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/'aula Bombara
Cuatro cuadras más adelante, la alcanza y la sor¡ 11
de: sube el auto a la vereda justo delante de ella, c11 l
garaje, para frenarla. Ella intenta esquivarlo sin dejn1
correr pero el auto la toca y hace que pierda el equilil>r
El bolso la desbalancea.
Él se baja, la corre, la alcanza y la torna de un braz11
Mara grita, isoltame, soltame!, y se resiste, patalea, se aHi
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. con el correr de las estaciones,
La chica pájaro
· no puede verse
1 t ill H \cz pero se aditna de~:i~:·r del bolsillo del jean,
l 1 • 'wrda a Leonor. aca su . d o uede
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l il 11 y corta.
a pero cuando ella at1en e, n p
Él le pega ahí, a la luz del día, en plena calle. Uno, do
tres golpes de palma, de mano, de puño, que aciertan
medias porque Mara se mueve, se mueve para zafar d
las garras de su predador.
Nadie se acerca. Dos viejas que cargan bolsas de com
pras apuran el paso. Una madre y su hijo con delantal de
escuela miran desde la vereda de enfrente. La madre gril11
algo a la distancia.
Ella siente una ira tremenda que la llena de fuerzas y,
no sabe cómo, le entra de lleno al pecho de Maxi con las
palmas extendidas, lo empuja, lo aleja lo suficiente para
seguir corriendo. No mira atrás, se entrega completa al
tremendo esfuerzo de escapar.
Llega a la estación y sube al tren con los segundos
justos. Los pasajeros la miran, algunos se separan de ella,
alguien le pregunta tímidamente si está bien. Ella dice
que sí con la respiración agitadísirna. Trata de aquietar
su pecho, siente que le va a explotar. Inspiraciones cortas,
espiraciones largas, cierra los ojos y se concentra en su
corazón que, despacio, se va aquietando. Al abrir los ojos
se ve reflejada en el vidrio de la puerta. Su cara comienza a
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