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Edicion 15 de marzo de 2022

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8 Martes 15 de marzo de 2022

Opinión

Diario Co Latino

Ética y Política

Justicia y verdad

José M. Tojeira

Desde hace muchos años

venimos insistiendo en

que la verdad es el primer

paso de la justicia y el elemento fundamental

de la misma. Para demasiada gente, el

castigo es la parte fundamental de la justicia,

y no la verdad. Muchos abogados no

tienen reparo en mentir y falsear los hechos

de sus defendidos por evitar el castigo. En

otras palabras no valoran la verdad sino el

castigo.

Y ciertos jueces, más que la verdad les interesa

aplicar una técnica jurídica a los hechos

manipulados por la fiscalía, más que

empeñarse, antes de dar una sentencia, en

tener la seguridad de que toman decisiones

en base a la verdad. El caso de la masacre

en la Universidad José Simeón Cañas nos

muestra desde sus comienzos, allá en 1989,

hasta la época actual, que más que la justicia

se ha buscado la manipulación de los

hechos para ocultar responsables, o para

castigar supuestos enemigos políticos más

allá de la verdad.

A quienes hemos buscado fundamentalmente

la verdad nos acusaban antes de tener

espíritu de venganza, para pasar ahora a

decir que no tenemos interés en la justicia.

De la verdad no se habla porque cada día

-

Director Presidente:

Francisco Elías Valencia

Vicepresidente:

Nelson López

Coordinadora de Prensa: Patricia Meza

131 AÑOS INFORMÁNDOTE CON CREDIBILIDAD

con más frecuencia, la mentira se ha

vuelto políticamente más valiosa que

la verdad.

Efectivamente, el caso de la masacre

en la UCA, que puede y debe todavía

convertirse en un paradigma de justicia

transicional, se ha convertido para algunos

en una especie de juego de pasiones. Ya

de por sí hay mucha gente que piensa que infligiendo

dolor en el presente, arregla el pasado.

Aunque se trata de un pensamiento mágico

y bastante irracional, a los políticos les

gusta jugar a eso.

La venganza contra los opositores, los insultos

y el desprecio dan a quienes tienen poder

y a quienes los admiran, la impresión de

que controlan y se refuerzan en sus posiciones.

Se equivocan claramente porque el pasado

no se puede arreglar. Lo que le corresponde

a la justicia, al igual que a la política, es

pensar en el futuro, que es algo que realmente

podemos prever y cambiar con respecto a

un presente miserable.

De nuevo entran en juego la verdad y el

diálogo, porque sobre frases, promesas, o incluso

algunas acciones sin medición de resultados

y corrección permanente, no se construye

un futuro digno.

La justicia transicional, que debería servir

para reparar la brutalidad del pasado y para

construir un futuro más humano, todavía no

se entiende adecuadamente, ni siquiera en lo

más alto del estamento jurídico. Mucho menos

en unos políticos demasiado nuevos y sin

experiencia.

Inexperiencia a la que añaden una muy

limitada capacidad de estudio y reflexión,

como hemos podido observar en sus intervenciones

sobre temas de justicia. Desde hace

años necesitamos una ley especial que permita

juzgar adecuada y prontamente los casos

del pasado.

Ante las dificultades del pasado y del presente

para redactarla, la solución que se pretende

es la manipulación de algunos casos

para decir que se hace justicia y mantener al

mismo tiempo la impunidad de la mayoría

de casos.

Lo que debía ser diálogo se traduce en

menosprecio de las víctimas y en destrucción

de lo que ellas mismas han hecho, en

ocasiones con grandes sacrificios, como en

el Mozote. No nos llevará muy lejos llenarse

la boca con la masacre de jesuitas y colaboradoras

mientras se entorpece el caso del

Mozote y se ofende los lugares sagrados de

las víctimas. Y eso aunque pensáramos que

realmente quienes se llenan la boca con el

caso de la UCA quisieran realmente justicia,

y no venganza política.

Y mientras todo esto pasa, en vez de hacer

un análisis a fondo de la Fuerza Armada

durante la guerra, se traslada todo el peso

de los errores del pasado al que llaman pacto

de corruptos. Silenciando que muchos

de los que hoy hablan de ese modo vivieron

a costa de ARENA o del FMLN y fueron

cómplices silenciosos de los desafueros

que hoy critican.

Estos oportunistas de escasa moralidad

política se dedican ahora a criticar el pasado

sin planificar un futuro realmente democrático

y destruyendo lo poco que había

de la misma. Y al mismo tiempo sacralizan

a la Fuerza Armada y le dan cada vez

más peso en la vida salvadoreña. No importa

que haya sido la mayor violadora de

DDHH durante la guerra civil, según consta

en el Informe de la comisión de la Verdad.

Tomar en serio el pasado no significa

venganza, sino simplemente verdad. Y solo

una ley de Justicia Transicional, con jueces

realmente independientes y bien elegidos,

elaborada desde el deseo de propiciar

no solo la justicia, sino también la reconciliación

del país, puede devolvernos la serenidad

suficiente como para construir juntos

un futuro que necesariamente deberá ser

más justo, socialmente hablando, y mucho

más amistoso y respetuoso con la dignidad

de la persona y su desarrollo humano.

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