Edicion 15 de marzo de 2022
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10 Martes 15 de marzo de 2022
Opinión
Diario Co Latino
Mi primer día en la universidad
Olga Guadalupe Córdova Castro
Estudiante de 1er. Año, Trabajo Social –Universidad Luterana Salvadoreña, ULS-
Quizá nadie lo notó, y quizá
nadie lo notará en la foto
que atestigua el paso del huracán
de ilusiones por mi sonrisa. Fue el
día que fui a mi primera clase en la Universidad
Luterana; mis piernas temblaban,
aunque me sentía invulnerable en
los deseos y las sentía perfectas e imbatibles
como columnas griegas; mis manos
sudaban por la ansiedad de tocar lo
desconocido; mi corazón galopaba fuerte
y rápido en mi pecho lleno de sueños
fascinantes como gesto de coquetería inevitable
que mis ojos almendrados saben
de memoria. El dolor de estómago fue
inevitable y drástico, tenía aproximadamente
8 años de no estudiar, de no abrir
un libro, de no hacer una tarea… bueno,
excepto al momento a ayudarles a mis
hijos a decodificar la belleza escondida
en las palabras y problemas de matemática.
Pero lo que sí sé es que moría de nervios,
no sabía qué hacer ni qué decir, la
universidad la sentía enorme en mis latidos,
y una voz me repetía: te vas a perder
y vas hacer el ridículo. Pero no fue así.
Caminando sobre las huellas de las culebras
de cemento que me conducían a
lo nuevo, yo buscaba el salón de clases y
ninguno era el que me correspondía. Sin
conocer a nadie, sin saber qué decir o
qué no decir, me bebí todo el paisaje cuyos
átomos quedaron prendidos de mis
cejas que dibujé con la precisión geométrica
de las princesas de Siam para sentirme
a tono con el campus. Considero que
soy cordial y por ello no me iba ser difícil
encontrar compañeros que me guiaran
y, esperando esa ayuda, me tomé una
fotografía que atestiguara mi nerviosa felicidad.
Probablemente la foto no sea la
mejor, pero sí significa mucho para mí.
Desde hace mucho tiempo sentí la necesidad
de seguir mis estudios universitarios,
no sólo para demostrarme a mí,
sino también a todos los que me rodean
con sus abrazos, que los cuadernos siempre
están abiertos. Porque sí se puede. Mi
sonrisa, rojo universo de las palabras no
dichas, en esa foto se ve feliz y dulcita,
pero tiene más de nervios e incertidumbre,
es una sonrisa de miedo, de temor a
fracasar y creo que al final me sentía sensible
porque dentro de mí sabía que detrás
de todo eso no había sido fácil estar
en el lugar donde justo en ese momento
me encontraba frente a la cámara.
Sabía que tenía que ubicarme por el hecho
de que ya no estaba en el bachillerato
en el que todos llevamos uniformes, pero
ese día, mi primer día en la ULS, decidí
llevar con orgullo la camisa con sus siglas
para sentirme igual a los de antiguo ingreso,
y el creer que eso me pondría cómoda
e integrada fue en lo pensé al momento
de usarla mi primer día de clases.
El maquillaje no fue el mejor; el rímel
era del más barato ya que mi presupuesto
no era copioso, pero mis ojos estaban llenos
del brillo de las luciérnagas con que
se adornaba el pelo la diosa del maíz; mis
labios estaban pálidos y era porque moría
de los nervios y del dolor de estómago
que me atacó desde el momento en
que desperté ese día, casi de madrugada,
para ver en el cielo los millones de años
luz que esperaban por mí en la universidad.
La mirada se ve en la foto un poco
perdida, pero quiero creer que en realidad
se ve nostálgica, porque no hay nada
más nostálgico que perderse cuando se
busca algo; sí, me había perdido en la ilusión
del hallazgo del trabajo social con
las comunidades vulneradas en sus derechos.
Muy dentro de mi mirada sabía todas
dificultades que hallaría en mi camino,
pero no importaba el tamaño de mi
mirada, lo importante era que apuntaba
hacia adelante, porque hasta el día de hoy
no he tenido ninguna intención de ver
hacia atrás.
Y entonces veo que mi fotografía presenta
y representa: humildad, sinceridad,
coraje, coquetería, determinación, deseos
de querer más, deseos de querer ir por
aquello que hace mucho había dejado de
desear. Juro que no es la mejor foto mía,
pero la tomé pensando en dar lo mejor de
mí; juro que no es una foto más de la vanidad,
es la foto que atestiguará, años después,
que al momento de tomármela quería
ser más para los demás; juro que mis
pies son más lindos de lo que se ven invitando
al beso del jardín, pero lo importante
de ellos es que cargan el peso de los
libros por leer y que, en un acto fantasmal,
las cuatro flores del saber se prendieron
de ellos; juro que pude haber encontrado
otra pose u otro lugar para tomármela,
pero esa es justo la que me representa
tal cual me sentía, entre hermosa y decidida,
desde ese momento que tomé decisiones
fuertes y grandes en mi vida, como
la de ir a estudiar a la universidad.
La camisa con el nombre de la Universidad
Luterana Salvadoreña –que es signo
de la foto- sentía que me hacía grande
y con poder, me sentía diferente a los demás,
pero para bien, porque me sentía diferente
para hacer cosas diferentes y buenas
para la gente, como para que me tomaran
de ejemplo. Las emociones estaban
a flor de piel por el hecho de que mis hijos
y mis padres me comentaban con la
mirada, me ensalzaban hinchando el corazón
y diciendo ¡qué bien te queda la camisa
de la universidad, te ves más linda
que una libélula azul!, y sin duda pensé
que un súper poder me había invadido al
ponérmela, el poder del conocimiento en
construcción.
Miré la fotografía por última vez y vi
paz, regresar a ese momento de mi primer
día de universidad fue mágico, y recordé
lo bien que se sintió y se siente el estar
en uno de mis proyectos de vida, esa determinación
que la mirada pregona con
una sonrisa que parece beso furtivo; ese
momento de comerme el mundo y de caminar
descalza por sus horizontes, aun
cuando me moría de miedo porque no sabía
lo que podía pasar… pero muy dentro
de mí estaba el coraje de comenzar algo
tan grande como el amor por mis hijos.
Todo el primer día de clases en la universidad
fue un ir y venir de emociones;
en ningún minuto dejé de sentir el miedo
que mi mirada refleja en esa fotografía, el
miedo de fracasar, el miedo a la burla, el
miedo de salir corriendo cuando no pueda
avanzar en lo que tanto he querido…
y fue en ese momento de las dudas que la
universidad apagó los miedos y encendió
la ilusión… y justo después me abrazó con
toda su historia.