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Listín Diario 28-04-2024

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10 cm<br />

5 cm<br />

SANTO DOMINGO, RD. DOMINGO <strong>28</strong> DE ABRIL DE <strong>2024</strong><br />

Lecturas de domingo<br />

25<br />

4 cm<br />

3,5 cm<br />

3 cm<br />

La luz en la memoria es el mejor símbolo de la inspiración.<br />

CREATIVIDAD<br />

ALFONSO GOIZUETA<br />

Madrid, España<br />

Tomado de Zenda Libros<br />

Breve historia de<br />

la inspiración<br />

Es necesario bloquearse —aburrirse, ahogarse en la abulia, querer<br />

abandonarlo todo— para inspirarse.<br />

El bloqueo creativo<br />

es un tormento<br />

de categoría literaria.<br />

Esa apatía,<br />

ese desgarro interno<br />

que experimenta el artista<br />

(el escritor en este caso) cuando<br />

se enfrenta al cursor parpadeante<br />

en el ordenador o a la<br />

hoja en blanco del cuaderno,<br />

que un plumín averiado llena<br />

de melancólicas manchas de<br />

tinta, es, en verdad, reverso de<br />

la propia inspiración. Es necesario<br />

bloquearse —aburrirse,<br />

ahogarse en la abulia, querer<br />

abandonarlo todo— para inspirarse.<br />

Esto me lo repito como<br />

mantra de autoayuda porque,<br />

efectivamente, me hallo<br />

en un momento de bloqueo.<br />

La solución que aportaban los<br />

antiguos al bloqueo no parece a<br />

simple vista la más efectiva, especialmente<br />

si se es descreído u<br />

hombre de poca de fe.<br />

Homero y Virgilio comenzaban<br />

sus poemas épicos pidiendo<br />

a la divinidad que compartiera<br />

(a través de ellos; ellos<br />

como vector literario del conocimiento<br />

divino) «la cólera<br />

funesta que un dolor infinito<br />

causó a los aqueos y tantas valerosas<br />

almas de héroes arrojó<br />

al Hades», la cólera «de Aquiles,<br />

hijo de Peleo» (Il. I), o «los<br />

motivos, la ofensa por la que<br />

la reina de los dioses impulsó<br />

a un varón insigne por su piedad<br />

a arrostrar tantas desventuras»<br />

(En. I). Hasta el mismo<br />

siglo XVII de nuestra era se repite<br />

este recurso, por ejemplo<br />

en la poesía de John Milton,<br />

quien agradecía a misterio-<br />

sos ángeles el que cada noche<br />

le concedieran cuarenta privilegiados<br />

versos de su paraíso<br />

perdido.<br />

Es en el siglo XIX cuando los<br />

autores empiezan a ingeniar<br />

métodos más rocambolescos para<br />

no depender de dioses caprichosos<br />

que inspiren sus obras a<br />

voluntad. Pero a lo que recurren<br />

tampoco parece ser el epíteto de<br />

lo fiable… Sueños. A ello quizá<br />

los moviera la presión editorial a<br />

cuenta de la profesionalización<br />

del negocio del libro durante la<br />

revolución industrial, o simplemente<br />

la posibilidad de acceder<br />

a paraísos mágicos por las<br />

puertas del opio, que en aquella<br />

época inundó Europa desde<br />

el Extremo Oriente. Es mundialmente<br />

conocido el caso del<br />

poeta Samuel Coleridge, cuyo<br />

poema Kubla Khan (1816), explosión<br />

de imaginación, surgió<br />

tras una noche de consumo desenfadado<br />

de alcohol y opio. Coleridge<br />

se sentó a escribir de madrugada,<br />

el sueño vívido aún en<br />

la mente, hasta que la interrupción<br />

de un vecino que llamó a su<br />

puerta lo hizo desaparecer. La autora<br />

Ann Radcliffe, precursora del<br />

género gótico, llegaba al cómico<br />

punto de, además, empacharse<br />

de carne antes de dormir para<br />

ocasionarse las mejores pesadillas<br />

con las que inspirar sus relatos.<br />

El caso de Robert Louis Stevenson<br />

no es menos curioso. Una<br />

noche de efusión cocaínica le devolvió<br />

en forma de pesadilla el recuerdo<br />

de un viejo profesor de su<br />

Edimburgo natal, un hombre respetado<br />

y reputado a quien un día<br />

se halló culpable del asesinato de<br />

seis alumnos. Su mujer, al oírlo<br />

gritar en sueños, lo despertó, y él,<br />

molesto, le dijo: «¿Por qué me has<br />

despertado? Estaba soñando un<br />

perfecto cuento de terror». Bastaron<br />

tres noches más, entregado<br />

“PROFESIONALES,<br />

DIVINOS O ARBITRARIOS,<br />

¿QUÉ TIENEN TODOS<br />

ELLOS EN COMÚN? LA<br />

NECESIDAD DE CONTAR<br />

HISTORIAS Y DE QUE EL<br />

MUNDO NO LOS PASE<br />

DESAPERCIBIDOS”<br />

también a la droga como estímulo<br />

de la creatividad, para tener a<br />

punto El extraño caso del doctor<br />

Jekyll y el señor Hyde (1886).<br />

Opio o dioses caprichosos.<br />

Mi selección de métodos de<br />

inspiración no parece la más<br />

segura. Otros autores hay,<br />

por suerte, con rutinas menos<br />

erráticas y más compatibles<br />

con la vida (el pobre Stevenson<br />

murió a los cuarenta<br />

y cuatro años de un derrame<br />

cerebral). Gustav Flaubert<br />

(1821-1880), por ejemplo,<br />

aporta al escritor bloqueado<br />

un consuelo infalible: el trabajo.<br />

Flaubert nunca se consideró<br />

un genio artístico ni agraciado<br />

con el don de la poesía. El éxito<br />

de Madame Bovary (1857)<br />

fue una sorpresa. De Salambó<br />

(1862) nunca esperó vender<br />

más que unos pocos ejemplares.<br />

La novela, sin embargo, fue un<br />

fenómeno pop de su día, inspirando<br />

óperas, marcas de jabón<br />

y convirtiéndose en la favorita<br />

de la emperatriz Eugenia de<br />

Montijo. El método de Flaubert<br />

no era otro que el trabajo duro,<br />

a veces esclavo. En su residencia<br />

campestre de Croisset, el genio<br />

francés destilaba esfuerzo en<br />

larguísimas jornadas de trabajo<br />

ininterrumpido. A él perfectamente<br />

aplicaría la famosa respuesta<br />

de Baudelaire a aquella<br />

admiradora que osó preguntarle<br />

de dónde venía la inspiración:<br />

«La inspiración es trabajar todos<br />

los días». Por esa senda del escritor<br />

que se sienta a la mesa, con<br />

ganas o sin ellas, luego anduvieron<br />

autores como Carlos Fuentes<br />

o Mario Vargas Llosa, que<br />

confesaron no tenerse por genios<br />

poéticos. Encontraron, decían,<br />

en el profesionalismo de<br />

Flaubert la forma de compensar<br />

el furor poeticus de otros.<br />

Escritores como Jorge Luis Borges,<br />

Julio Cortázar o Gabriel García<br />

Márquez, por el contrario,<br />

estilaron en sus años del boom<br />

métodos creativos más parecidos<br />

a los de los primeros románticos.<br />

Se mostraban contra la profesionalización<br />

de la imaginación,<br />

pues, como decía Borges, «uno no<br />

es escritor de ocho a una y de dos<br />

a seis». Y aun así, escritores más<br />

imaginativos que estos, capaces<br />

de crear los mundos que se replican<br />

en la infinidad de espejos del<br />

Aleph, que se repiten hasta el fin<br />

de lo visible, en los que la magia<br />

y la realidad son una y la misma<br />

cosa, no los ha habido. En verdad,<br />

cuando uno no puede escribir encuentra<br />

mucho consuelo oyendo<br />

a Cortázar decir «yo soy un escritor<br />

muy vago» o a Gabo «a veces<br />

me da pereza escribir… Esto de la<br />

literatura es una mierda».<br />

Profesionales, divinos o arbitrarios,<br />

¿qué tienen todos ellos<br />

en común? La necesidad de contar<br />

historias y de que el mundo<br />

no los pase desapercibidos. Son<br />

autores atentos al mundo que<br />

los rodea, al contexto en el que<br />

se encuentran. De la necesidad<br />

de explicarlo —de explicárselo,<br />

también— brota el acto creativo.<br />

La imaginación, por lo tanto,<br />

no es más que el cauce por<br />

el cual el escritor trata de dar<br />

sentido a la realidad. El método<br />

de trabajo, ya sea el de horas<br />

de rutina esclava frente al<br />

papel o el de venderse como<br />

esclavo a la musa, acaba siendo<br />

opción de cada uno, y a la<br />

vista está que no hay uno solo<br />

ni fiable ni auténtico ni que establezca<br />

un patrón.

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