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Alegraos Peques
En las proximidades de Rímini, vivía un labrador bastante
Padua (Italia), siglo XIII.
rico llamado Bonvillo, hombre ambicioso y egoísta. Él aseguraba que nunca creería en lo que afirman
los católicos acerca de la presencia real de Cristo en la Eucaristía. El caso es que un día Bonvillo le
retó a Fray Antonio diciendo así:
“Si tú haces que esta mula mía, después de haber estado tres días sin comer, desprecie un
montón de cebada y se arrodille ante una Hostia, creeré en la Eucaristía”.
Fray Antonio aceptó su desafío. La noticia se extendió por toda la ciudad. Durante los tres
días, grupos de curiosos se turnaban para vigilar que a la mula no se le diera absolutamente nada de
comer.
El día señalado, la plaza estaba llena a rebosar. El primero en llegar fue Bonvillo con su mula. Al
poco rato hizo su aparición Fray Antonio. Un silencio absoluto sucedió a las conversaciones, risas y
apuestas.
Bonvillo entregó la mula a un espectador y fue a colocarse a la misma altura que Fray Antonio
con un saco de cebada. Cuando la soltaron, Bonvillo avanzó sonriendo y arrojó el saco de cebada a sus
pies. Al llegar a poca distancia, la mula se paró. Todos los espectadores contuvieron la respiración.
Lentamente, el animal dobló las patas delanteras e inclinó la cabeza. Fray Antonio le dijo:
“Has rendido el homenaje debido
a tu Creador.
Vete, hermana mula”.
Apenas recibió el permiso,
se lanzó hacia la cebada y
empezó a comerla vorazmente.
Bonvillo creyó en .
Jesucristo y afirmó, que siempre
que el Santísimo saliera de la
iglesia en procesión, su mula y él
irían detrás para acompañarle.
Por Miriam Mora .
(16 años, Cuenca).