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LA PUERTA DEL SOL - ED 86 - JULIO 2021

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6 - La Puerta del Sol

SOCIEDAD

La tea inc

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Por: Gabriela Behoteguy Chávez

La fría noche del 16 de julio del 1809, es recordada

como el primer grito de la Independencia

nacional, encabezada por el criollo paceño Pedro

Domingo Murillo. Sucedió después de la procesión

de la Virgen del Carmen, cuyo templo queda

aún ubicado a dos cuadras de la Plaza de Armas,

que en conmemoración al caudillo revolucionario

fue rebautizada, durante la República, bajo el

nombre de Plaza Murillo. La fiesta de la Virgen,

como se acostumbra hasta hoy, estuvo acompañada

por el profuso consumo de alcohol.

El sonido de la Revolución se distinguió por los

disparos de fusiles, que permitieron a los insurgentes

asaltar el cuartel y apoderárselo; el repique

arrebatado de las campanas de la Catedral,

que reunió al vecindario en la plaza, hizo de fondo

para los gritos del tumulto: “¡muera el mal

Gobierno!, ¡mueran los traidores!, ¡viva el rey

Fernando VII!”.

La sublevación tuvo resultado victorioso. Logró

deponer a las autoridades que fueron acusadas de

conspirar a favor de la heredera borbónica Carlota

Joaquina, en contra del rey de España Fernando

VII. Días después, el 24 de julio, se creó

la “Junta Tuitiva” en la que Murillo, con el grado

de coronel, fue nombrado presidente de la misma.

Los objetivos fueron la proclama de la Independencia,

el plan de Gobierno que cuestionaba

algunas de las reformas borbónicas de finales del

siglo XVIII, estableciendo el fortalecimiento del

mercado interno y la alianza con los indígenas,

quienes dejarían de pagar tributo.

Posteriormente, el comandante del Ejército Militar

español, José Manuel de Goyeneche, hizo

replegar a los revolucionarios, hasta disolver la

Junta Tuitiva, el 30 de septiembre de 1809. Murillo

comenzó a ser perseguido, hasta ser apresado

el 11 de noviembre y amarrado a la cola de

una mula. Lo interesante es que, cuando rememoramos

el aniversario de la ciudad de La Paz,

cada 16 de julio, recordamos que el caudillo de

la Revolución, antes de ser ejecutado en la horca

el 29 de enero de 1810, dijo: “Compatriotas, yo

muero, pero la tea que dejo encendida, nadie la

podrá apagar, ¡viva la libertad!”. Frase que se ha

convertido en un símbolo de la emancipación.

El fuego ya estaba encendido

Murillo comenzó su carrera militar al servicio de

la Corona Española. Tenía 29 años cuando fue

nombrado teniente de fusilería, para enfrentarse

al ejército aymara comandado por Julián Apaza

“Tupaq Katari” (Serpiente Luminosa), en 1781.

Su primera hazaña fue retirar a varias familias

españolas y criollas, que vivían en los Yungas de

La Paz, hacia la ciudad de Cochabamba. Así, alcanzó

el título de capitán.

También lideró un ejército de 200 hombres, al

servicio del comandante Sebastián de Segurola.

Y, según el historiador José Luis Roca, fue carcelero

del comandante aymara. Al respecto, el movimiento

indianista-katarista de la ciudad de El

Alto construye la memoria del diálogo entre ambos

líderes revolucionarios, previo a la ejecución

de Tupaq Katari, el 15 de noviembre de 1781.

Durante una entrevista, el maestro amawta Mario

Rayo, de la zona de Corazón de Jesús de La

Ceja de El Alto, relató que Tupaq Katari se dirigió

en idioma aymara a Pedro Domingo Murillo

diciéndole: “Lunthat q’ara ninax wiytataxiwa,

inapiniyatawa”. Entonces, Murillo solicitó la traducción

de esta frase, que puede ser interpretada

como: “Ladrón opresor, el fuego ya está encendido

en vano nomás vas a hacer todo”.

Según esta versión, que también está reproducida

en el libro Wiphala guerrera. Contra símbolos

coloniales 1492-1892, de Inka Waskar Chuquiwanka,

el caudillo Pedro Domingo Murillo

modificó la frase antes de ser ahorcado, plagiando

al líder de la gran rebelión indígena. Por eso,

Mario Rayo sostiene que “el 16 de julio, nosotros

(los kataristas) recordamos asesinato de nuestro

Achachila, nuestro abuelo Tupaq Katari, no así

la Independencia de La Paz, porque su lucha del

Murillo es una mentira ¿no?”

El proyecto de Katari veló por la autodeterminación

política, ante las reformas borbónicas de

finales del siglo XVIII que, como describe la investigadora

Silvia Rivera, fueron el emblema de

la modernidad colonial, caracterizada por la violencia

que impuso el régimen tributario: el quinto

real, las alcabalas, diezmos u otras cargas fiscales,

el monopolio de la coca, el reparto forzoso

de mercancías y el reclutamiento de cargadores y

llameros. Estas medidas afectaron el espacio del

trajín colonial y, por eso, desataron la furia de la

rebelión Katari-Amaru.

San Antonio Chapetón

Ese tiempo (1781), el criollo Murillo luchó contra

las milicias indígenas que buscaban emanciparse

de la Corona Española. Aunque, años más

tarde (1809), las determinaciones más grandes

de la Revolución coincidieron con el proyecto de

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