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ENTRE_CUENTOS_Y_OTRAS_FICCIONES 2022

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Camila hacía lo que podía para sostener su taza sin quemarse los dedos, mientras

caminaba hacia la oficina del gerente.

<<Las cafeteras tienen un regulador con dibujitos ¿cómo es posible que alguien pueda

equivocarse y hervir el café como si quisiera pelar un hijueputa pollo en él?>>, pensó

Camila.

Entró a la oficina, aún sin saludar.

-Vengo a imprimir.

-Adelante, señorita, jálese una silla que imprimiremos de mi computadora, ya ve que no

hay red.

-Gracias.

Camila se sentó lo más lejos que pudo, aunque esto implicara trabajar en posición de

Adho Mukha Svanasana.

-Si tiene frio le puedo bajar al aire.

-Estoy bien, gracias.

-Es que los Von Hielo siempre tenemos que estar en lo fresco. Por eso mi oficina está tan

fría, para no derretirnos. Pero, usted me dice.

-Está bien. Ya mandé los documentos.

Dejó la silla y prácticamente corrió a pararse frente a la impresora con la palma de la

mano hacia arriba y los dedos bien estirados, pegados a la bandeja de salida, esperando

impacientemente que su amabilidad no se atorará en el rotor.

-Algunas personas consideran que mi oficina está miau fría, a algunas de mis empleadas

hasta se les paran los pezoncitos, pero veo que a usted no.

Decidió fingir que no escuchó este último improperio. Justo cuando las hojas comenzaron

a bajar, con el lentísimo ritmo del motor a pasos, Camila sintió un movimiento entre sus

pantorrillas, miro hacia abajo horrorizada y encontró a Von Hielo ronroneando, con el

pelo erizado, restregándose alrededor de sus pies. Camila dio un paso atrás, tomó el

descolorido café hirviendo y se lo tiró en la cara, derritiéndole medio rostro.

Se quedó un momento inmóvil viendo como Von Hielo se retorcía del dolor y sin pensarlo

vació el resto de la taza en todo su cuerpo, dejando solo un charco de agua que mojaba

el piso de parota.

Robó las llaves del auto de Von Hielo, se quitó los zapatos, salió del edificio sin mirar a

nadie. Condujo hasta atravesar la grisácea ciudad y sin pensarlo se dirigió hacia el sur.

Un día, dos, al tercer día, comenzó a crecer pasto en las vestiduras.

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