Edicion 14 Agosto 2021
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
EL PORTAL DE LA ACADEMIA
SALVADOREÑA DE LA LENGUA
El HOMBRE EN BUSCA DE SENTIDO
Por: Eduardo Badía Serra,
Miembro de la Academia Salvadoreña
de la Lengua.
¿Qué está sucediendo, pues, con el
hombre? ¿En qué se ha convertido
el hombre? ¿A qué se ha visto
reducido como efecto de sus propias
acciones? Ciertamente, el hombre
vive, existe, pero ello no permite la
consideración de que perdure en su
existencia. Para ello se necesita más:
¡Es necesario honrar la vida! No es
lo mismo vivir que honrar la vida.
El hombre, he dicho anteriormente,
cir,
algo para la razón, algo para el
sentimiento, y algo para la voluntad.
Son los tres caminos, los “tres única-
tos
“tres únicamente” exigen que el
hombre, para “ser” hombre, sostenga
va”,
su “qualia”, que es lo único que
le permite vivir consciente de que se
es. “El hombre, -decía Heidegger-, es
el único ser que se hace la pregunta
por el Ser.
Decía Zubiri que el ser viviente, el
hombre, se halla entre cosas, externas
unas e internas otras, que le mantienen
en actividad no sólo constante
-
sas”
tiene dos caracteres: Uno, el de
“instalación”: el viviente se “halla”
colocado entre cosas, tiene su “locus”
de una carácter modal: el viviente, así
colocado, está dispuesto o situado de
tus”.
El “situs” se halla fundado sobre
el “locus”, de tal manera que no hay
situación sin colocación. Y entonces,
así colocado y situado entre las cosas,
se halla en un determinado “estado”.
este “estado vital” y mueven a una acción
por efecto de una “suscitación”,
la “afección”, y esta “afección” crea
en el viviente una tensión, que no es
otra cosa sino la “respuesta”, con lo
cual el viviente adquiere o pasa a otro
estado. Nunca, entonces, está el viviente
en quietud, sino en un estado
de equilibrio dinámico. Zubiri llama
a este estado, “quiesencia”. Estado es
una actividad en quiesencia. Esta actividad
así descrita tiene dos vertientes:
Una da a las cosas entre las cuales el
viviente se halla: El hombre se “com-
tante
esta, es una actividad dirigida
hacia sí mismo: El hombre se “autoposee”.
Y así, el viviente se encuentra
continuamente yendo de un estado a
otro, por efecto de continuas suscita-
cia
de un estado a otro. La vida, pues,
según Zubiri, es “autoposesión en
decurrencia”. Pues bien, aquí está el
problema: Tratar de negar al hombre
“estar en situación”, es decir, su “si-
periencia
subjetiva”, su “qualia”, con
lo cual no puede nunca autoposeerse.
Está el hombre, así, simplemente situado,
pero situado siempre, no en posición
exigitiva sino sólo en posición
dispositiva. No hay en él, sustantividad,
sino simplemente sustancialidad,
pura sustancia pero sin esencia.
Suscitación – Afección – Respuesta:
He allí el esquema de las acciones
de todo ser viviente: El hombre está
siempre “entre” cosas, “colocado-entre-cosas”,
es su “locus”, pero colocado
no de cualquier manera sino en
forma de un “estado vital”. En este sucesivo
suscitarse-afectarse-responder,
portándose”
y “autoposeyéndose”. El
hombre, pues, es “autoposesión en
decurrencia”.
Este estado de equilibrio dinámico
al que llega el viviente por efecto de
comportarse y autoposeerse, no es
el mismo en todo viviente, y esto es
aquí lo medular. Hay vivientes que
vivientes menos el hombre. El león,
cuando se suscita, efectivamente se
afecta y responde, pero responde
inconscientemente, simplemente liberando
biológicamente su estimulidad.
A esto es a lo que Zubiri llama
“sentir”, el “propio sentir”, dice.
El animal se comporta “estimúlicamente”,
esto es, siente, aunque probablemente
experimente diferentes
un estado de mera satisfacción: No
“se” siente satisfecho, pero “siente”
satisfacción. El hombre, en cambio,
llegado el estímulo, se abre al mismo
en sus tres momentos y lo ve
como realidad, ya no sólo estimúli-
rácter
de realidad cambia esencialmente
el carácter de la estimulación,
afección), incluyendo en él al “sentimiento”.
El “sentimiento” es no
otra cosa más que un momento intrínseco
y formal de la realidad, que
lanza al hombre a responder, pero a
responder en función de la realidad.
Aquí la volición, la voluntad, que
coloca al hombre “en fruición”, en
estado de quiescencia real en la realidad.
Y esto es lo importante: Este
continuo estar en fruición ante la
realidad, en un estado de quiescencia
continuo, hace que el hombre, no
así los otros seres vivientes, se mantenga
en un estado de tensión anímica
permanente, esto es, en un estado
permanente de tensitud. Si se niega
al hombre la posibilidad de autoposeerse,
negándose su propio “situs”,
simplemente la pregunta por el Ser
que hace Heidegger en su reclamo
por la vuelta al ser, queda vacía.
He insistido en la necesidad de hacer
que el hombre mantenga su “experiencia
subjetiva”, su “qualia”. Lo
hago de nuevo, argumentando otra
vez en el hecho de que este mundo
extraño y peculiar que vivimos está
tratando de negarla, bajo el engaño
de esa “vida bestial de encantamiento”
de la que hace tanto tiempo ya nos
hablaba Góngora, y que ya ha señalado
el Papa Francisco tan contundentemente
cuando habla de rechazar la
“vida de rapidación” a la que nos está
llevando la “sociedad industrial deshumanizada”.
El hombre es sus tres
únicamente, inteligencia-sentimien-
poseerse
quedando ante la realidad en
situarse ante ellas, es decir, asumir su
situarse ante ellas. Pero la realidad de
cada hombre es la realidad de cada
hombre, y no la de los otros, y allí el
peligro de confundirlas. Negar a cada
hombre su propia ”experiencia subje-
toposeerse,
reduciéndolo entonces a
un viviente que simplemente ante los
estímulos sólo libera biológicamente
su estimulidad, es decir, reduciéndola
al “mero sentir”. No se trata, pues, de
transformar al hombre en un ser solitario,
incapaz de vivir en sociedad. El
no se debe considerarle como parte de
una simple masa informe sin capacidad
para autorrealizarse por sí mismo.
En el país, esa tendencia a reducir al
hombre a un estado de mera animalidad,
estimulándolo hacia un estado de
“hombre-zombie”, “hombre-robot”,
se siente claramente. El hombre es un
poco asceta. Ni uno, ni dos, sin esos
tres únicamente que le han caracterizado
durante toda su existencia. Pero parece
que de ello no nos damos cuenta.
06
Edición Extra | 14 de Agosto de 2021 |