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El Cadáver de la Novia
Un tributo al Stop-Motion
-Bueno, primero dices… ¿Qué tal? -empieza William.
-Entonces comenta su belleza -continúa Nell. -Decir tales cosas,
aunque sean mentiras. Son sólo el deber de un marido.
-No intentes ser gracioso, no intentes ser rápido. No eres muy
listo, nunca serás hábil.
-¿Así que debo ser yo mismo? -pregunta Víctor.
-¡No has oído nada! -grita molesta Nell.
-Víctor, esta es nuestra única oportunidad de comprar lo que el
dinero no puede, la respetabilidad – trata de explicar William.
-Recuerda, los Everglot son la familia más antigua y noble, descendientes
del Gran Duque de Everglot -explica Nell mientras
se alisa el vestido, emocionada.
Mientras tanto, en el salón de la mansión Everglot, el imponente
retraro del duque de Everglot observa el caos que es la familia.
En una enorme habitación amueblada con altos sillones con
respaldo, un elaborado sofá gris, mesas auxiliares curvadas y
pesadas cortinas se encuentra Maudeline Everglot, una imperiosa
matrona Victoriana de pelo altísimo y pecho imponente, está de
pie junto a la ventana, observando cómo se acerca el carruaje
de los Van Dort desde el otro lado de la plaza.
Su redondo e importante marido, Finis Everglot, está a su lado
compartiendo su arrepentimiento en el fondo.
-¡Un día terrible! -exclama Maudeline Everglot.
-Ahora, querida… -trata de calmarla su esposo.
-¡Una familia terrible! -sigue con auténtica desesperación. - ¡No
lo oiré! Oh, no podría ser peor.
-Sí que podría -le recuerda Finis. - Podrían ser terratenientes en
bancarrota, sin dinero como nosotros.
Ambos miran a su caja fuerte llena polvo, telarañas y una enorme
falta de dinero y riquezas.
-¿Quién iba a pensar que meter pescado en latas podría dar tanto?
-Esto... es... por qué... -Maudeline titubea. -Nuestra hija se casará.
¡Según el plan! Y seremos guiados de las profundidades de la más
profunda pobreza. Quién hubiera imaginado que nuestra hija,
fea como una nutria, sería lo único valioso que tenemos para
ofrecer y salvarnos de esta situación.
Mientras tanto Victoria en su habitación era un manojo de
nervios por el matrimonio que sus padres le habían arreglado.
A pesar de lo que piensa su madre, es una joven bonita y dulce.
En este momento, su anciana criada, Hildegarde, le está atando
corsés demasiado ajustados.
-Oh, Hildegarde, aflójalo un poquito -le dijo con incomodidad.
Hildegarde vacila, luego afloja rápidamente el corsé. Ayuda a
Victoria a ponerse un vestido gris de cuello alto.
-Hilde, estoy nerviosa. ¿Y si Víctor y yo no nos gustamos? pregunta
nerviosa viéndola a través del espejo. Se distrae al escuchar una
risa sorprendida y severa desde la puerta.
Victoria y Hildegarde se giran para ver la imponente figura de
Maudeline, Finis está a su lado.
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