ENTRE_CUENTOS_Y_OTRAS_FICCIONES 2022
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autenticidad al abandonarse a los designios de otros, al plan de otros, de los deseos de
alguien más? ¿O la pierde antes de ser apresado, mientras vive en los tormentos de su
propia cárcel?
Pero si ella misma había ya incluso luchado ya por ésta decisión… ¿y si todo es un
espejismo, planeado para ser marioneta? O quizás no. Es quizás ese deseo de confiar
en que éste es el mejor camino, la única carrera posible, la mejor línea blanca. La nueva
lógica le inunda con un hálito de certeza. Mira los ojos profundos de aquél ser y observa
sin apartarse, sin evadirse, la suavidad de sus branquias batiendo como alas su cuerpo
marino, devolviéndole el frenesí de posibilidad para continuar. Vuelve a la línea blanca,
eterna y continua. Dibuja en su mente la ilusión de desaparecer, de disolver el dolor en
la espalda. Se suelta, se desprende de esa realidad tan sólo afirmándose en su respirar.
Está a punto de perder el sentido. Sólo ahí puede entregarse al espejismo y confiar en
la línea.
En el horizonte mirando la imagen de la criatura en la continuidad de la pared nuevamente,
una de esas compulsiones que lo visitan con mirada inocente pero que se acercan con
tal determinación que casi puede sentir su cercanía escudriñar por debajo de la ropa,
para recordarle lo enteramente biológica de su humanidad. Es preciso volver a la lógica,
sin abandonarse a la tentación. Ahí escucha una voz antigua y clara en la imagen de una
quijada de anciana. No hay sonido de estática, tampoco parece interrumpir la frecuencia
de su pensamiento. Pero sí, es la sintonía del macro-radar, otra vez, sólo que ésta, lejos
del cansancio del km 21, aparece al principio.
“Fueron estas criaturas adaptadas a todo sitio quienes realizaron lo nuevo e
inaudito, pudiendo salvar su especie con nuevas adaptaciones. Es la imagen de
uno de esos animales que sobresalían de su especie como conservadores o por
el contrario, como originales y revolucionarios. Todo eso lo sabemos y por eso
queremos estar listos” H.H.
Recordando la imagen en la pared que le presagiaba estar listo; desconocía si se trataba
de una nueva evolución o simplemente de una ventana a los mensajes del macro-radar
que debía soltar en el río de la conciencia. Siente miedo de que este estruendo detenga
el latir de su corazón. Siente miedo de morir y de que ésta sea su última carrera. El
dolor se agudiza a medida que el miedo lo atrapa. Respira y vuelve a la línea blanca que
esta vez se pierde en dos puntos de sus ojos que le provocan un movimiento tectónico
de frialdad para volver a su cuerpo de nuevo. Como un fuego la respiración aumenta
la temperatura de sus rodillas y sus caderas. Es el calor de la mirada de este ser. El
chasquido acuático de su movimiento refresca su alma. Las lágrimas que corren por
sus mejillas piden consagrarle su carrera a tan deliciosa compañía. Regresa al cuerpo.
Decide mostrar la magia y verterla toda, en una sucesión de respiraciones repetidas que
abren las células y le comunican a cada rincón de sus articulaciones la posibilidad de que
la corriente que emana de este ser se integre a su existencia. Un olor a fango le revela
frente a su juicio, la capacidad de ésta criatura de la regeneración, en huesos y tejidos.
Hilados marinos lo inundan en un apabullante sabor a barro que en cada bocanada le
permite resistir. Con esa curiosa presencia cierra la carrera. Siente la melosidad de su
cuerpo acuático bañado en sudor, sus poros como branquias diminutas aún respiran para
mantenerse de pie. Pronto siente la necesidad de abrir brazos y liberar el pecho y con
la respiración mitocondrial del mamífero que depende de ella, besa la tierra. Agradece
la compañía y la posibilidad de volver habiendo sido abrazado con todos los sentidos.
Para poder seguir confiando en que el cuerpo no es necesario para estar todos ahí, en el
radar interdependiente, llamándonos, mirándonos, amándonos, apareciendo, entrando y
saliendo como uno sólo… en un presente eterno.
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