Trobairitz 1 - 2023 abr
Año 1. Nº1. Abril de 2023 Número lanzamiento de Trobairitz Magazine. La voz de quienes no (siempre) tienen voz es tormenta, sensación y lucha serena contra la corriente de la historia que nos contaron. Es alzar la voz en un silencio que molesta, mostrar en calma los talentos escondidos. No es esta una revista feminista, sino reivindicatoria de todo aquel que sienta que su lugar no está en la corriente del capricho de moda. Que sea este un espacio para los escritores que navegamos las aguas que están fuera del poder y de las ideas vacuas. Alejandra Jonte Francy de los Ríos Mercedes Chimirri Ed. Dir. Andrea V. Luna www.instagram.com/trobairitzmagazine
Año 1. Nº1. Abril de 2023
Número lanzamiento de Trobairitz Magazine.
La voz de quienes no (siempre) tienen voz es tormenta, sensación y lucha serena contra la corriente de la historia que nos contaron. Es alzar la voz en un silencio que molesta, mostrar en calma los talentos escondidos. No es esta una revista feminista, sino reivindicatoria de todo aquel que sienta que su lugar no está en la corriente del capricho de moda.
Que sea este un espacio para los escritores que navegamos las aguas que están fuera del poder y de las ideas vacuas.
Alejandra Jonte
Francy de los Ríos
Mercedes Chimirri
Ed. Dir. Andrea V. Luna
www.instagram.com/trobairitzmagazine
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Andrea V. Luna
El curador en la Biblioteca
Era raro. Necesariamente, a los ojos de la
mayoría, era raro. No podía ser de otra manera con
semejante trabajo. No es que fuera algo fúnebre ni
que hiciera fluir el morbo de los demás, sino que,
simplemente, era tedioso. Ser curador de libros parecía,
así, sin más, la profesión más aburrida del
mundo. Metido todo el santo día entre las estanterías
abarrotadas de olor a papel húmedo, moho y
polvo, andaba siempre con paso lento dando a cada
movimiento una impronta de solemne altivez. No es
que paseara, no, sino que escrutaba con ojos entrenados
cada uno de los tesoros escondidos en los pasillos
revisando cuánto daño les había causado la
polución o los dedos torpes de los incontables lectores
que, a lo largo de la historia de la Biblioteca, los
habían terminado por desgastar; detectaba el nivel
de gravedad y, si lo consideraba necesa rio, se lo
llevaba al taller para iniciar la larga y meticulosa curación.
Algunos dirían que era un ratón de biblioteca:
tal vez, al fin y al cabo, lo fuera. El licenciado
Tarsicio Rorts era un Curador, pero no EL Curador…
ese puesto, lo ocupaba desde hacía muchos
años una arpía desdeñosa que había tenido el tupé
de ganarle el puesto. Le tenía algo más que bronca.
Lo suyo, era algo muy parecido a un odio profundo,
nacido de las entrañas y que su propia mente no
lograba dominar del todo. Sabía que era una estupidez
garrafal, pero no podía evitarlo. La contienda
había sido justa: ella había presentado más y mejores
credenciales que él y eso le había bastado para
ocupar el puesto que él anhelaba con todo su corazón,
con todo su ser. Pero eso ya no importaba: ya
no había nada que hacer al respecto. Ahora solo
deseaba que nadie le entorpeciera el sereno transcurrir
de sus días: de alguna manera, no se molestaban.
Solamente él se permitía, de vez en cuando,
envidiar el contacto con los más preciados libros
que guardaban en el Thesaurus al que ella tenía el
privilegio de acceder con absoluta libertad: consentirse
con los incunables lo era todo para él. Se deleitaba
imaginándose con el olor a pergamino impregnando
su ropa o entrecerrando los ojos para apreciar
mejor la delicadeza
de alguna
licencia caligráfica
o palpar las texturas
añosas con
morboso placer.
Un día
ocurrió lo impensado:
ella faltó al
trabajo. Y al siguiente,
y otro día
más… tal vez estuviera
enferma: no
es que eso le importara,
claro… o
sí. Esbozó una
sonrisa maliciosa
y se encogió de
hombros mientras
comprobaba la
suavidad de las cerdas del delicado pincel que utilizaría
para comenzar a retirar el moho que había invadido
un ejemplar de 1895, rescatado de las telarañas
de una biblioteca escolar que había sido demasiado
descuidada. Se colocó el barbijo y los
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