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Alegraos 18 LA VERDAD

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conjunto, y debemos ser conscientes

que mientras no se resuelvan desde

la raíz los problemas, los frutos

podridos seguirán apareciendo de

forma multitudinaria. Prevenir es

mejor que curar, que dice el refrán,

así que si en algo hemos de focalizar

seguramente la atención es por elevar

el nivel de vida cristiana a las exigencia

que el Señor y nuestra Madre la

Iglesia a través de su Magisterio nos

ha mostrado a lo largo de los siglos.

Creo que nadie se sorprenderá si

decimos, que los escándalos de

pocos son la consecuencia de

la mediocridad de muchos, y es

en esos muchos, donde hemos de

poner nuestra atención y gran parte

de los esfuerzos porque es esta

mediocridad el mejor caldo de

cultivo de los futuros escándalos,

anti testimonio de vida cristiana,

etc.. Sin duda la mediocridad es el

gran mal que azota a la Iglesia en el

momento actual.

Creo que no es exagerado

afirmar que la mediocridad es

ya escandalosa, seguramente es

el gran escándalo de la Iglesia de

nuestro tiempo, la socialización de

la mediocridad en primer lugar

entre los sacerdotes y almas

consagradas, sobre todo, o mejor

dicho “la canonización de la

mediocridad”.

El mediocre es la persona que

reduce la exigencia del ideal de su

vida, pero sin querer cambiar el

estado vocacional. Imaginemos

el varón casado, que mantiene

relaciones afectivas inadecuadas, sin

llegar al adulterio, claro está, con

otras mujeres distintas a la suya,

por ejemplo. O el sacerdote que sin

faltar a la observancia del celibato, a

sus tareas pastorales, deja de rezar

con la intensidad de inicio de su vida

sacerdotal, o mantiene relaciones

inconvenientes y peligrosas con

mujeres… porque como “no es

pecado”, al menos en su inicio…

Podemos decir que son personas

perseverantes en su vocación,

pero no podremos decir nunca,

que son fieles a su vocación.

Este es el primer síntoma de la

mediocridad, tomar como criterio de

acción lo que no es pecado…La vida

del cristiano no se reduce a no pecar,

sino a buscar la voluntad de Dios

en nuestra vida. Lo moralmente no

transgresivo, no es lo cristianamente

conveniente…

En segundo lugar, hemos de

observar como la mediocridad

es la idolatría del buen sentido,

del realismo…, “no te pases”,

“sin exagerar”, son dos grandes

máximas del mediocre, y bajo una

apariencia de sabiduría y prudencia

se esconde una falta real de entrega,

no existe la “locura por amor”… y

este es el verdadero problema, no

están dispuestos a vivir, desvivirse y

morir, si es preciso, en la fidelidad

a su vocación, en realidad es una

vida sin corazón… o con poco

corazón…

Y bajo está apariencia de

prudencia cambiamos el ideal de la

vida, no es que sea una vida llena

de pecado, ni una vida llena de

escándalo, se comienza a vivir lo

que Santa Teresa llamaba una vida

concertada, en donde se pretende

conciliar el ideal de la vocación a la

que Dios llama a cada uno con una

especie de comodidad moderada,

con un egoísmo controlado, con

una vida intentando no ofender

al Señor, pero llena de gusto

propio… En cierto sentido la

vida mediocre es una vida llena de

contradicciones, se quiere juntar la

luz con las tinieblas.

Y de esta forma comenzamos

“una vida de mínimos”, que

se empieza a conformar con

“simplemente no pecar”, y se

va perdiendo la sensibilidad

espiritual, y por decirlo así, se pierde

la sintonía con el corazón del Señor.

Las personas que viven instaladas en

la mediocridad suelen eliminar de su

vida los criterios evangélicos, para

sustituirlo por criterios piscológicos,

sociales (hay que sentirse bien, esto

me autorrealiza, es que lo hace todo

el mundo…). Todos sabemos lo

que suele ocurrir a un estudiante

cuando apunta al cinco, en lugar

de apuntar mucho más alto, pues

no nos engañemos, así ocurre en

la vida espiritual, el que apunta al

cinco, acaba por quedarse en el

insuficiente…

Y lo más grave, es que una vez

perdida la sensibilidad espiritual, se

comienza el camino de la anestesia

espiritual, y el mediocre suele vivir

en una “aparente tranquilidad”. La

mediocridad cuando toma carta

de ciudadanía en la persona tiene

la virtud de “desconectar las

alarmas de la conversión”, es la

anestesia del alma. El mediocre, en

su relación con el Señor podríamos

decir que “ni sufre ni padece”,

Alegraos - 9

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