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BESOS,
TAPABOCAS
Y NUEVAS
RELACIONES
SOCIALES POR
COVID 19
El tapaboca es un accesorio que ha cambiado nuestro modelo tradicional de
encuentro social, no obstante disminuye la expresión facial de labios, boca,
sonrisa, énfasis bucofacial, visibilidad de la lengua, signos mínimos de aprobación
selección natural entre la especie hominidae.
La expresión facial implica el rostro, boca, labios, mejías, ojos etc., pierde fuerza
con el tapaboca (mascarilla, nasobuco) su uso generalizado es un límite que oculta
ciones
implica también ritos sociales funerarios, festivos, deportivos etc. Aunque
para evitar esa ausencia de expresión en algunas naciones se promueven mascarillas
transparentes, no se trata de una vanidad de primer mundo, sino la falencia de
exactitud en el énfasis de la palabra y el momento emotivo.
Es importante esta condición del tapaboca para la prevención
del COVID 19, otras naciones regalan
el accesorio, el resultado fue es positivo.
La pandemia implementa otra barrera cultural,
la forma reproductiva, si el inicial
beso es una caricia inofensiva en la mejilla,
los juegos orales de ósculos son considerados
por antropólogos como parte de
tercambio
de secreciones de saliva, las bacterias
y el código genético llega a interpretar-
en estos tiempos la pasión juvenil (adultos, ancianos)
de besos babeantes quizás implique un nuevo límite a la
por su acción letal, la intimidad de los besos apasionados quizás se considere un
delito, en consecuencia los humanos dejaremos de reproducirnos poco a poco,
probablemente los besos y el documento de inmunidad se convierta en el nuevo
signo de segregación social. Es posible que al eliminar los besos se norme otra
conducta, ya no como signo de amistad sino de potencial contagio, es deprimente
sarampión, poliomielitis, hepatitis, viruela etc., algunos necesitan vacunas con refuerzos
anuales, así surge el pensamiento a largo plazo de los besos, intercambio
de secreciones, cuidado de los niños y niñas etc.
Los cambios culturales de COVID 19 implementarán una nueva forma de comunicación
social y en el sistema capitalista probablemente será la tecnología que
sustituirá estas antiguas formas de relaciones sociales, incluso el tabú sexual de
los niños de probeta, óvulos congelados, selección generacional por catálogos de
esperma, nos transformará en otra humanidad, tal vez la buena noticia sea que al
menos en esta generación seguiremos a la antigua, besos y abrazos a discreción
de la pandemia… aceptamos la pandemia pero no debe paralizar nuestra acción
social o política, al menos por este momento.
amazon.com/author/csarcaralv
Por: Álvaro Darío Lara
CIELITO LINDO
Mi abuelo materno se llamaba Andrés Chávez Zepeda (1892-1976), mecáni-
costado del ahora mercado ex cuartel de San Salvador, donde –seguramente- el
pequeño Andrés aprendió a domeñar los metales.
Hacia la segunda década del siglo XX, el abuelo raptó a una hermosa y distinguida
adolescente, María Hortensia López Villeda, quien a juicio de parientes de la época:
“era una lámina”, esto por su belleza. Se casaron en la iglesia del Calvario de
la capital, formando una numerosa familia. Para mi abuela, este amor supuso un
gran dolor, puesto que su padre, don Alberto, jamás volvió a dirigirle la palabra.
Lamentablemente, la unión de mis abuelos no duró mucho tiempo. Su separación,
mantiene un carácter y un ánimo envidiable.
El joven Andrés trabajó en la pavimentación de San Salvador, ganando buenas
bambas, que por desgracia, malgastaba -en ocasiones- en el endemoniado licor.
También laboró durante larguísimos años en la compañía de ferrocarriles, la famosa
IRCA (International Railways of Central América). Hasta allí, lo íbamos a
esperar con mi madre, cuando, ya anciano, salía del trabajo.
Sonaba la sirena, y al pie del portón, nuestras miradas lo buscaban en medio de
Luego, nos dirigíamos a su casa, situada frente a la antigua Iglesia de Concepción,
donde mi abuelo oía misa. Desde niño me maravillaron las imágenes que
ornamentaban la alta y cóncava bóveda del templo, vívidas representaciones de la
Gran lector de periódicos, libros y revistas. Gozaba con la revista LIFE, que en español,
mi padre le prestaba. Mi madre me contaba cómo gustaba de leer el antiguo
Diario Latino, cuando éste venía en un gran formato. Cómo lo doblaba con sumo
cuidado, y cómo se molestaba si alguien lo ajaba o ensuciaba.
“Cielito Lindo”, la dulce y sentida melodía mexicana, compuesta en 1882 -según
el celo azteca- por Quirino Mendoza y Cortés, como un homenaje de amor a su
esposa, una serrana que tenía un lunar contiguo a la boca.
Algunos hablan de canciones populares españolas que inspiraron -muy decididamente-
la creación. No lo sé. Lo que sí tengo claro, es que el abuelito la tarareaba
y silbaba con emoción.
Él, tan bromista, en el recuerdo. Él, que vio todo un siglo de luces y sombras
Gritando con sus hijas ¡Viva Romero!, en las gestas democráticas y heroicas de
mediados de los años 40 de la centuria pasada.
A él, entonces, estos versos, que nos deben obligar siempre a la esperanza, aunque
los nubarrones del pesimismo pretendan, a veces, anidar en nuestros pechos:
“Ay, ay, ay, ay, canta y no llores/ Porque cantando se alegran/Cielito lindo, los
corazones”.
Edición Especial | 12 de Diciembre de 2020 | 07