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Edicion 20 de mayo 2020

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Diario Co Latino

Opinión

Miércoles

20 de mayo de 2020 11

Sociología y otros Demonios (1004)

Paciente cero: la sociología en los tiempos

de las pandemias (3)

René Martínez Pineda

Sociólogo, UES

Presidente:

Nelson López

Director General:

Francisco Elías Valencia

Jefa de Información:

Gabriela Castellón Fajardo

Coordinadora de Prensa: Patricia Meza

Teléfonos: 2222-1009, 2271-0671, 2271,0971 Fax: 2271-0822

128 AÑOS INFORMÁNDOTE CON CREDIBILIDAD

La sociología de las pandemias al reconocer

que el paciente cero es la

pobreza acepta, implícitamente,

que una cosa son las decisiones erradas

(por ignorancia o perversidad) y otra,

muy distinta, las decisiones culturales

incorrectas que están exentes de malicia.

Pensando en eventos análogos en el futuro,

el reto epistemológico será establecer por qué

unos grupos con similares condiciones económicas

y educativas reciben con aplausos al personal

de salud y acatan las cuarentenas, y otros, en cambio,

atacan o discriminan a dicho personal y hacen

porque sí. Lo anterior va a demandar organizar

debates profundos con las comunidades para mejorar

la colaboración en coyunturas pandémicas

rarios,

amatorios y culinarios, lo que tiene secuelas

culturales fuertes, aunque intangibles) que permitan

resolver, sin salir tan heridos, los problemas

de salud pública.

En ese sentido, la muerte (en la forma en que se

concibe y en que se le hace culto) es un problema

de estudio al que le puede aportar la sociología de

las pandemias porque está vinculado a la duración

de las cuarentenas, en cuya intimidad se sufren los

nal

del plazo y, en ese sentido, la valoración de la

muerte podrá ser menos traumática en el corto plazo.

Y es que, en el imaginario colectivo de muchas

comunidades, la muerte es un viaje de la vida y para

realizar este viaje dentro de la comarca de la cultura

las personas necesitan ir equipadas con todos los

recursos de su ser social, como las ropas de domingo

que deben ser lavadas y planchadas antes de cerrar

el ataúd o los objetos que las mantendrán atadas

a los vivos que dejan atrás.

Ese tipo de información nos lleva a comprender

que cambiar cualquier práctica cultural

no es, simplemente, una cuestión de

hábitos higiénicos (muchos de los cuales

dependen de los recursos económicos),

sino también una alteración fulminante

de las relaciones sociales ligadas

al parentesco. Desmontar el contacto

con los muertos o con los rituales religiosos

tiene el mismo impacto que cortar

los lazos con los vecinos y amigos, en tanto implica

una separación forzosa y forzada con el presente y

ta

en las medidas sanitarias tomadas. Ciertamen-

sión

epistemológica, en la reorganización temporal

de las dinámicas culturales y sociales tiene una

enorme pertinencia epidemiológica por lo que son

factores críticos que no hay que obviar en el contexto

de los brotes, pues, solo así, los rumores y el

uso político de las crisis serán minimizados en función

de construir relaciones comunitarias de con-

timen

las narrativas simples que deambulan en todas

las pandemias.

La sociología de las pandemias parte, en lo político-práctico,

de un fuerte llamado al compromiso

-

ahí, en medio del epicentro del contagio evadien-

sonas

para ser su voz y, de ese modo, dar su aporte

junto al personal médico. No cabe duda de que

para contener la pandemia del coronavirus se debe

contener primero la epidemia de miedo y readecuar

las acciones en un tiempo-espacio en el que todo

el mundo está asustado porque no se sabe exactamente

qué hacer y todo se reduce a la acción del

ensayo y error. Esa podría considerarse como una

frase común de los sociólogos, pero en realidad implica

ver las poblaciones –sobre todo la de escasos

recursos económicos- no como un obstáculo para

detener la propagación, sino como nuestro único

recurso válido y aleccionador.

Nadie puede negar que, salvo algunas alentadoras

excepciones que tienen la ventaja de la inversión

social histórica, los gobiernos nacionales solo

se han dedicado a gestionar la crisis pandémica

contando el número de muertos y, como era de esperarse,

los resultados varían de un país a otro. En

nutos

de fama disfrazan su ignorancia o su perver-

dad

cultural y al margen de que la dinámica social

no es un número que se pueda meter o sacar a voluntad

de una ecuación, razón por la cual siempre

se debe hacer prevalecer la vida para que el margen

de error sea mínimo. Claro que –como se dedujo

y proyecciones. Pero la realidad demuestra que en

tiempos de emergencia mundial los números que

ciados

-voluntariamente o no, eso es lo de menosdebido

a que muy pocas veces se conoce el número

exacto de infectados (debido a la falta de pruebas)

que nos indique dónde colocar cordones sanitarios;

cos

debido a la omisión o al sub-registro de casos.

Las preguntas incómodas que la sociología de

las pandemias puede formular a estas alturas son:

¿A qué clase social pertenece la mayoría de los infectados

y muertos en América Latina?, ¿quiénes

son los que están cayendo en un nivel de pobreza

mucho mayor como resultado de la pandemia

con cuarentena o sin ella?, ¿quiénes se enriquecen a

más no poder, partiendo del hecho de que el dinero

perdido por unos es ganado por otros? Pandemias,

lluvias tropicales, terremotos e inundaciones

previas, ya nos habían advertido de la escandalosa

desigualdad social que reina en nuestra sociedad y

nos habían mostrado que el mapa de las zonas de

riesgo era casi del mismo tamaño que el mapa del

país y, además, nos habían mostrado que las condiciones

de vida de la mayoría son indignantes y poco

recomendables para que las cuarentenas sean menos

frustrantes.

Sin embargo, ningún Gobierno anterior se preocupó

por ir resolviendo esa situación y dejarla

como una herencia de trabajo ineludible a reanudar

por el siguiente Gobierno sin distinción de ideologías,

lo que nos dice que el neoliberalismo impuso

sus condiciones.

Viendo el panorama de las tensiones políticas,

oscuridad al mismo tiempo y que el Estado de Derecho

o la democracia misma son un chiste de mal

gusto contando por políticos que quieren refrenar

su cargo en las próximas elecciones con la ilusión

de que si hay más muertos ninguno de esos serán

ellos o sus familiares. Esta coyuntura debería ser

–leyendo las páginas utopistas de la sociología- el

mejor momento para el consenso y, sin embargo,

ca.

Esta situación no es exclusiva del país, basta revisar

los casos trágicos de Brasil y Estados Unidos

donde la gestión de la pandemia se ha convertido

en la gestión de la crisis política y en la feroz gestión

de no cerrar el mercado.

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