Edicion 24 de Septiembre de 2022
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LA COMEDIA NACIONAL
O “La versión cósmica
de ‘las cacarañícaras
y los poligulígulas’ “
Capítulo noveno y último:
El reparto final. Los opresores
comerán carne. Los oprimidos
comerán hierbas.
El destino final de 1 Maíz Revelado,
de Lo Pensado y del Demiurgo.
Por: Eduardo Badía Serra
Miembro de Academia Salvadoreña
de la Lengua
Tantas eran las bondades de aquellos ricos parajes
tropicales de Cuscatlán, que despertaron la codicia
y el ansia de los hombres del bacab negro,
quienes, inicialmente, se refugiaron en su individualismo
y trataron de apropiárselas mediante la traición
y el engaño; pero al no ser esto posible debido a que
las argucias de los unos y de los otros eran en buena
medida similares, fracasando en sus tácticas hipócritas
y cínicas del engaño y la traición, optaron entonces por
agruparse en bandos para ir directamente a la guerra y
tratar de destruir los unos a los otros, apropiándose entonces
de las riquezas aparentemente interminables que
contenían los feraces campos a los que habían arribado,
luego de un larguísimo viaje por el rumbo equivocado,
campos que, como sabemos, no eran otra cosa que el
lugar en el que purgarían sus penas por la traición en
que habían incurrido al abandonar la obra de 1 Maíz
Revelado. Pero la guerra fracasó también, porque los
unos picaban con tanta fuerza por detrás tanto como los
otros mordían certeramente por delante, y porque de
igual manera sabían luchar los unos en la ciénaga como
los otros en la montaña.
Fue así necesario que cangrejos de otros bacab poderosos,
ajenos a su mundo, pero igualmente malos, o más,
apoyados por camarones, langostas, almejas, ostras y
conchas, uno que otro pulpo y uno que otro calamar
gigante, llegaran y los pusieran en orden, haciéndoles
ver que la única solución era un reparto armónico del
pastel, del cual, por cierto, ellos recibirían la mayor
porción, y ranas y ratones, víboras y alacranes sólo una
pequeña, aunque siempre rica, parte. El Gran Gentío,
el Gran Pueblo, sólo observaba cómo los que se disponían
al reparto, que antes habían luchado los unos
contra los otros utilizando todos los medios posibles,
compartían con gran armonía y fumaban la pipa de la
paz ante la observancia de los cangrejos y su cohorte,
en grandes salones donde firmarían, decían, unos
acuerdos de paz. El consenso, entonces, resolvió la situación
de los hombres del bacab negro, terminó con el
conflicto, y enriqueció a los unos y a los otros, no así
al Gran Gentío, que sólo permanecía con la lengua de
fuera, esperando el gran rebalse que les habían prometido
para poder ellos alimentarse un poco y así, aunque
penosamente, sobrevivir.
Cangrejos, camarones, langostas, ostras, conchas, uno
que otro enorme pulpo y uno que otro enorme calamar,
y por supuesto, víboras, alacranes, ranas y ratones, vivieron
entonces en paz y armonía, disfrutando de un
festín interminable, mientras el Gran Gentío, el Gran
Pueblo, moría cada día de impotencia e inanición pues
el rebalse prometido nunca apareció. Tanta fue la riqueza
repartida entre los hombres del bacab negro y
sus conciliadores llegados de bacab de otros mundos,
que de tal comilona, a todos les salieron cacarañas en
sus mejillas, cacarañas que aumentaban y aumentaban
hasta reventarles, infectándoles de tal manera que terminaban
consumidos por un mundo bacteriano, conduciéndolos
finalmente hasta lo de Xibalbá, en donde ya
serían víctimas del fuego eterno, previo al gozo sutil
de Bolontikú, que aun ya en declive senil, todavía les
deparaba algunos de sus exóticos y exuberantes goces.
Así, pues, se dio esta comedia nacional, que será eterna
porque siempre 1 Maíz Revelado tendrá que sufrir la
culpa, cargando sobre sus hombros el rumbo abandonado,
y dejando de hacerlo cuando el sueño le vence,
con lo cual tiembla sobre la tierra aquella y se destruye
todo lo existente.
Lo Pensado volvió a su mundo superior de 3-brana,
aunque no satisfecho de los resultados de su gestión,
pero sí consciente de que ello lo sabía ya desde un comienzo.
Los hombres del bacab negro nunca pudieron
verlo, a pesar de tanto haberlo sentido y escuchado,
poniendo oídos sordos a sus sanos consejos. Y ese no
haber podido verlo es su maldición.
El Demiurgo ermitaño no pudo resistir el sufrimiento
de no haber podido transmitir la Idea desde el mundo
supremo al mundo de las cosas materiales como debía
haberla transmitido, con lo cual había ocasionado todo
este enorme molote, terminando devorado por aquellos
peces ojudos y bocones que no eran sino un producto
parcial de la degeneración de aquellos Elementales
y sus antecesores los Originales, que al final
de los tiempos terminaron sus días devorados
por el mundo de las bacterias. Y es que como
este viejo ermitaño era sabio, y además poeta
y maestro, sus categorías y sus atributos, al no
ser los del mundo material, no habían logrado
entender el mal que habitaba en las conciencias
de aquellos seres malos, porque eran malos,
muy malos, los del bacab negro. Un día,
me asomé de nuevo por aquella gruta oscura
donde tantas veces acudí a escuchar sus historias,
urgido por él de contármelas para liberarse
de su opresión, y la vi ocultada por una
enorme piedra, de cuyo centro sólo se percibía
una tenue lucecilla que se difuminaba por el
cielo inmenso, perdiéndose en el Más Allá.
Cuscatlán es, así, la tierra del gran consenso,
del gran acuerdo de paz, en los que los unos y
los otros menjan carn y los más, los del Gran
Gentío, menjan herba. Claro que el rédito
mayor no es para las víboras y los alacranes,
ni para las ranas y los ratones, sino para los
cangrejos, cuyos carapachos están pintados
cada vez con más estrellitas, acompañados de
sus adláteres, camarones y langostas, almejas,
ostras y conchas, y, como digo, uno que
otro pulpo gigante y uno que otro calamar de
igual magnitud. La solución, pues, fue el gran
acuerdo de paz, y su estrategia, el consenso
en el reparto de las utilidades. No por nada,
el gran cangrejo Tenazotas les había sabido inculcar la
idea de que “el fin justifica los medios”.
Nota Final:
Doy las gracias a:
Los mayas eternos y su Popohl Vuh, quienes viven
siempre y vivirán en nosotros los del Gran Gentío.
Paracelso y Siboemia, la alquimia y sus elementales.
Roger Penrose y Stephen Hawking, con sus mundos
paralelos contenidos en una cáscara de nuez.
Ramón Llull, el gran catalán, y sus Libro de las
Maravillas y Libro de las Bestias, porque por ellos
he sabido que hay unos que menjan carn y otros
que menjan herba, y que ello es una especie de ley
natural y por ello incontrovertible.
A nuestro Don Francisco Gavidia, insigne hombre
incomprendido en su grandeza en nuestro país, (lo
cual no es extraño), por su La Loba.
A Don León Siguenza, el gran cojutepecano, que
nos ha hecho saber con sus Fábulas que los animales
se entienden mejor que nosotros los hombres.
A Homero, o quien haya sido el que escribió esa
real historia de la Batracomiomaquia, que es un
verdadero clásico porque aun después de tanto
tiempo de escrito se recrea entre nosotros y refleja,
como los mitos y las leyendas, de alguna
manera nuestra realidad.
Y finalmente, al gran florentino Maquiavelo,
porque lo que escribió, “nos guste o no nos guste”,
es verdad.
Sábado 24 de Septiembre de 2022 07
Edición Extra