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Al despedirme y empezar a caminar sentí los pies un poco entumecidos
del frío por los calcetines húmedos y también que el vino me había
hecho efecto, iba un poco como en volandas y atontada.
Pocos kilómetros antes de llegar a Monforte de Lemos, capital de la
Ribeira Sacra, contemplé a un ganadero darle de comer a su rebaño de
vacas como si se tratara de un documental del National Geographic.
Transportaba con su tractor los rulos gigantes de paja, luego los
depositaba en el suelo, les rajada la funda, volvía a subirse al volante y
como ya estaba la paja suelta empezaba a esparcirla por todo el prado.
Daba gloria ver como corrían las vacas mugiendo felices porque era la
hora del banquete.
Al poco entré en Monforte y cual sería mi sorpresa al comprobar que
en el albergue Lemavo donde hoy pernocto había peregrinos, 6
contando conmigo.
Son gente que ha empezado el Camino algún día después que yo pero
como algunas etapas de muchos kilómetros las estoy dividiendo en dos
y ellos no pues me han alcanzado.
También están aquí Marcos y su perro Poti que se ha puesto
contentísimo al volver a verme y ha venido rápido a saludarme
moviendo el rabo.
Que perro más tierno, más noble y más bueno. Ahora está tapadito con
una manta en el porche del albergue.
Por fin un albergue de peregrinos y ambiente peregrino. Hay tres de
Cádiz y como han hecho una cena muy copiosa nos han invitado a
Marcos y a mi.
El albergue es privado y lo regenta Begoña y su marido, son muy
simpáticos y te ayudan en todo lo que necesitas.
Me he acostado la última charlando con ella y luego me ha invitado a
un Colacao.
Gracias a ellos mañana tengo donde dormir porque la opción A y única
que contemplaba está cerrada por vacaciones, pero esto os lo cuento
mañana que ahora no me sostengo las pestañas.