Edicion 14 Agosto 2021
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8 Sábado 14 de agosto de 2021
Opinión
Diario Co Latino
ALGO MÁS QUE PALABRAS
La tierra solloza, por nuestro hacer denigrante
“Este hacer denigrante, irresponsable a más no poder, nos está dejando sin vida”.
Víctor CORCOBA HERRERO/ Escritor
corcoba@telefonica.net
Hay que diseñar otros
modos y maneras de
vivir, a través de un
sistema participativo, inclusivo
y moral. Los pueblos hay que
repoblarlos de verde y los caminos,
por los que se mueve el ser humano, hay que
volverlos biodiversos, como el entramado
natural de la vida misma. A las ciudades
hay que darles también otro corazón más
claro y hondo. Tampoco deben planificarse
en base a los coches, sino a las personas e
invertir más en rutas peatonales y en ritmos
de transporte público. En cualquier caso,
no podemos continuar rompiendo lazos,
destrozando la creación, sin importarnos
su desgarre armónico. La sordera humana
nos impide divisar el sentido estético
y contemplativo de las cosas que nos
acompañan. ¡Qué desgracia!
Este dominador afán destructivo
nos está dejando sin aire limpio para
poder respirar, sin aguas transparentes
y sin especies que nos ayuden a que los
bosques no se desvanezcan y los desiertos
avancen. Los gemidos de la creación están
ahí, llamándonos a repensar sobre nuestras
torpes actuaciones. Debemos examinar
nuestros hábitos en el uso de energía, en el
consumo, el transporte y la alimentación.
A mi juicio, es el momento de la justicia
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Francisco Elías Valencia
Vicepresidente:
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Jefa de Información:
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Coordinadora de Prensa: Patricia Meza
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130 AÑOS INFORMÁNDOTE CON CREDIBILIDAD
reparadora, de reconciliar actitudes con
el ecosistema, de restaurar el equilibrio
climático; puesto que estamos en
medio de una emergencia, que
requiere de nosotros un espíritu
más firme y cooperante, sin obviar
algo tan esencial, como que todos
vivimos en una morada comunitaria,
que nos llama a ese estado integral que
requerimos por principio congénito.
La naturaleza también nos necesita.
Claro que sí. Pero tomemos otras pautas
de consumo y de andar. Fijémonos en lo
que nos habla. No pasemos de los sollozos
de la tierra. Veamos el modo de quitar esta
calima que nos ciega los ojos, que enturbian
el ambiente y dificultan la visión. Anotemos
el alza del nivel del mar y la desaparición de
lagos. Prestemos atención a las fuertes olas de
calor, cada vez más habituales, que ahogan
esa vida silvestre, tan necesaria como urgente,
para dar secuencia a nuestro propio linaje.
La biósfera debe regir la toma de decisiones
si queremos sobrevivir. Lo dicen los estudios
científicos y lo refrenda la realidad que nos
sobrecoge, la alteración del clima, la pérdida
de biodiversidad y la contaminación.
Volvamos a los orígenes, a la sabiduría
de nuestros progenitores, que cuidaban de
lo que les alentaba y de los manantiales de
vida, que germinaban de todo aquello que
les vivificaba. Ahora, para desgracia de todos,
hemos caído en un monumental deterioro
existencial, que nos despoja de savia. Este
hacer denigrante, irresponsable a más no
poder, nos está dejando sin vida; y, lo que es
peor, sin fuerzas para propiciar un cambio
en nuestro transitar. Necesitamos fortalecer
la conciencia de que somos caminantes en
dialogo hacia respuestas solidarias, que nos
rehagan en una comunión universal, que nos
interpele el intelecto para reconocer cómo
debemos reorientarnos, y hasta limitar el
distintivo poder mundano.
Sea como fuere, nuestro hacer
denigrador no puede continuar por más
tiempo. Hemos de entender la vida y la
acción humana de otra manera más lúcida y
creativa, menos dominante y con más límites,
ante los gases de efecto invernadero y otros
contaminantes atmosféricos, para que todos
los moradores podamos abrirnos camino en
la vida, no únicamente los privilegiados.
El medio ambiente y la humanidad
en su conjunto han de apiñarse en nuevos
hábitos, sabiendo que son los pequeños gestos
los que nos ponen alas de encadenamiento,
a través de la reconstrucción de una vida
compartida y de respeto a lo que nos rodea.
Nada de lo que nos envuelve es inútil. Todo
ha de ocupar su lugar porque tiene algo
que aportar. Es cuestión de descubrirlo,
de reencontrarnos en la ruta ecuánime, de
trabajar unidos por un planeta más habitable,
que supere intereses y comportamientos
mezquinos, libres de presiones políticas y
económicas.
A esos gritos de la madre tierra hay
que responder colectivamente y de manera
contundente, ya que se trata de una grave
responsabilidad ética y moral. No deja de
ser significativa la falta de coraje de algunos
líderes del mundo y de ciertas organizaciones
internacionales, ante esta fuerte crisis mundial
autodestructiva, que ha de sobreponerse,
comenzando por regenerar las propias
actuaciones en su entorno más cercano.
Nada es invencible. ¡Qué lo sepamos!
Es cuestión de activar otro tipo de cultos y
culturas, que ponga en el centro del quehacer
un uso racional de recursos naturales,
con la reforestación siempre en acción y
un mejor proceder en la gestión de los
desechos.
Si el ser humano ha calentado el
planeta a un nivel nunca visto en los últimos
años, y si, además, las ciudades consumen una
gran parte del suministro energético mundial
y son responsables del 70% de las emisiones
de gases de efecto invernadero; son, ahora,
los humanos igualmente, la humanidad
conciliada y reconciliada, la que debe
rectificar y salir de esa incultura manifiesta
del abandono de sí mismo y de todo lo que le
circunda, con una insensibilidad que no cuida
el ambiente, su hábitat, lo que nos exige sin
más dilación una respuesta sin precedentes,
destinada a trabajar juntos en una réplica
más deontológica, comenzando por adaptar
a nivel personal y social otro estilo de vida
que encarne una mayor conciencia crítica
responsable, de honestidad y valentía.