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la-cabana-Paul-Young

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www.rafaelochoa.com.ve<br />

W. <strong>Paul</strong> <strong>Young</strong> – La Cabaña<br />

hombre. Habría querido acompañarte, o que lo hubiera hecho Nan o alguien. Espero que<br />

encuentres lo que buscas. Rezaré por ti. -Gracias, Willie. Yo también te aprecio. Mack agitó<br />

<strong>la</strong> mano en señal de despedida mientras Willie salía en reversa. Sabía que su amigo<br />

cumpliría su pa<strong>la</strong>bra. Tal vez él necesitaría de verdad todas <strong>la</strong>s oraciones posibles. Miró<br />

hasta que Willie dio vuelta en <strong>la</strong> esquina y se perdió de vista, y luego sacó <strong>la</strong> nota de <strong>la</strong><br />

bolsa de su camisa, <strong>la</strong> leyó una vez más y <strong>la</strong> metió en <strong>la</strong> cajita de hoja<strong>la</strong>ta, que depositó en<br />

el asiento del pasajero entre todas <strong>la</strong>s cosas amontonadas ahí. Tras cerrar <strong>la</strong>s puertas con<br />

seguro, volvió a <strong>la</strong> casa, y a una noche de insomnio. Mucho antes del amanecer del viernes,<br />

Mack ya estaba fuera de <strong>la</strong> ciudad y viajaba por <strong>la</strong> 1-84- Nan había l<strong>la</strong>mado <strong>la</strong> noche<br />

anterior desde <strong>la</strong> casa de su hermana para avisar que habían llegado bien, y él no esperaba<br />

recibir otra l<strong>la</strong>mada cuando menos hasta el domingo. Para ese momento probablemente<br />

ya estaría de regreso, si no es que en casa. Por si acaso, transfirió <strong>la</strong>s l<strong>la</strong>madas del teléfono<br />

de casa a su celu<strong>la</strong>r, pese a que quizá éste no recibiría l<strong>la</strong>madas una vez estando en <strong>la</strong><br />

Reserva. Siguió el mismo camino que habían recorrido tres y medio años antes, con<br />

cambios menores: sin tantas pausas triviales y sin hacer esca<strong>la</strong> en <strong>la</strong>s cascadas de<br />

Multnomah. Había echado de su mente todos los recuerdos de ese lugar desde <strong>la</strong><br />

desaparición de Missy, secuestrando tranqui<strong>la</strong>mente sus emociones en el sótano con<br />

candado de su corazón. En el <strong>la</strong>rgo tramo hasta <strong>la</strong> Barranca, sintió que un pánico insidioso<br />

empezaba a penetrar su conciencia. Había tratado de no pensar qué hacía y limitarse a<br />

seguir poniendo un pie frente a otro; pero, como pasto que brota entre el concreto, sus<br />

sentimientos y temores reprimidos empezaron a asomar de algún modo. Sus ojos se<br />

ensombrecían y sus manos se tensaban en el vo<strong>la</strong>nte mientras combatía en todas <strong>la</strong>s<br />

salidas <strong>la</strong> tentación de dar vuelta y regresar a casa. Sabía que iba directo al centro de su<br />

dolor, el vórtice de <strong>la</strong> Gran Tristeza, que tanto había disminuido su sensación de estar vivo.<br />

Destellos de memoria visual y desgarradores instantes de furia virulenta llegaban entonces<br />

en oleadas, acompañados de un regusto de bilis y sangre en su boca. Por fin llegó a La<br />

Grande, donde cargó gasolina, y luego tomó <strong>la</strong> Autopista 82, hacia Joseph. Se sintió a<br />

medias tentado de pasar a ver a Tommy, pero decidió no hacerlo. Entre menos personas<br />

pensaran que estaba loco de atar, mejor. Así que sólo volvió a llenar el tanque y se fue. El<br />

tráfico era ligero, y <strong>la</strong> Imnaha y <strong>la</strong>s demás pequeñas carreteras estaban notablemente<br />

despejadas y secas para esa época del año, mucho más calurosa de lo que Mack esperaba.<br />

Sin embargo, parecía que entre más lejos llegaba, más lento avanzara, como si <strong>la</strong> cabaña<br />

repeliera de algún modo su acercamiento. El Jeep atravesó el límite de <strong>la</strong>s nieves perpetuas<br />

mientras Mack subía el último par de kilómetros hasta <strong>la</strong> vereda que lo llevaría a <strong>la</strong> cabaña.<br />

Por encima del gemido del motor oía que <strong>la</strong>s l<strong>la</strong>ntas ap<strong>la</strong>staban obstinadamente el hielo y<br />

<strong>la</strong> nieve, cada vez más profundos. Aun tras un par de vueltas incorrectas y retrocesos,<br />

apenas eran <strong>la</strong>s primeras horas de <strong>la</strong> tarde cuando Mack hizo alto al fin y se estacionó en<br />

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