL 1 DE MAYO DE 2017 y Natalia<br />
Martínez estaba sentada en su carpa en el Yukón. Hervía el agua<br />
que había obtenido al derretir un poco de nieve arrancada de la<br />
montaña más alta de Canadá. Se encontraba a 3,901 metros sobre el<br />
nivel del mar, atrincherada en un glaciar de pie de monte, tras<br />
haber ascendido dos tercios del camino rumbo a la cumbre oriental<br />
del monte Logan. A la alpinista argentina aún le faltaban tres días<br />
para alcanzar la cima. La noche había sido fría: –10 grados Celsius.<br />
El Sol ártico ya salía poco a poco, un lento amanecer cuya luz<br />
pronto alumbraría la tienda cubierta de hielo.<br />
Una vez que se calentó el agua,<br />
Martínez apagó su anafe, se sirvió<br />
una taza de té y empezó a mezclar la<br />
avena; la misma rutina de las últimas<br />
10 mañanas.<br />
La mujer, de 37 años, comió una<br />
cucharada del cereal y reflexionó sobre<br />
los peligros que la aguardaban.<br />
Si arreaba otros 600 metros cuesta<br />
arriba tanto su cuerpo como su equipamiento<br />
por la montaña congelada,<br />
llegaría a la meseta superior. Desde<br />
allí, le faltaría caminar 6 kilómetros<br />
esquivando grietas mortales y cornisas<br />
frágiles de un glaciar que se resquebrajaba<br />
para llegar a la cima. Solo<br />
entonces sería la primera mujer en<br />
pisar la cumbre del monte Logan sin<br />
compañía. Le faltaba muy poco.<br />
Martínez estaba por terminar su desayuno<br />
cuando el hielo y la nieve sobre<br />
los que estaba su carpa empezaron<br />
a vibrar. Luego, comenzó a temblar y,<br />
en ese momento, la escaladora sintió<br />
que ella y la tienda iban a ser barridas.<br />
UNOS 2,500 KILÓMETROS al sudeste, en<br />
Whistler, Columbia Británica, Camilo<br />
Rada, la pareja de Martínez, estaba dormitando<br />
en su apartamento cuando<br />
sonó el teléfono. Llevaba una década<br />
con Natalia, tiempo suficiente para<br />
saber que ella únicamente llamaría a<br />
esa hora en caso de emergencia.<br />
Rada se despertó de golpe al oírla<br />
gritar que algo andaba muy mal;<br />
luego hizo una pausa, confundida.<br />
El Logan estaba en silencio. Ella<br />
aseguraba que una avalancha había<br />
desprendido la carpa del suelo. Se<br />
quedó quieta, temía que cualquier<br />
movimiento repentino pudiera significar<br />
su muerte.<br />
Rada escuchó, asustado, mientras<br />
Martínez reunía el valor para evaluar<br />
los daños. Ella prometió volver a llamarlo;<br />
cortó la comunicación y abrió<br />
el cierre de su refugio.<br />
Quince minutos después, Martínez<br />
volvió a contactar a Rada, todavía<br />
preocupada, pero más calmada.<br />
FOTOS DE LA PORTADILLA: JOHN ZADA/ALAMY STOCK PHOTO (MONTE LOGAN);<br />
CORTESÍA DE NATALIA MARTÍNEZ (RECUADRO)
HABÍA RIESGOS: EN 1987,<br />
DOS ALPINISTAS<br />
EXPERTOS MURIERON<br />
EN EL LOGAN<br />
CUANDO UNA CORNISA<br />
SE DESPRENDIÓ.<br />
Estaba de pie afuera de la tienda y,<br />
por lo que podía ver, esta no se había<br />
movido. No obstante, muchos de los<br />
angostos puentes de nieve que antes<br />
conectaban las chimeneas de la montaña<br />
colapsaron y, en su lugar, había<br />
materia helada no muy compacta que<br />
cayó sobre estas, escondiendo de esa<br />
manera sus peligros.<br />
Y, sin embargo, el Logan parecía<br />
tranquilo. El único sonido que Martínez<br />
percibía era el de un viento que se<br />
acercaba del oeste y envolvía al promontorio<br />
anunciando una tormenta<br />
ártica proveniente del Pacífico.<br />
“Empacaré e iré más arriba”, le dijo<br />
a Rada. “No me siento segura aquí”.<br />
Colgó y regresó al toldo a gatas. Enrollaba<br />
la bolsa de dormir cuando la<br />
montaña volvió a cobrar vida.<br />
MARTÍNEZ HABÍA SOÑADO con escalar<br />
el Logan desde que vio por primera vez<br />
sus gigantescas paredes de hielo y sus<br />
cumbres pronunciadas desde el vecino<br />
monte Malaspina. Hasta el 15 de agosto<br />
de 2015, día en que Martínez y Rada<br />
llegaron a su cima, el Malaspina había<br />
sido el accidente geográfico virgen con<br />
nombre más alto de Norteamérica. Sin<br />
embargo, incluso este parecía un enano<br />
frente al Logan, que se elevaba, imponente,<br />
en el horizonte.<br />
La belleza colosal del Logan no era<br />
lo único que atraía a Natalia, ni las dificultades<br />
técnicas que presentaba. Lo<br />
que la atraía era que ninguna mujer o<br />
grupo de mujeres lo había escalado.<br />
En 2007, Martínez, alpinista desde<br />
los 15 años, conoció a Rada en un<br />
curso de primeros auxilios en la naturaleza<br />
impartido en la frontera entre<br />
Argentina y Chile. Se enamoraron y<br />
enseguida comenzaron a ponerse las<br />
cuerdas, el uno al otro, mientras escalaban<br />
los Andes o el Himalaya.<br />
En 2011, Rada se inscribió en la<br />
Universidad de Columbia Británica<br />
para estudiar geofísica y la pareja se<br />
mudó a Whistler, poblado ubicado a<br />
una hora y media en auto de la ciudad,<br />
a fin de entrenar en las montañas<br />
y los acantilados aledaños.<br />
Fue cuatro años más tarde, en el<br />
Malaspina, cuando Natalia compartió<br />
con su pareja su deseo de escalar el<br />
Logan con una amiga. Y sin él.<br />
DURANTE LOS SIGUIENTES DOS AÑOS,<br />
a la par de su trabajo como guía e instructora<br />
de esquí, Martínez estudió el<br />
Logan: se sumergió en su geografía y su<br />
historia. Sabía que existían riesgos: en<br />
1987, los montañistas expertos Catherine<br />
Freer y David Cheesmond murieron<br />
al desprenderse una cornisa. En
SELECCIONES <br />
promedio, 25 escaladores intentan<br />
subirlo cada año; no todos lo logran. En<br />
el último lustro, cuatro tuvieron que ser<br />
rescatados. Martínez formalizó sus planes.<br />
La amiga con la que quería encumbrar<br />
no pudo hacer el viaje, así que ella<br />
atravesaría los 38.6 kilómetros que<br />
tenía el Logan de este a oeste por sí<br />
sola, expuesta a los vientos y las tormentas<br />
que hacen que la montaña sea<br />
uno de los lugares más fríos de la Tierra.<br />
Conforme ascendiera los 3,819<br />
metros, debería elegir cada paso con<br />
cuidado y sortear la traicionera cresta<br />
NATALIA MARTÍNEZ<br />
SABÍA QUE ESTE<br />
ASCENSO SIGNIFICABA<br />
MUCHO MÁS PARA<br />
ELLA QUE PARA<br />
CUALQUIERA.<br />
que se conoce como “el filo del cuchillo”.<br />
Desde ahí, alcanzaría la cima y<br />
comenzaría el largo descenso por la<br />
cara occidental del accidente.<br />
A las 11 a. m. del 20 de abril de<br />
2017, Natalia se despidió de Rada en<br />
el aeropuerto de Vancouver. Primero<br />
voló a Whitehorse, luego fue en auto<br />
hasta la entrada del Parque y Reserva<br />
Nacional Kluane. Allí contrató a Tom<br />
Bradley, piloto experto en condiciones<br />
extremas que tenía un hidroavión<br />
monomotor, para que la trasladara al<br />
inicio de su travesía. Aterrizaron en el<br />
glaciar de la base oriental del macizo<br />
del Logan el 22 de abril.<br />
El cielo estaba despejado cuando<br />
ella se aseguró los esquíes y comenzó<br />
a arrastrar los 80 kilos de equipamiento<br />
en un trineo. Le llevó dos días<br />
alcanzar el pie de la cresta oriental.<br />
Armó el campamento y se recostó,<br />
sola con sus pensamientos. Sabía que<br />
este ascenso significaba más para ella<br />
que para cualquiera. Nadie le prestaba<br />
mucha atención, solamente Rada<br />
y algunos amigos que se mantenían<br />
al tanto de su progreso mediante las<br />
coordenadas que ella iba publicando<br />
en línea gracias a los satélites que orbitan<br />
en el espacio.<br />
El tercer día se colocó los crampones<br />
en las botas, sacó las cuerdas, sujetó<br />
el hacha para hielo con la mano<br />
y empezó a escalar una pendiente de<br />
60 grados rodeada de grietas ocultas.<br />
La sexta noche alcanzó el filo del<br />
cuchillo, una parte casi vertical de la<br />
cresta que exige que los alpinistas se<br />
aferren precariamente de un lado de<br />
una cornisa, y en la que su seguridad<br />
depende de que la corteza de hielo<br />
bajo su peso no se separe.<br />
En la octava noche ya estaba caminando<br />
sobre el filo del cuchillo. Sacó<br />
la pala, hizo una pared de la materia<br />
congelada a fin de proteger la carpa<br />
del viento y luego acampó. El Sol se<br />
ocultaba cuando ella cerró los ojos.<br />
ES LA UBICACIÓN DEL LOGAN, cerca<br />
del punto de encuentro de dos placas
tectónicas y una microplaca —un fragmento<br />
de la corteza de la Tierra separado<br />
del lecho del Pacífico—, la responsable<br />
de su impresionante tamaño,<br />
resultado de los movimientos telúricos<br />
de millones de años.<br />
A las 5 a. m. del 1 de mayo, mientras<br />
Martínez desayunaba, se detectó<br />
un sismo de magnitud 6.2 cerca del<br />
Logan. Fue tan fuerte que sacudió la<br />
corteza de la montaña y provocó avalanchas,<br />
lo cual hizo que resultara imposible<br />
escalarla.<br />
Pasado el primer temblor, Natalia<br />
creyó que era más seguro ascender<br />
a la meseta superior. Tras la segunda<br />
sacudida, y por los vientos árticos de<br />
130 kilómetros por hora provenientes<br />
del Pacífico, pensó que sería mejor<br />
regresar a una sección más protegida<br />
de la cresta. Se adentró, cautelosa, en<br />
una nube que se hacía más espesa. Intentaba<br />
volver sobre sus pasos en el<br />
filo del cuchillo lo mejor que podía,<br />
acechada por la duda y el terror exacerbados<br />
por la nieve y la neblina que<br />
borraban su rastro.<br />
Martínez había descendido unos<br />
300 metros cuando se vio obligada<br />
a acampar. Armó la tienda cerca de<br />
una chimenea, ya que razonó que, si<br />
la tormenta hacía volar el refugio, ella<br />
podría meterse en la cavidad y quedar<br />
colgada en la oscuridad esperando a<br />
que el mal tiempo le diera tregua. Cerró<br />
la carpa y programó rondas: cada<br />
dos horas saldría en medio de las feroces<br />
ráfagas para quitar la nieve del<br />
toldo y evitar que colapsara.<br />
“Mi carpa es mi refugio”, se dijo en<br />
voz alta, para darse aliento y tenerlo<br />
muy presente.<br />
Su diligencia la mantuvo a salvo<br />
hasta el día siguiente. Pese al ruido de<br />
SI LA CARPA COLAPSABA,<br />
ELLA SE VERÍA<br />
OBLIGADA A<br />
ABANDONARLA Y<br />
PROBAR SUERTE EN LA<br />
GRIETA CERCANA.<br />
la tormenta, lograba oír que el teléfono<br />
satelital timbraba a menudo. Era Rada<br />
o el personal del Parque Kluane, que<br />
esperaban la oportunidad para poder<br />
extraerla. El lugar en el que Martínez<br />
se encontraba hacía que la operación<br />
de rescate fuera complicada. La única<br />
manera de sacarla era enviar un helicóptero,<br />
pero el mal clima impedía<br />
volar. Natalia no tenía más remedio<br />
que esperar.<br />
El peso de la nieve estaba doblando<br />
las varas de la carpa, lo que amenazaba<br />
con colapsar el refugio. Martínez<br />
alzó las manos por encima de la cabeza<br />
a fin de contrarrestar la presión.<br />
Cuando los brazos no soportaron más,<br />
cambió de posición y utilizó la cabeza.<br />
Al cansarse de estar así, la alpinista se<br />
apoyó en las manos y rodillas, y arqueó<br />
la espalda con el propósito de<br />
reforzar la tienda.
SELECCIONES <br />
A lo largo de la noche, Natalia se<br />
debilitó. No podía comer ni beber por<br />
miedo a que la carpa se derrumbara,<br />
lo que la obligaría a abandonarla y<br />
probar suerte en la grieta cercana.<br />
Mientras tanto, en su apartamento<br />
en Whistler, Rada se preparaba para<br />
un vuelo emocional a Whitehorse. Había<br />
planeado recibir a Martínez en el<br />
Parque Kluane el 6 de mayo, cuando<br />
ella completara la travesía, y hacerle<br />
saber lo mucho que representaba ese<br />
logro. En cambio, estaba atendiendo<br />
EL SONIDO DE LA<br />
HÉLICE QUE CORTABA<br />
EL AIRE RESONABA<br />
EN LOS PICOS Y EN EL<br />
VALLE, EN LAS FALDAS.<br />
llamadas de medios nacionales e internacionales,<br />
que no se habían interesado<br />
en la primera expedición de<br />
una mujer en solitario al Logan hasta<br />
que sobrevino el desastre.<br />
LA TARDE DEL 3 DE MAYO la tempestad<br />
por fin cedió. Después de 24 horas de<br />
sostener su refugio, la exhausta Natalia<br />
pudo recostarse. La visibilidad todavía<br />
era poca. Sabía por Rada que se acercaba<br />
otra tormenta y se preguntaba<br />
cuántos embates más podría soportar.<br />
Esa misma tarde, Tom Bradley, el<br />
mismo piloto que había dejado a la<br />
montañista en la base del promontorio,<br />
sobrevoló el Logan contratado<br />
por dos clientes que querían tener<br />
una vista panorámica del conjunto<br />
geográfico. Él fue el primero en notar<br />
una pausa entre las tormentas que<br />
asolaban la cumbre oriental y notificar<br />
al personal del parque.<br />
A eso de las 7 p. m., cuando la escaladora<br />
estaba por apagar el teléfono<br />
para preservar la escasa batería, recibió<br />
un mensaje de texto de Rada en<br />
el que le decía que llamara al cuartel<br />
del parque. Scott Stewart, coordinador<br />
de seguridad de los visitantes<br />
y de operaciones contra incendios,<br />
quería que ella estuviera lista en una<br />
hora. Stewart había estado al tanto de<br />
la situación de la mujer desde que el<br />
primer sismo lo despertó en Whitehorse,<br />
a casi 300 kilómetros del Logan.<br />
Pero no había podido orquestar<br />
un rescate, pues el viento golpeaba las<br />
laderas. Ahora estaba en el aire junto<br />
a Ian Pitchforth, piloto de helicóptero<br />
radicado en Whitehorse, y otros dos<br />
empleados del parque. Volaron hacia<br />
el Logan durante una hora; lo vieron<br />
crecer hasta que cubrió por completo<br />
la ventana de la cabina.<br />
En tanto, en la cresta oriental, Martínez<br />
empacaba la carpa e intentaba<br />
preparar una zona plana para el aterrizaje<br />
del helicóptero que venía al<br />
rescate. Al mirar alrededor, por primera<br />
vez pudo ver bien lo que la rodeaba:<br />
las rajaduras en el hielo y la<br />
nieve eran huellas de las avalanchas<br />
que la habían asediado.
El interior del helicóptero tras el rescate. De izquierda a derecha: Ian Pitchforth,<br />
piloto; Natalia Martínez, alpinista, y Sarah Chisholm y Scott Stewart, empleados<br />
del Servicio Nacional de Parques de Canadá.<br />
FOTO: CORTESÍA DE PARKS CANADA, SCOTT STEWART<br />
Escuchó el sonido de las aspas cortando<br />
el aire; resonaba en los picos y<br />
en el valle, en las faldas. El helicóptero<br />
descendió haciendo círculos en torno<br />
a Martínez, que estaba agachada. Pitchforth<br />
quiso tomar tierra dos veces<br />
cerca de Natalia, pero una nube de<br />
nieve que la hélice había alzado le<br />
impedía ver. Al tercer intento, tocó la<br />
montaña con la parte delantera de los<br />
patines de aterrizaje. Stewart se desabrochó<br />
el cinturón y salió para auxiliar<br />
a la alpinista. En menos de un minuto,<br />
su equipamiento estaba a bordo del<br />
helicóptero. Ella también.<br />
PASADA LA TERRIBLE EXPERIENCIA,<br />
Natalia quedó impactada por la cantidad<br />
de noticias de la prensa canadiense<br />
y argentina que habían cubierto el caso.<br />
La atención la conmovió; sin embargo,<br />
la apenó que hubiera sido necesaria<br />
una experiencia cercana a la muerte<br />
para atraer los reflectores. “Si no<br />
hubiera habido un temblor, nadie se<br />
habría enterado de que estaba escalando<br />
la montaña”, dice. Ese hecho<br />
reforzó aún más su determinación.<br />
Desde entonces, ella y Rada ya alcanzaron<br />
la cima de un pico virgen en<br />
la Patagonia. Lo llamaron Enroque,<br />
como el movimiento defensivo del<br />
ajedrez, el único en el que pueden<br />
moverse dos piezas a la vez.<br />
Ver al Sol ponerse sobre el océano<br />
Pacífico tras lograr un hito histórico<br />
fue mágico, pero eso no le bastó.<br />
El Logan aún es una tarea pendiente.<br />
Algún día, asegura Natalia Martínez,<br />
conquistará esa cumbre.