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8 Miércoles 11 de mayo de 2022
Opinión
Diario Co Latino
Sociología y otros Demonios (1,106)
A las diez de mayo en punto
René Martínez Pineda
Treinta y nueve años atrás,
en medio de la diferida
bruma del miedo, tuve
que huir de casa debido a la persecución
feroz de los escuadrones
de la muerte de la que era objeto,
sujeto, predicado y predicador… y
ese día, a las diez de mayo en punto,
le dije adiós a mi madre, quien, rezando
a solas, se quedó viendo el eco de mis pasos
desde la ventana que daba a la Avenida Juan
Bertis, en Ciudad Delgado. Tantos años después,
a las diez de mayo en punto, rescaté su
imagen irreal y vi cien arrugas, ochocientas
veintisiete mil canas y un quebranto óseo de
diferencia, pero su cara e imaginario siempre
lucían tan jóvenes y joviales como el día
en que renunció a soñar para que yo no renunciara
a comer. En tres décadas que sumaron
casi doscientos años pasaron ante su
ventana muchas cosas indecibles: firma de
acuerdos inocuos y de tratados comerciales
inicuos; desfiles marciales sin tiempo ni memoria
forense; redadas nocturnas en el bajo
país y juergas de corrupción en la alta patria;
conciencias estudiantiles en fuga hacia
el anonimato o hacia el seductor y adictivo
exilio de la traición por verdes consejos; muchedumbres
de súbditos irremediables y monocromáticos
que no saben que lo son desde
la Colonia; puños rabiosos que carecen
de garganta e hipotálamo superior izquierdo;
gases lacrimógenos que manan del comedor
sin habitantes y de la letrina abonera
que no hace abonos a la casa de empeño;
Director Presidente:
Francisco Elías Valencia
Vicepresidente:
Nelson López
Coordinadora de Prensa: Patricia Meza
131 AÑOS INFORMÁNDOTE CON CREDIBILIDAD
provocaciones psiquiátricas y carroñeras disparadas
desde un fortín hediondo a mierda
hitleriana; restaurantes llenos de hipócritas
que se toman fotos coreografiadas
para subirlas a sus redes sociales el día
de la madre; festejos oficiales con oficiales
posturas sobre la vida sin vida
en la morgue neoliberal de la pobreza
a las diez de mayo en punto; la bandera
otrora clandestina haciendo lo imposible
por doler en la frente de la nostalgia
utópica para recuperar la vida después de
treinta tardes a las diez de mayo en punto… y
un año después de que la ausencia sepultara a
la presencia sin protocolos cristianos, mi madre
sigue en su ventana espantando las moscas
del hambre y mirando hacia la Juan Bertis
que, de un solo trago, se bebió mis estrellas
y señas particulares, o quizá no la mira,
acaso sólo hace un balance final de sus entrañas
cuando aún están tibias… y entonces no sé
si me mira de reojo o de cárcel en cerrojo sin
pestañear siquiera para no perderme la pista.
Treinta años de infamia son muchos siglos
y muchas sucesiones en las que no sucedió
nada relevante o tajante; páginas baldías
al borde del masturbado suicidio o llenas de
crustáceos errores y tipos abominables a las
diez de mayo en punto; el vecino con un padrastro
castrense que le hacía enderezar cachos
en el rastro municipal; mi abuela y su aura
prehispánica que destilaba embrujos a las diez
de mayo en punto; mi prima y su insociable
padre que nunca quiso sonreír en casa y terminó
perdido en la ironía de un universo de
nueve ladrillos; tantos rodeos que da el alma
para pedir que Hera se desnude y vuelva a los
días en los que soñaba que podía viajar en el
tiempo, y siempre regresaba al mesón en el
que me despedí de mi madre que miraba hacia
la Juan Bertis, y en el que puse en práctica
las clases del aparato reproductor a las diez
de mayo en punto; y todos en el mesón celebrando
el día de la madre e intercambiando
gatitos de colores hechos con las sobras de la
sastrería del chele Larín y que todo el mundo
amaba por suaves; el hermano menor de don
Nico, el barbero, enfermo de sífilis, por eso le
dieron de baja en el ejército antes de que contagiara
a su sargento; yo, con sarampión y paperas
a las diez de mayo en punto; yo, sin un
padre con quien darle otro significado a mayo
por la tarde, pero mejor, porque después supe
que era un tipo derrotado por el virus del cobre…
y además porque estaba mi abuela brillante,
severa y sabia cuando hablaba de temas
que no conocía.
Treinta años son muchos adioses con la
asta desolada para conocer el poder del amor
que detiene balas, anemias, indigencias, traiciones
y pendejos doctorados en historia victimaria;
hace un año que mi madre repasa sus
adentros desde adentro de sí misma; ochenta
y cinco años de yodo bastan, pero no sobran,
piensa, distraída y alegre, y un vaho de ternura
fantasmagórica se le escapa como un cordel
en busca de su trompo, o como un hilo
al que le mutilaron la piscucha. Cómo quisiera
volver a verla viendo la avenida en que me
perdí, para regresar y decirle que oigo su padre
nuestro, pero a las diez de mayo en punto,
qué otra cosa puedo hacer yo que escribir
para que no muera, regalarle una gatita blanca
o sacarla del hospital para curarla con besos
alcanforados caseros.
Cincuenta y nueve años míos son muchos
olvidos frente al recuerdo de ella, como verme
en las fotos viejas que no sabían verme
con corbata o fusil. A las diez de mayo en
punto lo que veo es que soy, sin pregones ni
misales hipocresías, el pedazo oscuro desprendido
de su luna, la utopía de su sueño boca
abajo y cubierta de lluvia a las diez de mayo
en punto, esa hora de la tarde en la que hablamos
de cosas distintas con iguales palabras
sin necesidad de estar juntos: yo, en la cárcel
clandestina; ella, en la calle exigiendo mi liberación.
A las diez de mayo en punto, ella es el humo
del incienso de sándalo que nadie ve saliendo
de mí bajo como palabras; es una almohada
itinerante en busca de mi cabeza cuando la tribulación
manda; es una ciudad de ojos grises
que espera todavía mi declaración jurada sobre
la tortura y asesinato de la revolución; es
el telegrama de afligido amor que me escribió
hace treinta y nueve años, a las diez de mayo en
punto, que me espera, en una banca de madera
del resucitado edificio del telégrafo, para que lo
lea en silencio mientras dibujo espejos negros
y unicornios azules que, a las diez de mayo de
la tarde, se obstinan en ser buenos, honrados,
cariñosos, titulados, alegres, tal como soñó, a
las diez de mayo en punto, que serán sus nietos.
Son las diez de mayo en punto, las diez de
mayo de la tarde en todas las lunas, almanaques
y relojes que en lugar de marcar la hora
marcan la nostalgia.