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Alegraos Peques
El Arca de la Alianza. El Arca era un cofre
precioso en el que se guardaban las Tablas de los
Mandamientos, el candelario de siete brazos y
algún objeto más importante. El Arca se guardaba
en una tienda de campaña llamada tabernáculo.
Durante el día una nube se posaba sobre él, y
durante la noche se convertía en un fuego, a la
vista de todos los del Pueblo de Israel. Si la nube
se alzaba, se ponían a caminar. Si no lo hacía, no avanzaban ese día.
El Arca era la prefiguración de nuestro Sagrario actual, el lugar más sagrado, donde tenían una
cierta presencia de Dios. La Eucaristía supera al Arca, siendo el mismo Dios.
Un alimento para la supervivencia: el maná. No mucho después de la travesía por el
desierto, el alimento empezó a escasear, y el agua que encontraban era amarga. Los israelitas
empezaron a quejarse a Moisés, reprochándole incluso el haberles sacado de Egipto “Allí por lo menos
comíamos pan y carne en abundancia! Aquí nos moriremos de hambre”. Moisés rezó a Dios, y prometió
al Pueblo carne y un pan mejor que el que hasta entonces habían comido.
Por la tarde, una gran cantidad de codornices cayó sobre el campamento. Por la mañana, se
vieron rodeados por una sustancia blanca, parecida a la escarcha. Era el maná, el pan que desde
entonces Dios les enviaría cada día desde el Cielo.
También vemos aquí, en este pasaje tan lejano en el tiempo del Antiguo Testamento, una
imagen de la Eucaristía, con la que nos alimentamos, pues “Mi Carne es verdadera comida, y mi Sangre
verdadera bebida” (Jn 6, 51-59).
La serpiente de bronce. Después de un tiempo, el Pueblo se puso a protestar de nuevo:
“¿Para qué nos hiciste salir de Egipto? No tenemos agua, y nos da asco este pan sin
cuerpo”. Dios, cansado de tanta queja, envió a los hebreros unas serpientes venenosas,
muriendo muchos. Ent onces se dirigieron a Moisés pidiéndole perdón, suplicándole que
intercediera por ellos ante Dios. Moisés así lo hizo, y recibió las instrucciones de hacer
una serpiente de bronce, y mantenerla alzada como si fuera un estandarte. Aquellos
que miraban a la serpiente, quedaban curados de su picadura.
Esta serpiente prefiguraba a Cristo en la Cruz, que nos traía la salvación: “Cuando sea elevado sobre la
tierra, atraeré a todos hacia Mí” (Jn 12,32).
¡Cuánto dio la lata el Pueblo de Israel en su marcha por el desierto! ¡Qué dolor para Dios una
respuesta tan ingrata ante tantos beneficios recibos! Jesús inaugurará en la Última Cena la Nueva
Alianza de Dios, no ya con los israelitas, sino con todos los hombres. Por medio de la sangre de Cristo,
recibimos la gracia, que nos capacita para ser buenos –viviendo la misma vida de Dios- y para ir al
Cielo, nueva Tierra Prometida. Que nosotros respondamos con fidelidad al amor de Dios.
Por Dámaris Mora