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Se recoge lo que se
siembra, normalmente
Por Alfonso González
Se ha ido “descafeinando” la verdadera exigencia de la vida cristiana
bajo la bandera de una prudencia mal entendida; en realidad
cuando renunciamos a cristianizar el mundo, la consecuencia
inevitable no es otra que acabar mundanizando la vida cristiana.
Si tuviéramos que elegir un
adjetivo para definir como
“un cristiano de a pie” ve la
situación de nuestra Madre la Iglesia,
seguramente habría que emplear el
sustantivo “perplejidad”. Casi a
diario, diríase que “por generación
espontánea” emerge un escándalo…,
uno sin buscarlo se entera de si este
matrimonio roto, este sacerdote
abandona la vida sacerdotal, que si
las vocaciones no florecen, que si
los cristianos no van a Misa, que si
los escándalos sexuales a todos los
niveles y de todas clases… ¿Qué está
pasando en la Iglesia?
Partamos de una realidad en la
que supongo que todos estamos de
acuerdo, la situación actual no es
flor de un día, es por el contrario, el
fruto de un lento, pero progresivo
deterioro de la vida cristiana a
todos los niveles, y con todo el
dolor del corazón, seguramente
de las personas que han de ser los
transmisores fundamentales de la fe,
sacerdotes, consagrados, miembros
de apostolado seglar, ambientes
como la familia que pierden sus
raíces cristianas, colegios católicos
que tienen sólo el nombre,… etc.
Se ha ido “descafeinando”
la verdadera exigencia de la
vida cristiana, bajo la bandera de
una prudencia mal entendida; en
realidad cuando renunciamos
a cristianizar el mundo, la
consecuencia inevitable, no es
otra, que acabar mundanizando
la vida cristiana.
A poco sinceros que seamos,
no es muy difícil entender que
las conductas indignas y
escandalosas de los cristianos,
en su amplia mayoría, son el
fruto más podrido y vergonzoso
de una vida que ha ido
resbalando paulatinamente, por
un plano inclinado, poco a poco
al principio, en ocasiones desde
una vida de virtud verdadera, y
que tras una lenta incubación,
tras intentar compaginar la
vida cristiana con los criterios
del mundo, hemos aceptado la
mediocridad como forma de
vida. Y es esta, en realidad la raíz, el
origen y fundamento de la inmensa
mayoría de los escándalos.
Sería necio pensar que la lucha
contra las conductas escandalosas y
los actos que desdoran la verdadera
vida cristiana, debe limitarse
exclusivamente a la atención de
las víctimas, al castigo justo de los
culpables, a la reparación de los
daños, que siendo aspectos que por
supuesto hay que saber responder
cristianamente, el sufrimiento de
los inocentes es primordial, no
pueden hacernos perder la visión de
8 - Alegraos