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Trobairitz 1 - 2023 abr

Año 1. Nº1. Abril de 2023 Número lanzamiento de Trobairitz Magazine. La voz de quienes no (siempre) tienen voz es tormenta, sensación y lucha serena contra la corriente de la historia que nos contaron. Es alzar la voz en un silencio que molesta, mostrar en calma los talentos escondidos. No es esta una revista feminista, sino reivindicatoria de todo aquel que sienta que su lugar no está en la corriente del capricho de moda. Que sea este un espacio para los escritores que navegamos las aguas que están fuera del poder y de las ideas vacuas. Alejandra Jonte Francy de los Ríos Mercedes Chimirri Ed. Dir. Andrea V. Luna www.instagram.com/trobairitzmagazine

Año 1. Nº1. Abril de 2023
Número lanzamiento de Trobairitz Magazine.
La voz de quienes no (siempre) tienen voz es tormenta, sensación y lucha serena contra la corriente de la historia que nos contaron. Es alzar la voz en un silencio que molesta, mostrar en calma los talentos escondidos. No es esta una revista feminista, sino reivindicatoria de todo aquel que sienta que su lugar no está en la corriente del capricho de moda.
Que sea este un espacio para los escritores que navegamos las aguas que están fuera del poder y de las ideas vacuas.

Alejandra Jonte
Francy de los Ríos
Mercedes Chimirri
Ed. Dir. Andrea V. Luna
www.instagram.com/trobairitzmagazine

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La voz de quienes no (siempre)

tienen voz es tormenta, sensación

y lucha serena contra la corriente

de la historia que nos contaron.

Es alzar la voz en un silencio que

molesta, mostrar en calma los

talentos escondidos.

No es esta una revista feminista,

sino reivindicatoria de todo aquel

que sienta que su lugar no está en

la corriente del capricho de moda.

Que sea este un espacio para los escritores

que navegamos las aguas

que están fuera del poder y de las

ideas vacuas.

Alejandra Jonte

Francy de los Ríos

Mercedes Chimirri

1 AÑO 1. Nº1. ABRIL de 2023


Contenido

Año 1. Nº1. Abril de 2023

Un texto es un producto cuya

suerte interpretativa debe formar

parte de su propio mecanismo

generativo.

Umberto Eco

Entonces, cada lector es parte

imprescindible en la construcción de

la novela que lee.

Andrea V. Luna

Andrea V. Luna

@andreavluna

www.andreavlunaescritora.com.ar

Alejandra Jonte

Francy de los Ríos

Mercedes Chimirri

John Melhuish Strudwick:

En los días dorados, 1907

Trobairitzmagazine

@gmail.com

Editorial ........................................................................................ 3

Safo de Lesbos.............................................................................. 5

Oda II, a su amante ................................................................... 5

Mary Shelley ................................................................................. 6

Frankenstein (fragmento) .......................................................... 6

Sor Juana Inés de la Cruz ............................................................. 7

Redondillas a la injusticia de los hombres al hablar de las mujeres

.................................................................................................. 7

Alfonsina Storni ............................................................................ 8

Dolor ......................................................................................... 8

Humorarte .................................................................................... 9

Alejandra Jonte ........................................................................... 10

XXL ......................................................................................... 10

Sobre la autora ........................................................................ 12

Francy De Los Ríos ..................................................................... 13

El desconsuelo ........................................................................ 13

Mercedes Chimirri ....................................................................... 15

La magia de los objetos ........................................................... 15

Sobre la autora ........................................................................ 17

Senderismo sin barreras España ................................................ 18

José Ramón Gómez Solís ........................................................ 18

Andrea V. Luna .......................................................................... 20

El curador en la Biblioteca....................................................... 20

Sobre la autora ........................................................................ 23

Imágenes que inspiran ................................................................ 24

IG @trobairitzmagazine

Todas las imágenes de esta publicación están tomadas de la Web, excepto que se indique lo contrario, y pueden estar sujetas a derechos

de autor. Créditos a quien corresponda.

Todos los textos han sido cedidos por sus respectivos autores para ser publicados en este magazine de manera desinteresada. Cada uno es

responsable de sus dichos y de su obra. Todos los derechos pertenecen a sus respectivos autores.

2


Editorial

Andrea V. Luna

@andreavluna

Trovadoras y aventureras:

Las Trobairitz

Las mujeres siempre estuvimos ahí

Escondida en los intersticios de la Historia de los vencedores,

y en la Historia de los vencidos, está la voz de los sin voz.

Poetisa, letrada… rebelde: sor Juana

Inés de la Cruz (1651 - 1695) marcó un hito en

la historia literaria hispanoamericana. En un

ámbito pre-ilustrado, patriarcal, netamente barroco,

pero con elementos renacentistas, en un

mundo cerrado al porvenir, en una sociedad

orientada a no adquirir la

modernidad sino a combatirla,

se dio en buscar lo

irregular y lo singular,

lo que pueda asombrar

provocando

la paradoja y

el juego de

contradicciones.

Desde allí exhibe

con destreza ilustre

algunas ideas que hoy

son fundamentales y fundacionales

de una sociedad

en equidad: la sabiduría

como realización

humana, la correspondencia

del saber con el

ser y la necesidad

de la educación

en las mujeres.

Y, aun así, muere

vencida y en soledad.

Sin embargo, la

suya no fue la primera voz.

Antes hubo otras que se atrevieron a quebrar

el silencio de su propia época luchando por la

configuración de la subjetividad femenina y

Gabriela Mistral

Safo de Lesbos

Mary Shelley

Sor Juana Inés de la Cruz

Alfonsina Storni

con la autoridad necesaria para definir su deseo.

Las trobairitz quebraron, a fuerza de su

talento como compositoras, todas y cada una

de las normas que las obligaban a ser sujetos

pasivos del Amor Cortés y lo adaptaron a sus

propias necesidades: componían,

protagonizaban, seducían…

alzaban la voz

y hasta se atrevieron a

decir, lisa y llanamente:

«No».

Durante los siglos

XII y XIII

tuvieron el coraje

de iniciar el debate

sobre la igualdad intelectual

de las mujeres, la

igualdad de sus derechos y

salir de la sumisión doméstica

para dedicarse a la

poesía.

Sea este magazine

un sentido

y simple homenaje

a todas

ellas y una invitación

para que,

desde aquí, nos propongamos

darles voz a

aquellos que no tienen

voz… a todos. Y que lo hagamos

con la suavidad y la fortaleza

que la paz amerita.

¡Hasta la próxima!

3


Gabriela Mistral

Dame la mano

Dame la mano y danzaremos;

dame la mano y me amarás.

Como una sola flor seremos,

como una flor, y nada más...

El mismo verso cantaremos,

al mismo paso bailarás.

Como una espiga ondularemos,

como una espiga, y nada más.

Te llamas Rosa y yo Esperanza;

pero tu nombre olvidarás,

porque seremos una danza

en la colina y nada más...

4


Safo de Lesbos

Oda II, a su amante

Lesbia, la dicha de los dioses prueba

ese mancebo, frente a ti sentado,

ese que goza de tu hablar suave,

de una sonrisa.

Mírolo ¡triste!; el corazón entonces

ríndese opreso; de repente falta

voz a mis fauces, mi trabada lengua

tórnase muda.

Súbito siento que sutil discurre

dentro en mis venas ardorosa llama;

huye la vista de mis ojos, zumban

ya mis oídos.

Toda me cubro de sudor helado,

mas amarilla que la yerba quedo,

tiemblo y, cercana de la muerte, exhalo

débil suspiro.

5


Mary Shelley

Frankenstein (fragmento)

¿Cómo podría llegar a tu alma? ¿No hay palabras suficientes

para hacerte comprender que debes volver tus ojos hacia

una criatura, tu propio hijo, que te implora bondad y compasión?

Créeme, Frankenstein, mi alma era amorosa; pero, ¿no

ves que estoy irremisiblemente solo? Si hasta tú, mi creador,

me aborreces, ¿qué crees que puedo esperar de tus iguales, que

nada me deben? El desprecio y el miedo es lo que experimentan

ante mí, tan sólo los glaciares y las altas montañas son mis

compañeros, mi refugio. Hace días que ando por estas soledades,

viviendo en grutas heladas; son el único sitio donde me

siento seguro, los únicos parajes que el hombre no me niega.

El cielo gris, la nieve, todo esto, merecen mi respeto y mi adoración

porque me tratan con más consideración que tus propios

semejantes. Si las gentes supiesen de mi existencia harían lo

mismo que tú: levantarían su brazo contra mí.

6


Sor Juana Inés de la Cruz

Redondillas a la injusticia de los hombres al hablar de las mujeres

Hombres necios que acusáis

¿Pues como ha de estar templada

a la mujer sin razón,

la que vuestro amor pretende,

sin ver que sois la ocasión

si la que es ingrata, ofende,

de lo mismo que culpáis:

y la que es fácil, enfada?

si con ansia sin igual

solicitáis su desdén,

¿por qué queréis que obren bien

si las incitáis al mal?

Cambatís su resistencia

y luego, con gravedad,

decís que fue liviandad

lo que hizo la diligencia.

Parecer quiere el denuedo

de vuestro parecer loco

el niño que pone el coco

y luego le tiene miedo.

Queréis, con presunción necia,

hallar a la que buscáis,

para pretendida, Thais,

y en la posesión, Lucrecia.

¿Qué humor puede ser más raro

que el que, falto de consejo,

él mismo empaña el espejo,

y siente que no esté claro?

Con el favor y desdén

tenéis condición igual,

quejándoos, si os tratan mal,

burlándoos, si os quieren bien.

Siempre tan necios andáis

que, con desigual nivel,

a una culpáis por crüel

y a otra por fácil culpáis.

Mas, entre el enfado y pena

que vuestro gusto refiere,

bien haya la que no os quiere

y quejaos en hora buena.

Dan vuestras amantes penas

a sus libertades alas,

y después de hacerlas malas

las queréis hallar muy buenas.

¿Cuál mayor culpa ha tenido

en una pasión errada:

la que cae de rogada,

o el que ruega de caído?

¿O cuál es más de culpar,

aunque cualquiera mal haga:

la que peca por la paga,

o el que paga por pecar?

Pues ¿para qué os espantáis

de la culpa que tenéis?

Queredlas cual las hacéis

o hacedlas cual las buscáis.

Dejad de solicitar,

y después, con más razón,

acusaréis la afición

de la que os fuere a rogar.

Bien con muchas armas fundo

que lidia vuestra arrogancia,

pues en promesa e instancia

juntáis diablo, carne y mundo.

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Alfonsina Storni

Dolor

Quisiera esta tarde divina de octubre

pasear por la orilla lejana del mar;

que la arena de oro, y las aguas verdes,

y los cielos puros me vieran pasar.

Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera,

como una romana, para concordar

con las grandes olas, y las rocas muertas

y las anchas playas que ciñen el mar.

Con el paso lento, y los ojos fríos

y la boca muda, dejarme llevar;

ver cómo se rompen las olas azules

contra los granitos y no parpadear;

ver cómo las aves rapaces se comen

los peces pequeños y no despertar;

pensar que pudieran las frágiles barcas

hundirse en las aguas y no suspirar;

ver que se adelanta, la garganta al aire,

el hombre más bello, no desear amar...

Perder la mirada, distraídamente,

perderla y que nunca la vuelva a encontrar:

y, figura erguida, entre cielo y playa,

sentirme el olvido perenne del mar.

8


Humorarte

9


Alejandra Jonte

XXL

Mi destino se gestó el día que me cortaron.

Jamás pensé que sería un talle XXL. Tenía

la ilusión de compartir tamaño con mis compañeras

de rollo. Pero no. Me cortaron grande. Escuché

en el taller que es un talle que se vende

muy bien, pero lo cierto es que yo tenía la esperanza

de un small o medium. Me imaginé chiquita,

cola less, con destino de pool party, y que

en un momento de gran delirio y pasión, me vi

arrancada por los dientes de un dios griego vernáculo.

¡Y mira como terminé! En vedetina con

corpiño reductor. Me hicieron bastante cavada

en mi parte inferior pero arriba… ¡Que capacidad

de guardado! Espero que la lycra que da

me da cuerpo y los aros que me dan forma, sostengan

aquello que ocultaré.

Soy negra y lisa. Discreta y combinable.

Si pienso en la talla en que me cortaron, agradezco

mi oscuridad. Una flor mal puesta o dibujo

loco podría atentar contra el buen gusto.

Nunca seré ridícula. Cuando me terminaron de

coser y empaquetar, el personal de logística de

la marca que me parió, dispuso mi destino.

Cruce mis tiras (no digo

dedos porque no tengo)

para que me mandaran

a un shopping, porque

siempre desee lo mejor

para mí. Ya demasiado

tenía con el tamaño

como terminar en La

Salada o en el Once.

Embalada en un pack

muy cool, llegue al local

a fines de octubre y a la

semana de mi arribo me

colgaron en de una percha

de terciopelo negro

con un cartelito al que

nadie se quiere acercar:

“talles especiales”. En

fin. Es lo que hay. Varios clientas estuvieron interesadas

por mí, pero les iba grande a casi todas

y a un par, muy pequeña.

Recién los primeros días de diciembre

me vendieron. Cuando ella entro a local no le

tenía mucha fe. Si bien la vi grandota y de curvas

generosas, no tenía el perfil de clienta de la

marca. Pero cuando cruzamos la mirada supe

que mi destino estaba echado.

No fue fácil. Cuando me calzó en su

cuerpo por primera vez pensé que no me llevaría.

Será inolvidable la cara de espanto que

10


puso cuando se vio en el espejo. Yo me salía de

la vaina para tranquilizarla y decirle que el problema

son las luces dicroicas de los probadores

y que jamás, ni la mejor de las modelos, lucen

bien con un foco sobre sus cabezas. La celulitis

tiene su minuto de gloria en esos cubículos.

Pero mi compradora, luego de mirarse un poco,

dijo resignada: “por lo menos me entra” y me

compró.

Me llevó a su casa y me guardó en un

cajón. La mujer, no estaba muy convencida de

la compra, pero yo confiaba en su actitud.

Me cubrió con un vestido playero

blanco, largo hasta los pies de un lino italiano

espectacular, de esos que se arrugan pero en

ello, está la clave. Pura fibra natural (que caro

que son). Se perfumó, tomó el bolso, se puso

un sombrero playero y subió al coche rumbo al

country para encontrarse con amigas.

Panamericana era un caos y el calor húmedo

y pegajoso de Buenos Aires se hacía sentir

más que nunca. Puso música (gracias a Dios

no le gusta la cumbia) y el aire acondicionado

a full. Puedo decir que me estaba sintiendo de

Hasta que llegó el día.

Lo recuerdo bien. Era un sábado

muy caluroso. Me saco

del cajón y en el baño de su

casa, se vistió conmigo. Debo

reconocer que su piel es muy

suave, que afortunadamente

no tiene vellos inoportunos y

desagradables y sobre todas las

cosas, es muy limpia.

Cuando calzo mi parte

inferior me gusto lo que hizo:

¡me achicó! Me doblo un poquito

para acentuar más el cavado,

y en verdad hace que su

trasero se vea mejor. Un buen

efecto óptico. Pero cuando se

puso el corpiño, algo pasó.

Sentí diferente la piel, y en el seno izquierdo

una cicatriz hundida. ¡Apá! ¿Que habrá pasado

acá? Me pregunté. Por la forma y ubicación sospeche

aquello que luego confirme: mi dueña

tuvo cáncer. ¡Y la quise más! Y me jure que le

haría pasar lo mejores momentos. Que jamás

me iba a correr, ni estirarme ni apretarle la piel

con mis elásticos porque la sensación de quedar

chica, la podría hacer lucir más gorda. Pobre

mujer, con todo lo qué habrá pasado, no lo merece.

maravilla hasta que un fuerte golpe en la parte

posterior del auto lo cambio todo en un segundo.

Ella gritó, se sustó, puteo y se bajó. Era

un caos. Un choque en cadena en plena autopista

a la altura de Marquez con 39 grados de

sensación térmica. Todos empezaron a bajar de

los coches, a pelearse y a llamar a lo seguros.

Hasta que ella vio a un perrito, mal

herido. Corrió a su ayuda. Estaba ensangrentado

y no dudó en sacarse el vestido de lino

italiano para tapar la herida de su patita trasera.

11


No habrían pasado ni 15 minutos

cuando un móvil de Crónica TV (¡Firme junto

al pueblo!) apareció en escena y nuestra vida

cambió. Ella, el perrito y yo fuimos trasmitidos

en directo a todo el país. Y ya no me importo

ser talla XXL. Sus curvas y aptitud, mi calidad y

buen calce, además de su bondad, nos arrojó

directamente a la tapa de todos diarios y hasta

nos hicieron una nota para la TV.

Sobre la autora

Alejandra Jonte

Hoy, que descanso en el segundo cajón

de su placard recuerdo con nostalgia aquellos

momentos y sin echar de menos ninguna pool

party ni destino ibicenco. Porque sé que ella me

quiere, que no me va a regalar, porque juntas

fuimos felices y lo seguiremos siendo, a tal

punto que ayer sacó pasajes para irnos unos

días a Río de Janeiro y hasta me prometió que

conseguiría para mí una buena zunga…¡pepepepepe

pepepepepe pepe!

Alejandra Jonte, nació en 1968 en

San Andrés de Giles, ciudad que es su

fuente de inspiración.

Es abogada, mediadora y autora de

Ojos de Fuego (2020).

Los libros han estado siempre en su

vida. Con ellos pudo, puede y podrá vivir

mil vidas, viajar a lugares inimaginables, ganar

grandes batallas contra los demonios de

la ignorancia y aprender que sin amor nada

tiene sentido.

Leer la hizo libre y le dio agallas para

concretar el sueño de escribir sus propias

historias.

Para contactarse con la autora:

F /alejandra.jonte

IG @alejandrajonte

12


Francy De Los Ríos

El desconsuelo

Esa mañana se me desdibujó la vida,

mientras esperaba el ferry. No espero que nadie

entienda lo que vivo en estos momentos. Si hay

algo que no concibo, es la vida y la poca empatía

de la gente por lo que en ella compartimos,

en nuestras almas, que deberían ser eternas. Yo

me llamo: Francisco Ricci. Soy padre y esposo.

Nací y crecí en la bella Italia, en lo stivale del

mondo. Cuando conocí a Carrie, mi esposa,

decidí mudarme a Francia.

Estaba por amanecer, cuando desembarqué

en el puerto de Dover. El camino hacia

Calais fue largo y tedioso. Mientras conduzco y

las llantas ruedan en la carretera, rememoro el

camino que realicé hace dos días, cuando recibí

la llamada de Carrie, agitada. La esperanza revestida

de miedos y zozobra me acompañan

por el paisaje rojizo de la planicie y los pensamientos

llenos de mil preguntas rodean mi

mente. Busco una lógica. Alguna explicación.

que la vi, antes de viajar, estaba en su habitación

dormida. La besé en la frente y la cubrí con

la frazada. Los inviernos en esta ciudad, son

muy húmedos. Llueve mucho. Estaba profundamente

dormida. En ese momento me di

cuenta la hermosa adolescente en que se convirtió.

Mi corazón se agitó, tuve un sentir extraño.

Me imaginé que era porque pronto entraría

a la universidad. Es muy curiosa, como

yo: cree en la vida en otros mundos, en los

círculos de maíz, en los Ovnis. Muchas veces,

tomando café en la cafetería cercana a nuestra

A mi hija, la llamé Amapola. Como la

flor silvestre de las laderas de Francia. Cuando

nació tenía el mismo color en sus mejillas.

Siempre ha creído que la vida es un chiste que

de continuo la hace reír. Le prometí que al jubilarme

la llevaría a conocer la Toscana, también

a Venecia. ¡Estas son cosas mías! Porque

en realidad ella me ha dicho que quisiera visitar

Aluminé. Le pregunté que donde quedaba y,

me respondió que en América del Sur.

Por mi trabajo viajo mucho y estoy muy

poco en casa. Hay días en que avivando en

fuego de la chimenea tiendo a pensar, el tipo

de padre que soy. Solo tengo a una hija. No sé

si le dedico el tiempo suficiente. La última vez

13


casa, nos reímos mucho porque ella suele decir

que hay un satélite que nos dirige la vida.

El sonido de la respiración se me agita al

bajar del automóvil. El crujir de la hojarasca

mojada en cada paso que doy hace que mi desconsuelo

sea más profundo. En los techos de la

cripta corre el agua de la lluvia como catarata.

Toda esperanza se desvaneció hace veinticuatro

horas atrás, cuando sonó el teléfono a pocas

horas de haber yo desembarcado, lleno de

alarma por la extraña desaparición de Amapola:

la noche anterior no había llegado a dormir

a la casa. Carrie, llena de alarma, me

llamó…

Sobre la autora

Francy de los Ríos

Pocas horas después de mi llegada, recibimos

la llamada de las autoridades francesas:

requerían de nuestra presencia para identificar

su cadáver. Nos informaron que el cuerpo de

mí hija fue hallado en un lago casi a las afuera

de la ciudad, sin vida. Que todo correspondía

al patrón de un asesino serial que acosaba la

localidad y que había tomado la vida de la mia

figlia.

Hoy, dentro de algunos momentos… la

sepulto.

Francy Ríos Brito es su nombre de pila y su seudónimo Francy

de los Ríos. Nació en la ciudad de Los Teques, Miranda, Venezuela. En

la actualidad vive en la ciudad de Bernal, Buenos Aires, Argentina.

Bohemia de nacimiento, soñadora y amante de la buena música,

cree fielmente que todos tenemos un Cervantes creador de un

hidalgo, y un hidalgo que le da vida a un Don Quijote en nuestro interior

que sueña con salir a crear mundos pintorescos.

Fue seleccionada en el concurso español Retazos de papel para

su antología con el microrrelato «Un mundo de colores», participó del

concurso La Concordia del Museo de la Palabra y fue nombrada embajadora

de la palabra por el mismo (2014). Quedo como finalista en

el concurso Diversidad Literaria en España para sus Antologías Sensaciones

y Sentido y Microfantasía.

Ha realizado publicaciones en las revistas literarias Factum y Luz

de Dos Lunas en España y Argentina. Por otro lado, es autora de la

página de Facebook DIVAS Letras.

Posee varios libros publicados: Vivir… ¿Qué es vivir? (2014), la

antología Transcender (2014), El don de San Joaquín de Pariri (2014)

y el cuento «A través de tus ojos» en la antología el Silencioso teclado de los anónimos. En la

actualidad está promocionando su último trabajo Los molinos de viento (2023) con el sello Editorial

Tinta Libre.

Para contactarse con la autora:

F /francy.riosbrito

F https://www.facebook.com/profile.php?id=100087637026570

IG @francydelosrios

14


Mercedes Chimirri

La magia de los objetos

Ella, sentada al sol en el verde césped

del parque familiar; sobre sus rodillas, aquel objeto

amado. Los ojos cerrados, centrada en la

imagen que evocaba su memoria, los dedos recorriendo

el objeto: un libro, un simple libro

cargado de significado. La tapa era rugosa, de

cuero, fría y suave, con letras labradas: podía

seguir con las yemas el recorrido de las mismas

y del dibujo que las acompañaba. Lo abrió y

sintió el impulso de hacer correr las hojas: un

ruido a lluvia, a

agua cayendo

o a viento que

choca con los

árboles, era interrumpido

por

un golpecito,

un sonido más

pesado, cada

vez que sus dedos

tocaban la

hoja gruesa de

una ilustración.

Se dejó llevar

por la sensación

de gozo y de libertad que generaba la misteriosa

armonía de las hojas corriendo. Empezó

a jugar, tamborileando con suavidad sobre la

tapa: toc toc, toc, toc toc toc, toc toc, toc toc toc,

toc; creó una música con sus dedos, ágil, casi

tribal. Un minuto, dos, tres... cinco pasaron, lo

cerró con suavidad y se perdió en la evocación

que aquel momento traía a su mente. ¡Cuántas

veces durante la etapa dorada de su infancia se

había sentado en aquel lugar! Ahora, la magia

del recuerdo traía hasta los aromas de aquellos

momentos, el de aquel libro, a sahumerio, a

sándalo, que se podía reconocer aún bajo el

olor a cosa guardada que los años habían acumulado

sobre él, formando una especie de

blend que, lejos de estropearlo, parecía favorecerlo.

¡Bendito objeto aquel que la llevaba

como en un hechizo por los laberintos del

tiempo! Podía casi tocar a su abuela, que estaba

de espaldas revolviendo la olla en la que se cocían,

a fuego lento, los manjares que la deleitaban

cuando era una niña. De repente, se veía

entrando junto a sus hermanos, transpirados,

luego de chivatear en el parque, en palabras de

su abuela y detrás, sus padres, que llegaban

conversando,

tomados del

brazo. Podía escuchar

las risas

y a su madre

gritando alegremente

para que

se lavaran las

manos, mientras

ponía el

mantel vaporoso

sobre la

mesa del comedor

¡Tanta vida!

¡Tantos recuerdos!

Abrió los ojos, por fin y la luz del sol de

verano inundó sus pupilas, bajó la mirada hacia

el precioso objeto que descansaba sobre su

falda, lo acarició, lo apretó contra su pecho y

admiró, como tantas otras veces, la fina cubierta

de color rojo con letras doradas. Las hojas

de papel muy fino, que antes había hecho

correr entre sus dedos, atraparon su atención,

dejó que su mirada se paseara lenta por las letras

negras y pequeñas, formadoras de palabras

que miles de veces la habían hecho soñar. Recorrió

las láminas con delicados y elegantes dibujos

que reproducían escenas de los cuentos

15


que habitaban ese libro. ¡Qué placer llenaba su

espíritu al volver a verlos! ¡Al volver a leerlos!

Lo cerró y lo llevó hasta sus labios y,

aunque su intención era besar la amada tapa,

le pareció que podía, también, saborearlo.

Como si su lengua jugara en la boca de un

amante, rozó con levedad la cubierta de la bella

tapa y su corazón palpitó con ese pensamiento

cruzando su mente. Un gusto, apenas salobre,

estimuló sus papilas; sonrió para sus adentros:

estaba enamorada, sí, lo estaba, enamorada de

aquel libro. No había otro como él en toda su

biblioteca, ni en las de otros lugares, era único

y esa condición

elevaba su valor,

más allá de lo

material. No existía

una persona

en todo el mundo

que pudiera pagar

el precio, porque

no lo tenía:

era simple,

cuando es el corazón

el que determina

el valor

de algo, no hay

dinero que lo

pueda comprar.

De pronto la abrazaron por la espalda,

su esposo en cuclillas le susurró al oído:

—¡Querida, todavía estás acá! Ya llegaron

todos y están empezando a dividir las cosas,

piden que vayas. Está la vajilla de tu mamá, hay

algunos adornos y las cosas de valor: el reloj de

oro de tu papá y las joyas de tu madre. Preguntan

qué te vas a llevar. —Ella salió de su ensimismamiento,

se levantó, alisó su vestido y sacudió

el pasto que se había depositado en su

falda. Él la tomó con suavidad del brazo y juntos

caminaron hasta la entrada de la vieja casona.

Dentro todo era bullicio, discusiones y

movimiento. Su hermano tenía una conversación

algo subida de tono con su cuñada que, al

parecer, se había peleado con alguien más de

la familia para quedarse con un antiguo y delicado

juego de café. Sus sobrinos corrieron hacia

ella y se abrazaron a sus piernas, ella besó

sus cabezas. Los adultos la saludaron y su cuñada

se acercó con dos de los mencionados pocillos

en la mano.

—Hola Elena, ¡al fin estás aquí! Espero

que no te interese que me quede con estos pocillos.

Al fin y al cabo, tu hermano, también

tiene derecho. Lo digo porque parece que tu

hermana fuera la única dueña de todo. Perdón,

si soy algo brusca, pero esto me altera un poco.

¿No sé qué

querés elegir

para vos?

—No te

preocupes, no

se preocupen:

lo que más me

importa ya lo

tengo en mis

manos.

Buscó

la cartera y el

abrigo que habían

quedado

sobre un sillón,

se volvió hacia su esposo, él se acercó y saludó

con una inclinación de cabeza a los presentes,

ella comenzó a caminar erguida y triunfante.

Del brazo, como habían entrado, se dirigieron

hacia la salida del antiguo caserón familiar. Una

vez en la vereda se paró para mirarlo por última

vez.

—Te amo —le dijo él, rodeándola por la

cintura—. Lo sabés, ¿no?

Ella se volvió hacia él con una sonrisa,

mientras apretaba el libro contra su pecho.

—Por supuesto que lo sé. Vámonos

pronto de acá.

16


Sobre la autora

Mercedes Chimirri

Argentina, nacida en la Ciudad de Buenos Aires, reside en el barrio de Villa Urquiza.

Es escritora, Counselor, consultora psicológica

de la corriente humanística y astróloga.

Profesa la religión budista desde hace 30

años, lo que ha influido en su escritura abordando

temas como la misión, la libertad y el

despliegue del potencial. En sus cuentos se reflexiona

acerca de la esclavitud, la violencia y la

condición humana, en general.

Escribe desde niña, sus primeros pasos

fueron en la poesía y unos años más tarde incursionó

como cuentista. Su primer libro: El paraíso

según Lilith fue editado en 2019 y es una

antología de relatos que giran alrededor del

mundo femenino, sus luces y sombras. Su segundo

libro: Las manzanas del paraíso fue editado

en febrero de 2023.

Para contactarse con la autora:

IG @el ̲paraiso ̲según ̲ Lilith

F /Mercedes Chimirri

F /El paraíso según Lilith

F /Counselor Mercedes Chimirri

Ilustraciones:

Maximiliano Aregger

Chaëros Arts

F @chaeros_arts

IG /chaerosarts

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@senderismoladehesa

Senderismo

sin barreras España

José Ramón Gómez Solís

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Andrea V. Luna

El curador en la Biblioteca

Era raro. Necesariamente, a los ojos de la

mayoría, era raro. No podía ser de otra manera con

semejante trabajo. No es que fuera algo fúnebre ni

que hiciera fluir el morbo de los demás, sino que,

simplemente, era tedioso. Ser curador de libros parecía,

así, sin más, la profesión más aburrida del

mundo. Metido todo el santo día entre las estanterías

abarrotadas de olor a papel húmedo, moho y

polvo, andaba siempre con paso lento dando a cada

movimiento una impronta de solemne altivez. No es

que paseara, no, sino que escrutaba con ojos entrenados

cada uno de los tesoros escondidos en los pasillos

revisando cuánto daño les había causado la

polución o los dedos torpes de los incontables lectores

que, a lo largo de la historia de la Biblioteca, los

habían terminado por desgastar; detectaba el nivel

de gravedad y, si lo consideraba necesa rio, se lo

llevaba al taller para iniciar la larga y meticulosa curación.

Algunos dirían que era un ratón de biblioteca:

tal vez, al fin y al cabo, lo fuera. El licenciado

Tarsicio Rorts era un Curador, pero no EL Curador…

ese puesto, lo ocupaba desde hacía muchos

años una arpía desdeñosa que había tenido el tupé

de ganarle el puesto. Le tenía algo más que bronca.

Lo suyo, era algo muy parecido a un odio profundo,

nacido de las entrañas y que su propia mente no

lograba dominar del todo. Sabía que era una estupidez

garrafal, pero no podía evitarlo. La contienda

había sido justa: ella había presentado más y mejores

credenciales que él y eso le había bastado para

ocupar el puesto que él anhelaba con todo su corazón,

con todo su ser. Pero eso ya no importaba: ya

no había nada que hacer al respecto. Ahora solo

deseaba que nadie le entorpeciera el sereno transcurrir

de sus días: de alguna manera, no se molestaban.

Solamente él se permitía, de vez en cuando,

envidiar el contacto con los más preciados libros

que guardaban en el Thesaurus al que ella tenía el

privilegio de acceder con absoluta libertad: consentirse

con los incunables lo era todo para él. Se deleitaba

imaginándose con el olor a pergamino impregnando

su ropa o entrecerrando los ojos para apreciar

mejor la delicadeza

de alguna

licencia caligráfica

o palpar las texturas

añosas con

morboso placer.

Un día

ocurrió lo impensado:

ella faltó al

trabajo. Y al siguiente,

y otro día

más… tal vez estuviera

enferma: no

es que eso le importara,

claro… o

sí. Esbozó una

sonrisa maliciosa

y se encogió de

hombros mientras

comprobaba la

suavidad de las cerdas del delicado pincel que utilizaría

para comenzar a retirar el moho que había invadido

un ejemplar de 1895, rescatado de las telarañas

de una biblioteca escolar que había sido demasiado

descuidada. Se colocó el barbijo y los

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guantes. Con suma precisión y habitual diligencia

trabajó en el viejo libro como si estuviera adorando

alguna deidad mítica olvidada por el trajín del presente.

Estaba absorto en su labor, demasiado: las

horas pasaron sin que se hubiera percatado de ello,

hasta que una terrible idea hizo que se pusiera de

pie con violencia inusitada… ¿Quién estaba cuidando

los libros que ella había abandonado?

—¡No! No, no, no, no…

Se quitó las gafas y los guantes, ordenó todo

y salió de su estrecha oficina rumbo a la del director

en la planta baja. No se dio tiempo de esperar el

ascensor, sino que subió casi corriendo los dos pisos

por la escalera. Se detuvo jadeando frente a la

puerta y solo golpeó

cuando sintió que estaba

listo para efectuar

su planteo.

—Tarsicio —

dijo el otro—. Me alegra

que vinieras: me ahorraste

una visita al subsuelo…

ya sabes, por

mis alergias.

Sí, sabía: él también

tenía alergias, sin

embargo…

—¿Ocurre algo?

—preguntó con su mejor

entonación diplomática.

—Sí. Habrás notado

que la Srta. Santoro

ha inasistido a su

puesto de trabajo en los

últimos diez días. Bien,

lo ha hecho sin presentar ningún tipo de licencia; de

hecho, ni siquiera ha avisado por teléfono. Así que,

lamentablemente, me he visto en la obligación de…

ejem… de desplazarla.

Tarsicio Rorts no podía creer lo que estaba

escuchando. El corazón le dio un vuelco. «Me da

algo», pensó.

—Como te imaginarás —prosiguió el Director—,

la persona lógica para ocupar su puesto eres

tú. ¿Qué dices? ¿Lo quieres?

—Por supuesto —afirmó lacónicamente,

conteniendo un grito de felicidad que lo habría hecho

quedar muy mal. ¿Cómo no iba a quererlo? Si

siempre debió ser suyo… Sintió algo más que un

golpe de suerte. Temblaba, pero siguió controlando

la emoción todo lo que pudo mientras permaneció

en la oficina revisando el nuevo contrato, repasando

sus actuales obligaciones, oyendo instrucciones…

obteniendo las llaves del Tesoro… Thesaurus,

Thesaurus. ¿Qué le costaba?

Solo cuando puso un pie en el pasillo y cerró

la puerta tras sí, se permitió volver a respirar con

normalidad. Serenándose a duras penas para no salir

saltando y gritando, caminó los pocos pasos que

lo llevarían hasta SU nuevo despacho, justo al lado

del que había sido su viejo lugar. Colocó la llave en

la cerradura y… nada, no hizo nada: simplemente

no entró, sino que fue directamente a cumplir su

sueño dorado. Tecleó la contraseña de acceso que

acababa de aprenderse de memoria, y entró.

La emoción le confundió los sentidos. Por

un instante, creyó que el aroma del papel antiquísimo

subía arremolinado en tintes ocres hasta el

ventiluz más alto, jugueteando en su camino entre

los anaqueles y vidrieras termoselladas. Creyó ver

que la tinta se liberaba de los pliegos, y las letras

subían y bajaban en una danza mágica y sempiterna.

Caminó buscando no interrumpir la hipnótica

visión en la que se veía inmerso. Por un instante,

creyó que pestañear sería una acción hereje, sumido

como estaba en aquella atmósfera sublime, y

no deseaba de ninguna manera, perder el Edén tan

deseado.

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Un sonido lo sacó de su ensimismamiento.

No era el lógico tictac de algún reloj, ni nada esperable

en una sala tan selecta como aquella. Sin

desearlo demasiado, cerró los ojos para prestar mayor

atención: nadie podría evitar sucumbir a la curiosidad

en un lugar como ese. Pronto, fue capaz de

descubrir el lugar de origen y percibir que, extrañamente,

el sonido parecía más un murmullo que salmodiaba

alguna rara y antiquísima alabanza. Se

palmeó ambas mejillas buscando despertar de la

somnolencia en la que se había sumido. Recorrió

con cierta timidez los pasillos, maravillado por la imponencia

de cada ejemplar que se exhibía con el

desparpajo y la altivez de saberse único e irrepetible.

Un aroma que no debió estar allí le causó un picor

incómodo en la nariz. ¿Qué sería? Frunció el entrecejo:

¿Qué hacía allí una cartera de dama? Siguió

andando hasta que sus pies y sus ojos muy abiertos

no le permitieron seguir avanzando.

—¡Un grimorio! —exclamó sin poderse contener.

No sabía si asustarse por ello y comenzar a

rezar o rendirse a sus pies y venerarlo. Por segunda

vez, el murmullo pobló la atmósfera que lo rodeaba

trayendo consigo aquel aroma penetrante y extraño.

El rigor magnético que lo anclaba le dio tregua

y consiguió seguir avanzando. Los pies se movían

sin él, sin que su mente les indicara a dónde ir.

En la constante dubitativa de sus pasos, algo ocurrió:

dio un

resbalón que le hizo

perder el equilibrio. No cayó de milagro, pero semejante

movimiento le hizo cambiar la perspectiva de

lo que tenía alrededor: por primera vez, había visto

el piso.

—¡Ah! —Ahogó un grito en la garganta. Debajo

de sus pies y salpicando sus zapatos de cuero

negro, un reguero de sangre enrojecía los añosos

baldozones marmolados. Jadeando y con el corazón

desbocado, decidió seguir el rastro. Un paso,

dos, tres… o infinitos; no supo cuántos. El murmullo

crecía con cada centímetro que lograba avanzar. El

espeluznante camino se detuvo frente a una mesilla

en la que descansaba, fuera de su necesario lugar

de guarda y conservación, un libro abierto en sus

últimas hojas, cuyas páginas finales estaban completamente

en blanco. Violando cuanto protocolo

se le vino a la mente, lo levantó apenas por el lado

izquierdo y se agachó para observar mejor la portada.

«Bestiarius», leyó antes de cerrarlo. Las yemas

de sus dedos desnudos recorrieron los folios, acariciándolos

con embelesamiento sublime y devota

pasión. Las sensaciones de su cuerpo se encaminaban

a convertirse en excitación orgiástica, en el

mismo deleite con el que acariciaba a su amante.

Observaba los nombres y las ilustraciones hechas a

pluma y tinta con pasmoso realismo, deteniéndose

en los detalles y en la magnificencia del arte de su

autor. No había un orden, pero sí un sustento. La

penúltima página que vio le causó horror. «Arpía

Desdeñosa», decía el título en una caligrafía exquisita,

antigua y sobrecargada de ornamentos;

y, donde debía estar la ilustración del

monstruo, el dibujo mostraba con desesperante

precisión, la figura casi fotográfica

de la Srta. Santoro. Un terror

pánico se apoderó de su cuerpo haciéndolo

temblar de manera descontrolada

cuando, sin desearlo él, su

mano volteó la hoja para encontrarse

con una página que únicamente

decía: «Ratón de Biblioteca».

Sin más, sus dedos ya no

pudieron desprenderse del papel

y comenzaron a fusionarse con el

ejemplar maldito, deshaciendo a

Tarsicio Rorts célula por célula y

transformándolo, para toda la

eternidad, en un objeto de estudio

más para el próximo curador.

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Sobre la autora

Andrea V. Luna

Escritora, periodista y profesora

en Letras por la UNLP. Lleva publicados

doce títulos entre novelas y antologías.

Fue productora del premiado podcast

Café entre Libros durante nueve años.

Miembro de SADE y SEP, directora de

Talleres Literarios de cuatro niveles con el

auspicio de la UCADE, ha brindado conferencias

en la Universidad de Sevilla y

en la Universidad Católica de San Luis

(siendo ponente plenaria del congreso

liLETRAd).

El Fantástico es su especialidad y

ha experimentado todas sus variantes,

utilizando en sus novelas el Realismo

Fantástico. La combinación de un ámbito

de naturaleza exuberante con otro

opuesto, junto con la idea de que el

mundo de las cosas no es tan rígido como

lo imaginamos es su eje: más allá de lo

que podemos ver hay todo un abanico de

posibilidades inexplicables, sorprendentes

y dignas de ser contadas desde una

visión que privilegia el descubrimiento y

el asombro.

Para contactarse con la autora:

F /AndreaVLunaEscritora

IG @AndreaVLuna

@AndreaVLunaEscritora

IN AndreaVLuna

www Https://andreavluna.com.ar

E-mail andreavlunalibros@gmail.com

Un lugar para encontrarse, aprender,

experimentar y comprometerse con

la Literatura.

Donde los escritores nos sentimos

menos solos.

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andreavlunaescritora@gmail.com


Imágenes que inspiran

Ushuaia 2023

Andrea V. Luna

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