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Listín Diario 09-01-2022

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10 cm<br />

5 cm<br />

4 cm<br />

Lecturas de domingo<br />

SANTO DOMINGO, RD. DOMINGO 9 DE ENERO DE <strong>2022</strong><br />

9<br />

3,5 cm<br />

Enfoque: Historia<br />

3 cm<br />

LAS CARTAS DE LOS SOLDADOS<br />

NAZIS DESDE EL FRENTE<br />

MANUEL P. VILLAFORO<br />

MADRID, ESPAÑA<br />

TOMADO DE ABC<br />

MMi amor, por<br />

magnífica que<br />

sea la naturaleza<br />

que nos rodea,<br />

no sentiré una felicidad<br />

verdadera hasta que no esté<br />

con vosotros. Me duele enormemente<br />

no estar a tu lado o que mi<br />

pequeño Albert eche de menos a<br />

su papá. Os doy un beso enorme».<br />

Aunque no lo parezca a primera<br />

vista, estas líneas se corresponden<br />

con un extracto de una de las cientos<br />

de miles de cartas que, durante<br />

la Segunda Guerra Mundial, enviaron<br />

otros tantos soldados de la<br />

‘Wehrmacht’ a sus mujeres, amantes,<br />

hijos y amigos desde el frente<br />

de batalla.<br />

Las misivas muestran por lo tanto<br />

el lado más humano de estos<br />

combatientes y dejan claro que<br />

eran algo más que un mero uniforme<br />

ataviado con una esvástica.<br />

Y es que, aunque cueste pensarlo<br />

así, eran también seres humanos<br />

que sufrían como el resto y sentían<br />

una punzada en corazón cada vez<br />

que recordaban que se hallaban<br />

lejos de sus seres queridos. Eso, a<br />

pesar de que algunos asesinaban<br />

a sangre fría a decenas de judíos o<br />

ejecutaban a prisioneros de guerra<br />

después de enviar un sentido abrazo<br />

a su retoño. Todas estas epístolas<br />

(hasta un total de 97) fueron<br />

publicadas en ‘Cartas de la Wehrmacht’<br />

hace algunos años.<br />

Al frente por Navidad<br />

Una de las epístolas más impactantes<br />

es la enviada por un tal Hugo<br />

D. (soldado de la 16ª División de<br />

Infantería) a su hija desde la frontera<br />

entre Alemania y Francia. Por<br />

aquel entonces acababa de pasar<br />

el día de Navidad, y quizás eso despertó<br />

la melancolía en este combatiente:<br />

«Ya pasó la Navidad. ¿Qué<br />

tal fue en Fráncfort, lejos de mi?<br />

¿Te divertiste? Yo solo puedo decir<br />

que fue maravilloso. […] Sin embargo,<br />

seguimos separados. Amada<br />

mía, llegará el día en que volvamos<br />

a vernos, en que te tome de las<br />

manos, te diga que he vuelto y te<br />

prometa que nunca más me alejaré<br />

de ti, que la paz ha llegado y que<br />

podemos, al fin, ser felices».<br />

En esta época, no obstante,<br />

Adolf Hitler acababa de iniciar una<br />

de las contiendas más grandes de<br />

la historia usando como arma el<br />

odio a los judíos latente en Alemania.<br />

Era, además, un gran orador<br />

Pie de fotos: 1) Agosto de 1942. Segunda Guerra Mundial. Soldados del ejército Alemán, clasifican las<br />

cartas que serán entregadas. 2) El libro que recoge estas insólitas cartas. 3) Soldados alemanes en el<br />

frente. 4) Soldados alemanes en un prostíbulo, “disfrutando”.<br />

que se había hecho famoso en base a<br />

sus grandilocuentes discursos y que,<br />

en definitiva, despertaba admiración<br />

entre sus ciudadanos y sus hombres.<br />

Por ello, no es raro que Hugo le dedicase<br />

una de sus últimas frases a él<br />

y a su causa: «Amor mío, estarás de<br />

acuerdo conmigo en que solo tendremos<br />

derecho a hablar de paz cuando<br />

hayamos vencido. […] Y por eso<br />

debemos concentrar todos nuestros<br />

esfuerzos en la victoria. Cuanto más<br />

firme sea nuestra voluntad de ganar,<br />

más nuestra será victoria. […]<br />

Y cuando regrese a casa, nunca más<br />

volveré a separarme de ti».<br />

Amigos y madres<br />

Además de contar con millones de<br />

combatientes jóvenes y carentes de<br />

formación, la ‘Wehrmacht’ también<br />

sumaba entre sus filas miles de hombres<br />

con conocimientos avanzados<br />

en literatura y arte. Personas con estudios<br />

que, a pesar de todo, decidieron<br />

combatir en nombre de Alemania.<br />

Uno de ellos era el cabo Hans A., destinado<br />

en la unidad de transmisiones<br />

dependiente del 6º Ejército. En sus<br />

cartas, la mayoría dirigidas a su amigo<br />

de la infancia, este soldado no sólo<br />

explicaba cuánto echaba de menos su<br />

hogar, sino que también se dedicaba<br />

a mantener acalorados debates sobre<br />

multitud de temas culturales.<br />

«Querido Eugen […] Estoy a tu lado,<br />

detrás de cada imagen que ves, ya<br />

sea un cuadro o la naturaleza. […]<br />

Ayer, en mi cuartel, comprendí el significado<br />

de la expresión “encapricharse<br />

de algo”: soberbios retratos, sutiles<br />

pasteles, grabados magníficos dibujados<br />

por Watteau y magníficamente<br />

ejecutados y coloreados, un antiguo<br />

panel de Siena en dorado, amarillo,<br />

rojo, veneciano y castaño… Ante<br />

aquello, no podía sino estremecerme<br />

de alegría».<br />

Cerca de Hans, en Francia, Kurt<br />

M., un soldado de 26 años destinado<br />

en la 68ª División de Infantería<br />

como enfermero, también escribía<br />

una carta. Sin embargo, la dirigía<br />

a su madre, residente en una casa<br />

cerca del mar del Norte. En ella, dejaba<br />

claro el respeto que sentía por<br />

su líder:<br />

«¡Sí. Adolf sabía bien lo que hacía!<br />

[…] Adolf Hitler es alguien único. Para<br />

nosotros, es una verdadera suerte<br />

que ningún otro país tenga otro como<br />

él ¿Qué te pareció su discurso? Nosotros<br />

nos quedamos sin palabras. […]<br />

Lo único que me da pena es la población<br />

inocente, pero esta vez no habrá<br />

clemencia».<br />

Hijas y novias<br />

No era el único que pensaba de este<br />

modo. Así lo demuestra también Kurt<br />

S., un combatiente de 34 años casado<br />

y padre de familia que, en una carta a<br />

sus hijas, demostró su respeto por el<br />

líder y sus métodos: «¡Qué suerte tener<br />

a nuestro ‘ Führer’! […] Hoy hemos<br />

pasado por la ciudad. Nuestra<br />

aviación redujo calles enteras a cenizas<br />

[…] Los judíos se hacinan en un<br />

barrio rodeado de alambres de púas<br />

[…] y cada día nos tren entre 800<br />

y 1.000 rusos al campo, de los que<br />

mueren entre 50 y 60 diariamente»,<br />

determina en la misiva. Este texto,<br />

aparece después de que su autor<br />

demuestre a sus hijas el amor que les<br />

profesa y las ganas que tiene de regresar<br />

a casa: «Mi querida y buena Hanni,<br />

mi Liselotte adorada, papá os escribe<br />

desde el país enemigo».<br />

Además de amor y alabanzas a Hitler,<br />

otras misivas contaban historias<br />

llamativas. Una de ellas es la que envió<br />

en 1940 Erich B. a su amada. En<br />

ella, el militar deja claro que la chica<br />

(de la que se desconoce su edad y a la<br />

que llama cariñosamente ‘ratoncita’),<br />

le ha pedido en un texto anterior que<br />

acuda al burdel para liberar tensiones.<br />

Él, obediente, responde explicando<br />

que ha entrado en uno, pero que<br />

sólo ha acudido a disfrutar del espectáculo<br />

por un problema de higiene de<br />

las prostitutas.<br />

«Ya he ido de buena gana para mirar,<br />

pero hay un problema, cuando<br />

acudimos a un burdel –y ya te puedes<br />

imaginar que es algo que los soldados<br />

hacen con frecuencia-, los enfermeros<br />

nos ponen antes y después una<br />

inyección contra las enfermedades de<br />

transmisión sexual. A ellos les da completamente<br />

igual si vamos a ver a una<br />

mujer o no. Pase lo que pase, nos ponen<br />

la inyección. A mi esta tarea me<br />

resultaría indiferente si después no<br />

tuvieran que andar pinchándome en<br />

la cosa dos veces. Así como ves no iré<br />

nunca, pese a tus consejos».<br />

En la estepa<br />

El paso de los años trajo consigo el inicio<br />

de la conocida como ‘ Operación<br />

Barbarroja’. Iniciada en junio de 1941,<br />

consistió en un plan ideado por Hitler<br />

para conquistar la Unión de Repúblicas<br />

Socialistas Soviéticas (con las que<br />

había firmado un pacto de no agresión<br />

meses antes) y llegar hasta el<br />

Cáucaso, donde aguardaban los tan<br />

codiciados pozos de petróleo rusos.<br />

En ese contexto, en mayo de 1942<br />

escribió una carta a su hermana<br />

Heinz S. En ella hace referencia no sólo<br />

a la estepa Rusa, sino también a las<br />

masacres que había realizado la ‘Wehrmacht’<br />

en territorio soviético.<br />

Aquellas masacres sin lógica, además<br />

de las malas condiciones que se<br />

vivían en Monte Casssino (Italia) fueron<br />

las que llevaron a Hans St. a enviar<br />

una carta a sus seres queridos señalando<br />

que había perdido toda su<br />

ilusión. La situación no debió mejorar,<br />

pues en 1944 desertó y se entregó<br />

a una unidad aliada. «Tengo piojos,<br />

colitis y estoy de mal humor ¡Esto<br />

es asqueroso! Llevamos semanas sin<br />

comer nada caliente. Toda la comida<br />

nos llega fría. También llevamos semanas<br />

sin lavarnos ni afeitarnos. De<br />

ahí los piojos. Y llevamos semanas sin<br />

recibir cartas. […] Y la probabilidad<br />

de que las granadas me destrocen es<br />

mayor que la de volver a ver Peenemünde.<br />

De ahí mi humor de perros».<br />

Esa desesperación es similar a la<br />

que debió sentir, en 1945 Gottfried<br />

F. Así lo demostró en una carta que hizo<br />

llegar a su hermana desde el frente<br />

oriental (no se especifica donde) después<br />

de haber conocido la triste noticia<br />

de que sus dos padres habían fallecido.<br />

“Mientras te escribo esta carta,<br />

querida hermana, estoy que me muero<br />

de ganas de preguntarte cómo está<br />

mi niño o qué hace mamá. Lo único<br />

que ha conocido en su vida es el trabajo<br />

y las preocupaciones y, a cambio de<br />

eso, ha tenido que morir en algún lugar,<br />

en unas circunstancias terribles”.

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