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/11111/11 Bombara
Tornan el café en silencio. La ciudad lluviosa pone el
sonido.
Graciela amaga a decir algo pero se mantiene callada.
Mara la mira. ¿Qué, mamá? Decime. La mamá busca un
punto de fuga con la vista. En silencio aprieta la mano de
su hija y reprime un sollozo. Mara se tapa la cara con la
otra mano. Su madre es una mujer rota. A ella le duele
tanto saber eso, saber que su mamá ya no será nunca
como fue en aquellos años, cuando estaban solos. Otra
vez el llanto presionando por salir. Pero no lo va a dejar.
¿Qué, mamá?
Su mamá busca fuerzas y la mira a los ojos. Ayer me
llamó Pato. Le conté todo. Me dijo que le dieras unos días. Ella te
va a buscar. La madre solloza apretando fuerte la mano de
Mara, que la mira sin poder evitar que las lágrimas se le
escapen. Mis chiquitas, murmura, mis chiquitas. Vení con nosotras,
mamá, le pide Mara con desesperación. Dejá todo. Vení.
Dale, ma. No puedo. Todavía no puedo, responde la mujer rota.
Leonor toma un trago de café para empujar la angustia
hacia el estómago.
CUARENTA Y DOS
Deja de llover y las mujeres parten. Leonor
hace un último esfuerzo por convencer a
Graciela de que vaya con sus hijas pero no
logra nada. Paran un taxi. Mara abraza fuerte
a su mamá y no puede evitar insistir en
que se quede, pero Graciela calla y sube al
taxi. Leonor y Mara la ven partir. Se suben
al próximo taxi que pasa.
¿Por qué me ayudás?, pregunta Mara apenas
suben.
Leonor mira por la ventanilla.
Las cuadras de la ciudad se suceden.
La velocidad cambiante del auto.
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