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Edicion 14 Agosto 2021

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EL PORTAL DE LA ACADEMIA

SALVADOREÑA DE LA LENGUA

El HOMBRE EN BUSCA DE SENTIDO

Por: Eduardo Badía Serra,

Miembro de la Academia Salvadoreña

de la Lengua.

¿Qué está sucediendo, pues, con el

hombre? ¿En qué se ha convertido

el hombre? ¿A qué se ha visto

reducido como efecto de sus propias

acciones? Ciertamente, el hombre

vive, existe, pero ello no permite la

consideración de que perdure en su

existencia. Para ello se necesita más:

¡Es necesario honrar la vida! No es

lo mismo vivir que honrar la vida.

El hombre, he dicho anteriormente,

cir,

algo para la razón, algo para el

sentimiento, y algo para la voluntad.

Son los tres caminos, los “tres única-

tos

“tres únicamente” exigen que el

hombre, para “ser” hombre, sostenga

va”,

su “qualia”, que es lo único que

le permite vivir consciente de que se

es. “El hombre, -decía Heidegger-, es

el único ser que se hace la pregunta

por el Ser.

Decía Zubiri que el ser viviente, el

hombre, se halla entre cosas, externas

unas e internas otras, que le mantienen

en actividad no sólo constante

-

sas”

tiene dos caracteres: Uno, el de

“instalación”: el viviente se “halla”

colocado entre cosas, tiene su “locus”

de una carácter modal: el viviente, así

colocado, está dispuesto o situado de

tus”.

El “situs” se halla fundado sobre

el “locus”, de tal manera que no hay

situación sin colocación. Y entonces,

así colocado y situado entre las cosas,

se halla en un determinado “estado”.

este “estado vital” y mueven a una acción

por efecto de una “suscitación”,

la “afección”, y esta “afección” crea

en el viviente una tensión, que no es

otra cosa sino la “respuesta”, con lo

cual el viviente adquiere o pasa a otro

estado. Nunca, entonces, está el viviente

en quietud, sino en un estado

de equilibrio dinámico. Zubiri llama

a este estado, “quiesencia”. Estado es

una actividad en quiesencia. Esta actividad

así descrita tiene dos vertientes:

Una da a las cosas entre las cuales el

viviente se halla: El hombre se “com-

tante

esta, es una actividad dirigida

hacia sí mismo: El hombre se “autoposee”.

Y así, el viviente se encuentra

continuamente yendo de un estado a

otro, por efecto de continuas suscita-

cia

de un estado a otro. La vida, pues,

según Zubiri, es “autoposesión en

decurrencia”. Pues bien, aquí está el

problema: Tratar de negar al hombre

“estar en situación”, es decir, su “si-

periencia

subjetiva”, su “qualia”, con

lo cual no puede nunca autoposeerse.

Está el hombre, así, simplemente situado,

pero situado siempre, no en posición

exigitiva sino sólo en posición

dispositiva. No hay en él, sustantividad,

sino simplemente sustancialidad,

pura sustancia pero sin esencia.

Suscitación – Afección – Respuesta:

He allí el esquema de las acciones

de todo ser viviente: El hombre está

siempre “entre” cosas, “colocado-entre-cosas”,

es su “locus”, pero colocado

no de cualquier manera sino en

forma de un “estado vital”. En este sucesivo

suscitarse-afectarse-responder,

portándose”

y “autoposeyéndose”. El

hombre, pues, es “autoposesión en

decurrencia”.

Este estado de equilibrio dinámico

al que llega el viviente por efecto de

comportarse y autoposeerse, no es

el mismo en todo viviente, y esto es

aquí lo medular. Hay vivientes que

vivientes menos el hombre. El león,

cuando se suscita, efectivamente se

afecta y responde, pero responde

inconscientemente, simplemente liberando

biológicamente su estimulidad.

A esto es a lo que Zubiri llama

“sentir”, el “propio sentir”, dice.

El animal se comporta “estimúlicamente”,

esto es, siente, aunque probablemente

experimente diferentes

un estado de mera satisfacción: No

“se” siente satisfecho, pero “siente”

satisfacción. El hombre, en cambio,

llegado el estímulo, se abre al mismo

en sus tres momentos y lo ve

como realidad, ya no sólo estimúli-

rácter

de realidad cambia esencialmente

el carácter de la estimulación,

afección), incluyendo en él al “sentimiento”.

El “sentimiento” es no

otra cosa más que un momento intrínseco

y formal de la realidad, que

lanza al hombre a responder, pero a

responder en función de la realidad.

Aquí la volición, la voluntad, que

coloca al hombre “en fruición”, en

estado de quiescencia real en la realidad.

Y esto es lo importante: Este

continuo estar en fruición ante la

realidad, en un estado de quiescencia

continuo, hace que el hombre, no

así los otros seres vivientes, se mantenga

en un estado de tensión anímica

permanente, esto es, en un estado

permanente de tensitud. Si se niega

al hombre la posibilidad de autoposeerse,

negándose su propio “situs”,

simplemente la pregunta por el Ser

que hace Heidegger en su reclamo

por la vuelta al ser, queda vacía.

He insistido en la necesidad de hacer

que el hombre mantenga su “experiencia

subjetiva”, su “qualia”. Lo

hago de nuevo, argumentando otra

vez en el hecho de que este mundo

extraño y peculiar que vivimos está

tratando de negarla, bajo el engaño

de esa “vida bestial de encantamiento”

de la que hace tanto tiempo ya nos

hablaba Góngora, y que ya ha señalado

el Papa Francisco tan contundentemente

cuando habla de rechazar la

“vida de rapidación” a la que nos está

llevando la “sociedad industrial deshumanizada”.

El hombre es sus tres

únicamente, inteligencia-sentimien-

poseerse

quedando ante la realidad en

situarse ante ellas, es decir, asumir su

situarse ante ellas. Pero la realidad de

cada hombre es la realidad de cada

hombre, y no la de los otros, y allí el

peligro de confundirlas. Negar a cada

hombre su propia ”experiencia subje-

toposeerse,

reduciéndolo entonces a

un viviente que simplemente ante los

estímulos sólo libera biológicamente

su estimulidad, es decir, reduciéndola

al “mero sentir”. No se trata, pues, de

transformar al hombre en un ser solitario,

incapaz de vivir en sociedad. El

no se debe considerarle como parte de

una simple masa informe sin capacidad

para autorrealizarse por sí mismo.

En el país, esa tendencia a reducir al

hombre a un estado de mera animalidad,

estimulándolo hacia un estado de

“hombre-zombie”, “hombre-robot”,

se siente claramente. El hombre es un

poco asceta. Ni uno, ni dos, sin esos

tres únicamente que le han caracterizado

durante toda su existencia. Pero parece

que de ello no nos damos cuenta.

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Edición Extra | 14 de Agosto de 2021 |

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