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Edicion 24 de marzo 2020

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10 Martes 24 de marzo de 2020

Opinión

Diario Co Latino

Ética y Política

Números y esperanza

José M Tojeira

Publicación de la Sociedad Cooperativa de Empleados de Diario

Co Latino de R. L.

23 Avenida Sur No. 225 San Salvador

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128 AÑOS INFORMÁNDOTE CON CREDIBILIDAD

Un problema común,

colectivo, debe

buscar siempre

soluciones colectivas

para enfrentarlo. Al

Gobierno le toca tomar

medidas, hacer cada

vez más pruebas, aislar

contagiados.

La tasa de mortalidad de

El Salvador andaba el

año 2017 en torno a los

5.7 muertes anuales por cada

mil habitantes. Eso nos pone en,

aproximadamente, unas 40.000

personas que mueren cada año. Ahora

que el mundo y nosotros sufrimos una

pandemia, los índices de mortalidad

podrían dispararse si no tomamos precauciones

extraordinarias. Todos sabemos

que el Gobierno ha tomado unas

medidas preventivas drásticas para evitar

que las muertes se disparen. Hacer

cálculos sobre datos aproximados de

población nos puede ayudar a entender

el problema. Por poner el ejemplo con

uno de los sectores a los que más afecta

el coronavirus, los mayores de 60 años,

podríamos llegar a la conclusión de

que, si hubiera una infección masiva en

ese sector, el número anual de muertes

en El Salvador podría duplicarse. Efectivamente,

tenemos un número aproximado

de 700.000 personas mayores de

60 años. Si se infectaran todas ellas y

muriera solamente el 6 %, el número de

fallecimientos casi se duplicaría.

Es muy difícil que suceda lo dicho anteriormente.

Pero todos sabemos las

profundas limitaciones que tienen

nuestros hospitales. Tenemos

menos camas hospitalarias por

habitante, menos medicamentos

disponibles, menos ventiladores

mecánicos, menos unidades

de cuidados intensivos

que los países desarrollados. Si

en vez de morir 40.000 personas al

año murieran 60.000, nuestros hospitales

estarían colapsados, las enfermedades

que no fueran tan graves quedarían

desatendidas, aumentando la morbilidad

y mortalidad por causas tradicionales,

y nuestros profesionales de la

salud entrarían en etapas de verdadero

agotamiento, contagio y en ocasiones

muerte.

Y que en un año mueran 20.000 personas,

más ancianos o menos ancianos,

a causa de la pandemia actual no

sería nada extraordinario, dadas nuestras

condiciones hospitalarias, si no hiciéramos

un esfuerzo especial para evitar

el contagio. Aunque nuestros cálculos

los hacíamos con el grupo de edad

de mayor riesgo, lo cierto es que el CO-

VID-19 también mata a gente no anciana

e incluso joven.

Las medidas dadas por el Gobierno

pueden parecer duras, pero son las que

los países desarrollados de Europa,

como Italia, lamentan no haber puesto

desde el primer momento. La construcción

de un nuevo hospital, ya en

marcha, es también una medida necesaria

para no sobrecargar excesivamente

el sistema hospitalario existente. De

lo que se trata es de salvar vidas. Y eso

lo han entendido muy bien la mayoría

de las Iglesias, suprimiendo actividades

y cultos. Nos queda a la ciudadanía tomarnos

en serio las normas de higiene,

distancia personal y reclusión en el hogar

que el Ministerio de Salud ha decretado

recientemente. Dado incluso

que una proporción de los que se infectan

con el virus carecen de síntomas

y puede continuar con su vida normal,

pero contagiando a otros, las normas

de higiene y de distanciamiento personal

no pueden verse como una práctica

temporal para mientras dure la cuarentena.

Al contrario, deben convertirse en

comportamientos de largo plazo. Porque

hasta que no tengamos las vacuna

contra el COVID-19, nuevas emergencias

pueden surgir en cualquier momento

cuando se suavicen las actuales

medidas.

Un problema común, colectivo,

debe buscar siempre soluciones colectivas

para enfrentarlo. Al Gobierno

le toca tomar medidas, hacer cada vez

más pruebas, aislar contagiados. A los

ciudadanos nos corresponde la responsabilidad

personal. Pero tenemos que

buscar modos de convivir socialmente

que nos ayuden a prevenir los daños

colectivos.

Las medidas del Ministerio de Salud

buscan proteger la vida en nuestro

país. A nosotros nos toca así mismo

protegerla, sabiendo que defender

la vida de los demás es defender también

la propia vida. Monseñor Romero,

que con tanto ahínco defendió la vida

de los pobres, hoy, en su día, nos diría

lo mismo.

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