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Alegraos 18 LA VERDAD

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El camino de la vida

Y entre tanta confusión,

una brújula segura y consoladora

Por Alfonso González

Corren tiempos en los que el hombre ávido de modernidad pretende “resolver” las

grandes cuestiones de la vida intentando eliminar de la ecuación un elemento que

es esencial: a Dios, que nos ha creado y conoce los más íntimos secretos de nuestro

corazón y que se nos ha revelado y dejado su Palabra en las Sagradas Escrituras…

La consecuencia es clara:

despreciado Cristo afloran

de forma continua “maestros”

que intentan, sin conseguirlo,

dar un sentido a la vida del hombre y

lo único que se consigue es que cada

vez el hombre se encuentre mucho

más perdido.

Sólo hay un Maestro que da

respuesta verdadera al corazón del

hombre: Cristo, que es La Palabra,

“Yo soy la Luz del mundo, el que me

sigue, no camina en tinieblas”, nos

dice en el Evangelio.

Y para hacernos conscientes de

la importancia que tienen en nuestra

vida las Sagradas Escrituras vamos

a recoger un texto del Concilio

Vaticano II que en su constitución

dogmática Dei Verbum nos dice:

“La Iglesia siempre ha venerado la

Sagrada Escritura, como lo ha hecho

con el cuerpo de Cristo, pues sobre todo

en la sagrada liturgia, nunca ha cesado

de tomar y repartir a sus fieles el pan de

vida que ofrece la mesa de la palabra de

Dios y del Cuerpo de Cristo. La Iglesia

ha considerado siempre como suprema

forma de su fe la Escritura unida a la

Tradición ya que, inspirada por Dios

y escrita de una vez para siempre, nos

transmite inmutablemente la palabra

del mismo Dios; y en palabras de los

Apóstoles y de los profetas hace resonar

la voz del Espíritu Santo. Por tanto, toda

la predicación de la Iglesia, como toda la

religión cristiana, se ha de alimentar y

regir con la Sagrada Escritura. En los

Libros Sagrados el Padre, que está en

el cielo, sale amorosamente al encuentro

de sus hijos para conversar con ellos. Y

es tan grande el poder y la fuerza de la

Palabra de Dios, que constituye sustento

y vigor de la Iglesia, firmeza de fe para sus

hijos, alimento del alma, fuente límpida

y perenne de vida espiritual. Por eso se

aplican a la Escritura de modo especial

aquellas palabras: “La palabra de Dios

es viva y enérgica (Hb 4,12), puede

edificar y dar la herencia a todos los

consagrados” (Hchos20,32; 1 Tes 2,13).

Es preciso que el acceso a la Sagrada

Escritura esté ampliamente abierto a

todos los cristianos”.

De este maravilloso texto del

Concilio Vaticano II la primera

consecuencia que se puede extraer

es que la lectura de la Sagrada

Escritura no es un lujo de unos

Alegraos - 5

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