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Resulta que aunque estaba en el pueblo de Las Médulas que es enano,
en el Camino de Invierno no se divisa el monumento natural de
promontorios rojizos que datan del siglo I y II d.c y que está
considerada la mayor mina de oro a cielo abierto de todo el Imperio
Romano.
Justo en frente del restaurante que estábamos comiendo comenzaban
las dos rutas que te llevan a divisarlo.
Pregunté que cuánto se tardaba en subir y bajar a verlo y sin
pensármelo dos veces le dejé la mochila a la dueña del bar y comencé a
subir el kilómetro y medio de cuesta como un dominio porque ¿cómo
voy a estar tan cerca de un patrimonio de la humanidad y me voy a ir
sin verlo?.
Al final me dieron dos horas entre subida, ruta circular y bajada.
La mochila me la estaba colocando en los hombros a las 17 y aún me
quedaban 8 kilómetros para llegar al albergue donde hoy dormía.
Por supuesto que se me ha hecho de noche en mitad del sendero
rodeado de pinares pero no me ha importado nada porque quería
comprobar cuanta potencia y alcance tenia la linterna frontal que me
compré en los chinos.
Cuando aún me quedaban varios kilómetros y aún había sol me cruce
con un señor en un 4x4 que iba con su hijo pequeño y cuando venía de
vuelta era ya de noche, paró el coche y me preguntó que cómo iba y si
estaba todo bien, le dije que sin problema y le enseñé la linterna.
Al ver que que yo estaba tan tranquila se despidió y prosiguió la
marcha pero se conoce que él no lo estaba tanto porque cuando por fin
entré al pueblo, fuera de la primera casa estaba el señor, la mujer y el
niño esperando a verme aparecer. Les di las gracias y se metieron en su
casa.
El albergue es muy coqueto y lo regenta un matrimonio de Letonia y su
hijo adolescente que son también peregrinos amantes del Camino de
Santiago, tanto, que no dudaron a principios del 2020 en cambiarse de
país y buscar casa para hacer un albergue de peregrinos. El chico es el
que me ha atendido con mucha amabilidad y el que me ha contado el
cambio de vida suyo y de sus padres.
Después de ducharme he visto venir de lejos por la calle a Marcos y a
su perro Poti, un golden noble y precioso.
Somos los únicos peregrinos que nos vamos a encontrar a diario,
entramos a un bar, pedí una hamburgesa que fui incapaz de comérmela