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Edicion 06 de diciembre

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Diario Co Latino

Opinión Lunes

6 de diciembre de 2021 9

Roberto Armijo redivivo en Liliam Armijo

Víctor M. Valle Monterrosa

Recientemente el Ministerio

de Cultura

anunció que la ganadora

de los XLIV Juegos Florales

en la rama de Poesía es Lilliam

Armijo Martínez quien recibió

con la obra «Dos», presentada

bajo el seudónimo Breu.

Sin duda, Roberto Armijo (1937-

1997), renombrado poeta nacido en

Chalatenango y fallecido en Francia,

diseminó semillas en su estirpe

y ha de estar, en ese ignoto espacio

del más allá, muy contento al ver a

su nieta Liliam como poeta laureada

en esta y otras ocasiones anteriores.

Roberto Armijo vive en la poesía de

Liliam. Tengo muchos recuerdos de

Roberto con quien me unieron lazos

intelectuales, políticos de fraternidad

y por mucho tiempo.

El 1 de abril de 1997 hubo un homenaje

a Roberto en el Auditórium

de Derecho, Universidad de El Salvador,

espacio que fue la caja de resonancia

de la protesta popular organizada

que antecedió al conflicto

interno de los 1980 en El Salvador.

Entonces pronuncié unas palabras

que ahora, gracias a Liliam, reitero

algunas.

Conocí al padre de Roberto Armijo,

y bisabuelo de Liliam, llamado

Terencio Armijo Pineda. Estudios

unos años medicina y practicaba

una especie de medicina alternativa.

Recuerdo a una vecina de

mi niñez que Terencio enterró hasta

el pecho para que los efluvios de

la madre tierra la sanaran de alguna

dolencia.

Conocí a los hijos de Roberto en

su niñez, Claudio Rabidranath y

Manlio, cuando niños, en los años

1960, visitaban mi oficina en la Universidad

de El Salvador para ver a

su madre Teresita que trabajaba conmigo.

Claudio y Manlio fueron dos

aguerridos combatientes en la guerra

interna de los 1980. Manlio murió

luchando y Claudio, el comandante

“Chico” sobrevivió el conflicto

y es padre de Liliam.

La madre de Liliam es Ana

Guadalupe Martínez, icónica

figura de las luchas populares

que escribió una denuncia de

la dictadura militar “Cárceles

Clandestinas”, testimonio

de las torturas que padeció con

otros luchadores sociales. Era María

en el trabajo diplomático de la insurgencia

y la traté muchas veces como

cuando llego, en 1990, con Mercedes

del Carmen Letona, a Estados Unidos,

a promover la negociación para la solución

política del conflicto. Esas son

las raíces de la poeta Liliam Armijo.

En los años 1960 Roberto Armijo,

Manlio Argueta, Tirso canales, Roberto

Cea y Alfonso Quijada Urías,

se ganaban la vida como correctores

de pruebas de textos a imprimir en la

Editorial Universitaria, dirigida por

Ítalo López Vallecillos. El jefe de talleres

era Don Antonio Medrano, padre

del dirigente magisterial Mario

Medrano y de la intelectual y abogada

Mirian Medrano y abuelo de la impulsora

del respeto a los Derechos Humanos,

Celia Medrano.

Esos poetas reunidos salieron a publicar

su libro “De Aquí en Adelante”.

Llegar en los 1960 a esa editorial -sita

en la quinta calle oriente de San Salvador-

era llegar a un espacio de irreverencias,

anti solemnidades y análisis

políticos chapuceros que fueron la antesala

de la insurrección armada de los

1980 y permitieron no guardar “un silencio

parecido a la estupidez”

Después, Roberto llegó a dirigir la

Librería Universitaria, que funcionaba

cerca del nuevo edificio de la Facultad

de Ciencias Económicas. Él tenía la

llave de los escasos libros de grandes

autores que llegaban a El Salvador, en

aquella aridez intelectual con la que

nos acongojaba la dictadura.

En la Librería, nos juntábamos algunos

amigos afines en tertulia irreverente

a hablar de la asombrosa aparición

de “Cien años de Soledad” y de

la lamentable muerte del Che Guevara,

ambos hechos sucedidos en 1967.

Además, ese año nació mi primogénita

Ana Edelmira, ahora periodista por

formación y educadora por pasión.

Roberto pulía en extremo sus trabajos

literarios y obtuvo premios notables

como el Premio Nacional de Cultura,

El Salvador, 1965, por la obra

que coescribió con Pepe Rodríguez

Ruiz, “Francisco Gavidia: la Odisea

de su Genio”. Era muy sensible en sus

emociones lo cual le agudizaba los padecimientos

de su asma crónica. Y era

notoria la ingenua pasión con la que

rubricaba sus juicios y opiniones en

política, a veces radicales a veces condescendientes.

En 1968, formamos el Círculo Pro

Reforma Universitaria, que buscaba

salvaguardar las reformas iniciadas en

la Universidad de El Salvador por Fabio

Castillo Figueroa. El Círculo, que

se desvaneció en poco tiempo tras hacer

denuncias y análisis sobre la coyuntura

universitaria., estaba integrado

por Héctor Oquelí, Enrique Escobar

Barrera, Mario Moreira, Salvador

Moncada, Gustavo Pineda Marchelli,

Roberto Armijo y yo. A Héctor y Enrique

se los llevó la bestia de la represión

contrainsurgente. Mario, Gustavo

y Roberto murieron por serias dolencias.

Sólo sobrevivimos Salvador

Moncada notable científico radicado

en Inglaterra y yo. Estamos en lista

de espera sin saber cómo será el final.

Solo sabemos que es inevitable y sucede

“solamente una vez” como cantaba

Agustín Lara.

En 1969, Roberto Armijo escribió,

solidaria, fraterna y diría indulgentemente,

la presentación de mi opúsculo

“El Estudiante en la Reforma Universitaria”

que es un anexo de mi libro

testimonial y de colección de documentos,

“Siembra de Vientos-El Salvador

1960-1969”” que, gracias a La

Universidad de El Salvador, aparecerá

en segunda edición principios de

2022, casi 30 años después de la primera,

en 1993.

Gracias Liliam Armijo, por haberme

dado pretextos para recordar anécdotas

que tocan nuestras vidas. Felicitaciones

por demostrar con tu obra y

triunfos literarios que tu abuelo Roberto

Armijo está redivivo.

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