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Revista Arte, Cultura y Sociedad numero 56 Segunda Edición

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políticas e ideológicas; años de guerrillas y “boom

latinoamericano” en la literatura, explosión del “realismo

fantástico o mágico” y del arte contestatario

en las plásticas y la música, así también los ’80 y ‘90

en América Latina fueron optimistas e impetuosos:

las dictaduras militares cayeron una tras de la otra,

y la democracia, vigilada y/o imperfecta pero novedosa,

parecía afirmarse, prometiendo resolver de

una vez por todas los males de la región. Muchos

de los combatientes revolucionarios de la izquierda,

derrotados de momento, pero victoriosos dentro de

la nueva democracia, enterraron las armas y tomaron

los teclados de las flamantes computadoras para

volverse periodistas y/o escritores de la memoria.

Como dice el mexicano Federico Guzmán Rubio:

“el salvadoreño Horacio Castellanos Moya (1957) y el

chileno Roberto Bolaño (1953-2003), desde sus respectivas

errancias, destierros y autoexilios –ambos

abandonaron sus países y vivieron a salto de mata por

medio mundo– convirtieron a los viejos combatientes

revolucionarios de los ’60 y ’70 en materia literaria”.

Y continúa diciendo que, tanto en “La diáspora (1989),

hasta la más reciente, El hombre amansado (2022),

Castellanos Moya ha sido fiel a un grupo de personajes

que deambulan por México, Estados Unidos,

Suecia o Guatemala ganándose la vida como pueden,

intentando retomar sus oficios abandonados

–el periodismo, la edición, la diplomacia, la docencia

universitaria–, mientras sueñan con un retorno

imposible a El Salvador y se las ingenian para seguir

huyendo de él”.

Además, agrega los personajes de los cuentos de

Bolaño, “sobre todo los que protagonizan dos de los

más célebres: Sensini (1997) y Últimos atardeceres en

la tierra (2001). El primero retrata a un viejo escritor

argentino, exiliado en España, que subsiste mediante

concursos literarios municipales que a veces gana y

casi siempre pierde; el segundo también trata sobre

el exilio de un chileno en México, quien emprende un

viaje a Acapulco con ganas de combatir en burdeles y

bares de mala muerte la guerra que no puede pelear

en el Chile de Pinochet”. Y sigue contándonos que “lo

mismo puede decirse de Auxilio Lacouture, la exiliada

uruguaya que en Amuleto (1999) resiste refugiada en

los baños la toma de la UNAM por el ejército en 1968, o

del detective de Estrella distante (1996), que logra dar

con el paradero de un torturador de la dictadura que

también ejerce como poeta y artista de vanguardia”.

¿Pero, y a qué viene todo esto? Pues tal vez sea

una mezcla de la famosa -y ya vieja- teoría que dice

que el aleteo de una mariposa acá puede resultar en

consecuencias desastrosas acullá-; o quizás se trate

apenas de mis ganas eternas de refutar aquello del

“fin de la historia” de Fukuyama. Y mi voluntad firme

de oponerme a la falta de entusiasmo que generan

el presente sombrío y un futuro cuya promesa más

cierta parece ser una Tierra inhabitable.

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CULTURA LATINOAMERICANA

Pero es que, leyendo por ejemplo a nuestro entrañable

Samuel Rodríguez Medina podría pensarse que

las artes, y la literatura entre ellas, nos servirían como

puerto seguro y cobijo. Aunque sabemos que el desencanto

también llegó a la literatura, y una prueba de

ello es que dos de los escritores más importantes en

sus países, el argentino Ricardo Piglia (1941-2017) y

el mexicano David Toscana (1961), publicaron sendos

libros homónimos -El último lector- casi simultáneamente

en 2005. Es que hay una variedad infinita

de lectores: “el visionario, el enfermo, el compulsivo,

el melancólico, el traductor, el crítico, el escritor, el

filósofo y ¿por qué no? el propio autor”, dice Piglia.

La literatura, es verdad, parece haber perdido la

importancia social que tuvo en los años del “boom”,

lo que no tiene por qué ser una mala noticia; aunque

es evidente que, pese al permanente crecimiento

editorial, las letras contemporáneas ya muestran su

agotamiento y falta de ambición.

O, como cuenta en paralelo, y sin saberlo, David

Toscana, la biblioteca de Icamole puede haberse quedado

sin lectores, pero siempre puede aparecer un

vengador, tal vez el mismísimo bibliotecario.

Como insiste en decir Federico Guzmán Rubio, “la

desesperanza sigue allí, en el aire, como causa y consecuencia

de nuestro tiempo, y a la literatura le toca

cuestionarla y (re)crearla; porque la literatura sirve

para entender el mundo un poco más, pero también

un poco menos.”

Javier Villanueva. Argentino, establecido en Brasil,

profesor de idiomas, editor, traductor, escritor

y librero. Investigador y conferencista de temas

hispanoamericanos y de la historia y las culturas

de los pueblos nativos. Autor de más de una centena

de libros didácticos publicados en Brasil, y de dos

colecciones de cuentos en Argentina.

ARTE, CULTURA Y SOCIEDAD | SEPTIEMBRE 2023

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