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NO NOS HAN DEJADO
SER JÓVENES
Por: Álvaro Darío Lara
“no nos han dejado ser jóvenes” escribía el
poeta Mauricio Vallejo Marroquín, justo en
1981, año en que fue desaparecido por la fatídica
oscuridad que se extendía por todo el país.
Junto a él, miles de personas correrían la misma
suerte. Ciudadanos que salieron de sus casas y
que nunca retornaron. En el distante ayer, por
razones políticas, en el palpitante hoy, por la de-
tiva,
por el odio.
Mauricio Vallejo Marroquín, tenía apenas 23
años, pero ya era un precoz y brillante muchacho,
que amaba la literatura y el arte con singular
pasión, lo mismo que abrazaba las luchas populares
de la época.
Por lo que ha llegado hasta nosotros de su juvenil
obra, se advierte en ella, una explosiva vitalidad
y un afecto profundo a esa noción de El
Salvador, desde la concepción mágica, mítica de
Cuscatlán. El Cuscatlán de Salarrué, de Herrera
Velado, con su deslumbrante colorido natural,
pero también con su ancestral dolor humano.
Vallejo Marroquín se enamora del lenguaje popular
y lo recrea y reinventa a cada momento.
Su tiempo era un tiempo de hermosos ideales.
Y los jóvenes como él, de cabellos largos, y camisas
de manta, iban y venían con la música,
la poesía y la fe absoluta en la revolución que
entregaría “la tierra al que la cultiva”, la fábrica
al obrero, y los lápices y libros al pueblo analfabeto.
Por ello, su poesía, que estaba haciéndose, nos
revela un mundo donde la amada, la familia,
el pueblo y la revolución, conforman una muy
enérgica unidad.
Tres años después de su desaparición, el poeta
trevista
sostenida con el profesor Carlos Alberto
Saz (Diario El Mundo, 2da. parte: 14 de abril
de 1984), lo siguiente (hemos complementado
algunos nombres para su mejor entendimiento):
“Entre algunos compañeros que podríamos llamar
de la ‘novísima’ generación, o sea la más
joven, comprendida entre la década del 75 hasta
nuestros días, los más recientes serían: Roger
Lindo, Horacio Moya (Horacio Castellanos
Moya), Nelson Brizuela, Mario Mejía (Mario
Noel Rodríguez Mejía), Miguel Ángel Chinchilla,
Lara (Álvaro Darío Lara), Octavio Juárez,
Joaquín Meza, Quezada (Roberto Quezada),
Delfy Góchez (hubiera sido una buena poetisa,
lástima su muerte violenta y prematura), Mariona,
los hermanos Galeas (Giovanni y Marvin),
Roberto Cevallos (Q.D.D.G), Bonilla y Hernán
Herrera; Mauricio Vallejo, Carlos Santos y otros
que escapan a mi memoria. La mayoría no tenemos
todavía un libro publicado. Se nos conoce
blicar
poemas en páginas literarias, boletines de
casas de la cultura, periódicos comunales, revistas
de arte y literatura. En síntesis, cada quien
escribe a su manera (temas a veces comunes)”.
Esta fue la primera vez, que tuve referencias del
poeta Vallejo. Un halo de silencio y misterio lo
cubría, y no sin falta de razón, ya que vivíamos
tiempos peligrosos: la guerra civil marchaba a
todo galope y la represión, vigilancia y persecución
política eran duro pan cotidiano. Muchos
artistas y escritores llevaban a cabo tareas clandestinas
en las ciudades, por lo tanto, nadie iba
a dar explicaciones a aquel jovencito de 18 años
que era yo, y que no cesaba, pese al disgusto de
mi madre, de tener como amigos, a esos poetas
que fumaban y bebían, en medio de nocturnas
discusiones interminables, que para mí, eran fascinantes.
Por otra parte, la historia de Vallejo Marroquín,
no era conocida, más allá de sus cercanos
amigos y familiares, y su obra estaba dispersa
en periódicos y revistas de años atrás.
Mucha era inédita.
Al contrario de otros poetas desaparecidos, asesinados
o caídos, de los cuales sí tuvimos noticias,
por razones de su actividad, quizá más pública
dramáticas de sus muertes, como los casos de
Jaime Suárez Quemain o de Rigoberto Góngora,
la historia del poeta continuaba oculta.
Tuvieron que pasar algunos años, para que
debido a mis estudios universitarios e inves
tigaciones literarias, tuviera un conocimiento
puntual, pero todavía escaso del poeta.
monio
de su hijo, el también poeta y escritor
Mauricio Vallejo Márquez, a quien conocí a
vertí,
desde el inicio, un talento y una devoción
increíble por la memoria de su padre.
Debo decir que una de las experiencias más
hermosas, que viví junto a Mauricio, fue
cuando editamos aquel número de homenaje
a su padre, en el suplemento Tres Mil, a ini-
co,
que Mauricio cuidó muy especialmente.
Han pasado ya veinte años. Y Vallejo Márquez
continúa manteniendo viva la obra de
su progenitor: publicando sus libros; animando
festivales en su recuerdo; realizando,
ahora, conversatorios virtuales. Asimismo,
pidiendo justicia nacional e internacionalmente.
Esto es importante, fundamental,
para la historia literaria del país, y para ese
nuevo país que seguimos soñando, donde todos,
y particularmente, los jóvenes, puedan
ser, precisamente, jóvenes, como lo quería
el poeta.
Por todo esto, ante ese trágico 4 de julio de
1981, antepongamos siempre la esperanza
de un próximo futuro luminoso.
¡Un abrazo a la memoria del poeta, a su musa
de toda la vida (Patricia Márquez Motto) y a
Mauricio Vallejo Márquez!
Edición Especial | 11 de Julio de 2020 |
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