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l'mtla Bombara
¿Qué decir? ¿Qué callar? ¿(ómo contar una vida entera?
Suspira antes de comenzar.
Sé lo que sentís. Por eso.
¿A vos también te pegaban? Sí. ¿Quién? Mi padre. ¿yu esposo
no? Mi esposo ... no. Mi esposo gritaba y rompía cosas pero no
pe~aba. Viví con miedo igual, te digo. Pero se murió pronto. Y ya no
qu1se compartir la vida con nadie más.
Mara deja de preguntar. Ahora es ella la que mira el
afuera. Leonor respira. Los recuerdos se abren. Me conseguí
un trabajo de cocinera en una escuela. Ahí estuve hasta que me
jubilé. Cuarenta años estuve. La de chicos que vi crecer, no te das una
idea. En la escuela estudié bastante. Me hice amigas. ¿Muchas? No,
las amistades de verdad nunca son muchas.
El silencio gana el taxi hasta que Mara, de pronto, dice
yo tengo dos amigas. A mí me queda una, responde Leonor.
Se sonríen y dejan que las reúna ese tiempo amoroso
que a veces crece en el silencio.
Me llamo Mara, dice la chica de pronto. Sí, lo sé, leí el papel
con tus datos apenas te fuiste. iPero seguiste llamándome Alma!
Bueno, supuse que vos preferías ese nombre ... Mentí porque no te
conocía. Eso pensé. ¿vos te llamás Leonor? Sí, Leonor Gavilla.
Siente la mirada de Mara en su rostro.
¿No tuviste hijos? No, responde ella, no quise.
Qué lástima. Hubieras sido una mamá rebuena. Ahora capaz
que serías abuela. Leonor sonríe un poco. Mara la torna de
la mano. No hace falta decir nada más.
CUARENTA Y TRES
Cuando el taxi se detiene, Mara y Leonor
ven a Darío sentado en el umbral, leyendo.
Pero este chico, protesta Leonor al verlo, le dije
que viniera mañana.
¿Le dijiste que viniera mañana, Leonor? ¿Mañana
domingo? Mara n o puede creer la picardía de
Leonor. Ella le hace una mueca que le arranca
una sonrisa. ¿Estuve mal? Me da pena, querida.
Está tan enamorado.
Él se pone de pie inmediatamente mientras
guarda el libro en su mochila. Leonor baja
primero y le hace señas para que se acerque.
Al ver la pierna enyesada de Mara, le
tiende la mano y la ayuda a bajar. Hola, Alma,
úómo estás?, úómo te sentís?
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